Más de 100.000 lectores esperan a LA HEREDERA DEL MAR, la nueva obra del maestro de la novela histórica, Juan Francisco Ferrándiz


Editorial Grijalbo. 608 páginas

Tapa dura con sobrecubierta: 23,90€ Electrónico: 10,44€


LA HEREDERA DEL MAR, la nueva novela de Juan Francisco Ferrándiz, cuenta la historia de una mujer de mar que huyó de mil tierras. Durante la Baja Edad Media, en el año más oscuro para la humanidad, una mujer desafiará las leyes para liberar a su familia sin saber que serán sus propias cadenas las que acabará por cortar. Un viaje de leyenda a través de un mar indómito. La historia silenciada de las mujeres medievales


1348. La Corona de Aragón vive una de sus épocas más convulsas. Una enfermedad terrible y desconocida llega al puerto de Barcelona y comienza a propagarse por sus calles cuando Marina Montaner, descendiente de un largo linaje de mercaderes valencianos, desembarca en una Ciudad Condal sumida en el caos. Huyendo de los secuaces del rey Pedro IV el Ceremonioso, la joven es perseguida por una afrenta de la que ha sido injustamente acusada.


Juan Francisco Ferrándiz, uno de los maestros de la novela histórica, nos traslada a un año clave de nuestro pasado en que la Guerra de la Unión, la primera revuelta de insubordinación a la Corona en España, coincidió con una terrible epidemia de peste que cambió el mundo. A lo largo de las páginas de esta obra trepidante seguiremos los pasos de Marina, una heroína inolvidable que surcará el Mediterráneo en busca de la forma de salvar a su familia.


Claves de la novela


En el año 1348 es, probablemente, el año bisiesto más oscuro de la historia. El año en que dio comienzo la más devastadora epidemia que haya sufrido la humanidad. Una pandemia que cambió el mundo: la voraz peste negra diezmó la población europea y tuvo serias consecuencias de índole económica, política y social.Este es el punto de partida elegido por Juan Francisco Ferrándiz para su nueva ficción histórica, La heredera del mar, una novela que traslada al lector a un punto crucial de la Baja Edad Media. El caldo de cultivo perfecto para un relato apasionante, magistralmente documentado y ambientado, en el que las intrigas y la ambición se entretejen con la crueldad de un momento en el que la vida humana estaba claramente devaluado. Cerca de lo que muchos creyeron que sería el fin de la humanidad, solo cabían dos posturas: encomendarse a Dios o entregarse al Demonio. Pero nunca esas fronteras estuvieron bien delimitadas.


Como escribe su autor: «Quizá somos la generación contemporánea que mejor puede comprender el estupor que experimentó aquella sociedad, por eso valía la pena abordarla en este momento».


Ferrándiz nos guía en esta ocasión por un único año en el que, a un ritmo vertiginoso, se suceden cambios de poder que desequilibran la balanza, logrando que la novela fluya hacia su final sin forzados artificios y con una intensa carga de suspense sostenido en varias de las tramas. Una maquinaria perfectamente engrasada que desemboca en el mejor de los broches sin caer en lugares comunes y sin afán fabulador. Es más, diríase que asistimos a una conquista absoluta: la de hacer justicia y poner de manifiesto la necesidad de libertad de las mujeres, encarnada por una protagonista que es a su vez el rostro de todas aquellas que fueron silenciadas por el discurso de una historia que quiso confinarlas en el hogar. O que acabó con sus vidas arruinándolas o segándolas.


Nace de estos barros la fascinante Marina Montaner, una hembra que como Jeanne de Belleville —la noble francesa que se convirtió en corsaria para vengar la muerte de su marido— se ve empujada a tomar las riendas de su destino y trascender los umbrales impuestos a alguien de su sexo y condición. Impulsiva, honesta y valiente, sin caer en la locura y la falta de seso, Marina se convierte en el altavoz de aquellas a quienes la sociedad convirtió en esclavas de sus padres, primero, y de sus maridos, después. En aquellas que, por su naturaleza, fueron convertidas en ciudadanas de segunda y que, por un momento fugaz en aquella Baja Edad Media, alcanzaron con mucho esfuerzo parte de un pequeño sueño de libertad que sería muy breve en el tiempo. A través de Marina y de tantas otras que la acompañan, como la beguina Agnés, personaje que existió, pero del que se conoce muy poco (apenas que su padre construyó una casa junto al hospital de Santa Margarida y que fundó una pequeña comunidad que atendía a los enfermos de lepra bajo la protección del Consejo de Barcelona), quiere el autor dar respuesta a un deseo personal: resolver un enigma histórico. ¿Por qué si a mediados del siglo XIV había campesinas, artesanas con taller propio, talladoras de coral, mercaderas, inversoras... e incluso redes asistenciales de mujeres, sabemos tan poco de ellas? Porque había muchas más de las que la historia nos hace imaginar. Y aún más, ¿por qué parece que posteriormente hubo un retroceso que las confinó?


