Javier Puebla recrea en EL SABOR DEL ÚLTIMO BESO la increíble y legendaria vida de Alfonso de Portago, el marqués sin miedo


La Esfera de los Libros. 344 páginas

Tapa blanda con solapas: 20,80€ Electrónico: 9,49€


La increíble vida de Alfonso Cabeza de Vaca, el legendario marqués de

Portago, se merecía una novela que contase sus hazañas, sus amores,

sus debilidades y su valor infinito. Ahijado de Alfonso XIII, por línea paterna descendía del conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Su madre, americana, era una de las mujeres más ricas del mundo. Fue amante de la primera supermodelo de la

historia —Dorian Leigh, que inspiró a Truman Capote el inolvidable

personaje de Holly Gollightly— y de la bellísima actriz Linda Christian. Era

capaz de jugarse la vida por ganar una apuesta pasando por debajo de un

puente con una avioneta. Tenía casas en Biarritz, París, Saint Moritz, la

Quinta Avenida de Nueva York y un palacio en la calle Serrano de Madrid.

Y fue el primer piloto español que condujo un Ferrari y se subió al podio

en una carrera de Fórmula 1.


EL SABOR DEL ÚLTIMO BESO es la historia de un hombre que apuró hasta el límite una existencia llena de glamur, irrepetible y salvaje, en la que la cercanía de la muerte hacía aún más grande la vida.


«La vida hay que vivirla intensamente. Es mejor vivir treinta años al

máximo, que morir a los sesenta después de haber vivido a medio gas».

Marqués de Portago



ASÍ COMIENZA EL SABOR DEL ÚLTIMO BESO


El hombre de la cazadora de cuero, que se parece a James Dean —o más

bien al revés porque es James Dean quien le ha copiado la cazadora que

lleva desde que era adolescente—, se detiene y se quita las gafas

oscuras, para guardarlas en un bolsillo.


Enciende un cigarrillo y durante un instante el reflejo de la llama del me

chero baila en sus ojos oscuros. Mira a su alrededor. El resto de sus

compañeros, de los miembros del equipo Ferrari, están ya en Manerbio,

en el hostal Marzotto. Son demasiados kilómetros los que le separan del

pueblo, y es probable que antes o después su amigo Eddy aparezca con

un coche para recogerlo, pero mientras tanto caminará. Necesita pensar.


Le apodan el Marqués Sin Miedo, pero lo cierto es que no las tiene todas

consigo, aunque sería una exageración decir que verdaderamente está

asustado. Pero sí se siente pequeño. Pequeño y manipulado. Y luego

están las señales. Los malos augurios. Está ya saliendo de Brescia cuando

le sale al paso otro oscuro augurio: un gato negro.


Es un grande de España, hijo de una de las mujeres más ricas del mundo,

amante de la modelo más famosa del planeta y también de una actriz que

ha volado hasta Italia solo para verlo un momento durante la carrera que

comenzará en menos de veinticuatro horas; es también campeón

olímpico de bobsleigh, jockey con docenas de premios a sus espaldas, y

tampoco debe olvidarse que su padre Antonio de Vaca y Carvajal,

marqués de Portago como ahora lo es él, fue un gran deportista y un

héroe de guerra… y muchas más cosas; sin embargo, Fon —así le suelen

llamar sus amigos— ahora solo es un hombre que no parece en sus

cabales, que corre en la oscuridad sin pensar en nada ni recordar quién

es para descruzarse de un gato negro; un inofensivo e inocente gato

negro, que ¿sin ninguna intención? le ha salido al paso.


No podía negarse, no correr. ¿O sí? Lo del gato negro era un augurio

demasiado claro…


Avanza tan rápido como le dan las piernas hacia la carretera que une

Manerbio con Brescia. Ha visto las luces de un coche a lo lejos y

probablemente sea Nelson, su colega Ed, que viene a buscarlo. Tendrá

que correr si no quiere que pase de largo sin verlo. Así que acelera hasta

donde es capaz y llega a tiempo para plantarse de un salto en medio del

asfalto obligando a quien será su copiloto en las Mille Miglia a clavar

frenos y hacer un medio trompo que arranca un chillido de terror en los

neumáticos para no llevárselo por delante.

¡Estás loco!

Se ríe Fon, se ríe el señor marqués. ¿Que está loco? Claro que lo está. Más

zumbado que nadie. Mira que haber tenido miedo porque una porquería

de gatito negro se había cruzado en su camino. La superstición es una

estupidez, y se lo había demostrado a sí mismo en más de una ocasión,

como cuando eligió el dorsal número 13 en la Speed Week de Nassau y

ganó, o estuvo entre los primeros, en todas las carreras.

¿Se puede saber de dónde sales? ¿Estabas corriendo por el medio del

campo?

Cabecea Portago, burlón, recuperando el aliento, ya apoyado sobre el

capó del coche que conduce Eddy.

No te lo vas a creer: estaba persiguiendo a nuestra común y muy

querida amiga Dorian Leigh.

¿Se te ha cruzado un gato negro en el camino?

Eso es lo que sucede cuando