Según las pesquisas de Ferrándiz, gran conocedor de las leyes —recordemos que el autor es abogado de profesión—, fue justo en este punto de la historia donde se aceleró el proceso para relegarlas al ámbito doméstico. «Es abrumador el aumento de disposiciones legales que a partir de la mitad del siglo XIV y durante el siglo XV restringen el acceso de la mujer a los oficios y a cualquier esfera pública, y esto coincide con el inicio de las cazas de brujas en toda Europa. ¿Hay alguna razón que explique ese giro histórico? Pudo ser parte de un largo proceso, si bien es indudable que en esas décadas se aceleró. Son muchas las teorías, pero una se abre paso como una bruma sombría. El devastador efecto de la peste negra redujo la población entre un tercio y la mitad del total según lugares, y los poderes desearon tomar el control de la procreación. El mundo debía repoblarse de campesinos, clérigos y soldados que sostuvieran la estructura, por eso se apartó a la mujer de otros intereses que no fueran la familia y la descendencia. La proliferación de tratados morales para mujeres, los exempla y las leyes civiles así lo confirman. Y pobre de la que no lo aceptara, no tardaría en ser vista como bruja».


El año 1348, con esa epidemia de Peste Negra, alteró para siempre el curso de la historia. El cambio de mentalidad que se originó fue tan profundo que imperó durante siglos y, por supuesto, llegó hasta nuestros días. Asistimos cada día al alumbramiento de una mujer borrada por la historia: escritoras, actrices, pintoras, compositoras, dirigentes en la sombra, abogadas, activistas... Pero qué fue de todas aquellas que vivieron sin poder ser recordadas, las mujeres anónimas que lograron penetrar en un mundo que las cerraba el paso. «Con el tiempo se instauró el tópico de que en el pasado, a excepción de algunas nobles o reinas, las mujeres nunca tuvieron una actividad lejos del ámbito doméstico, salvo por necesidad, y hasta se dudó de sus capacidades para ello. Madres casadas, monjas o rameras, así creíamos que eran la mayoría de nuestras antepasadas», comenta el autor. Por eso, La heredera del mar, más allá de un relato épico enmarcado en un momento crucial, es el espejo de una realidad mucho más interesante, fundamentada en documentación conservada: la historia perdida de las mujeres medievales.


Un relato asombroso, y no por ello menos cierto, que sumerge al lector en un fascinante viaje que, por momentos, nos recuerda a aquellas películas de piratas en las que el romanticismo desplegaba sus velas por mares indómitos. Un romanticismo que lejos de caer en lo cursi y los tópicos, se atreve a navegar por las aguas de la sexualidad y la sensualidad de una heroína dispuesta a conquistar no solo su vida, sino su propio placer. Sin ataduras. Con el deseo abierto y excitado que compone escenas altamente erotizantes que parecen sacadas de un cuento de Las mil y una noches. Así Marina, como una Sherezade del gozo, se embarca en jornadas con ese objetivo de autosatisfacción: «La recostó, y siguió aquel juego de caricias y besos húmedos entre sus piernas. Sabía encontrar los lugares que más placer le causaban. Marina se olvidó de todo más allá de la jaima; era lo único que quería. Y cuando él la llevó al clímax así, sin penetrarla, supo que la noche no había hecho más que empezar (…) Y la noche pasó sin hablar de nada más que del siguiente juego erótico, del lugar donde tocar y besar, de esperarse si hacía falta para viajar juntos hasta la cumbre. La jaima fue un santuario del placer y el olvido. Con cada respiración profunda, el aroma de la salvia blanca penetraba en Marina y fijaba el recuerdo.»


Situada la trama entre las ciudades de Palermo, Valencia, Barcelona, Mallorca, y el Mediterráneo, principalmente, hay que señalar a estas alturas la maestría del autor a la hora de reconstruir minuciosamente los escenarios, nota característica de su estilo que revela la labor de orfebre llevada a cabo por el escritor al compilar durante los últimos años toda fuente histórica que le revelase detalles de todo ese mundo que quedó a la sombra. Y también del que a la luz de los hechos conmovió los cimientos de la Historia de España. Y es que en La heredera del mar asistimos al tambaleo de Occidente a la par que la Corona de Aragón vive una de las primeras revueltas contra el abuso de poder de la historia: la guerra de la Unión. Un acontecimiento que, aunque se dice que fue protagonizado por los nobles, hizo partícipe a una gran cantidad de ciudadanos en el Reino de Valencia. Un hecho que obligó al rey a recordar que su poder nace siempre del pueblo.


La historia real, perfectamente trenzada con la ficción, hace que entre sus páginas convivan personajes novelescos junto a personalidades históricas que se comportan como un personaje más: mostrando sus aristas y revelando sus arcos vitales. Así Pedro IV de Aragón se convierte en un temible antagonista, y en un niño malcriado y enclenque, temeroso por su naturaleza débil, y vértice de todos los triángulos que conectan a los Montaner con sus desgracias. En esa fabulación de hechos, Ferrándiz deja ver parte de una verdad extraída de las crónicas de la época:


«Ben cccc homens ballants ab trompes e tabals; [...] e a la final que Nos e la reina haguerem de ballar. E un barber apellat Gonçalbo quis feia capita dels dessus dits, messe en mig de la reina y de Nos e canta una canso que deya: Mal aja qui sen ira encara y ni encara... E Nos lavors noy responguerem.» Crónica del rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso


Salpicada sin exceso de escritos de diversa índole y joyas de la literatura rescatadas por el autor, la lectura brinda al lector una preciada lista de fuentes altamente enriquecedoras. Amén de otras muchas curiosidades que salpican estas páginas, conviene resaltar la nota que precede a la novela: «En la Edad Media los astros regían la vida de las personas, por eso en la novela hay capítulos que comienzan con el vaticinio del día según el calendario astrológico lunar del Atlas mallorquín de Cresques, del siglo XIV. En otros se citan, al inicio o al final, hechos y datos históricos sorprendentes tal como quedaron documentados en su tiempo.»


Porque el Atlas, atribuido al cartógrafo hebreo Abraham Cresques, que fue ayudado por su hijo Jafuda, no solo es de una belleza extraordinaria, es un tesoro que hoy se guarda en la Biblioteca Nacional de Francia. El documento no solo incluye ese calendario perpetuo, también recoge la que se considera la primera aparición de una rosa de los vientos. Sus ilustraciones y anotaciones, más allá de costas, regiones, pueblos, accidentes geográficos... reflejan conocimientos varios de medicina, cosmografía, astrología e incluso costumbres de las diferentes culturas del mundo. Los mapas, enriquecidos con pan de oro, incluyen dibujos de animales, galeones de la época y otras figuras alegóricas. Una joya que deparará al lector de La heredera del mar más de una sorpresa.


En resumen, La heredera del mar es una epopeya histórica que, más allá de secretos, venganzas, traiciones y luchas de poder, se muestra como un canto a la mujer y a su libertad, también sexual, en una época oscura y fascinante. Una lectura reveladora que conecta profundamente nuestro pasado y nuestro presente a través de las finas ramas de una sensibilidad extraordinaria.


Sobre el autor


Juan Francisco Ferrándiz (Concentaina, 1971) es licenciado en Derecho y actualmente ejerce como abogado en Valencia. Su novela Las horas oscuras (Grijalbo, 2012) supuso un exitoso debut en la narrativa épica y le granjeó un puesto entre los autores más conocidos del panorama literario nacional. Sus obras posteriores, La llama de la sabiduría (Grijalbo, 2015), La tierra maldita (Grijalbo, 2018) y El juicio del agua (2021) confirmaron su nombre como uno de los más importantes dentro de la ficción histórica en español, reconocido también internacionalmente con sus libros traducidos a once idiomas


 

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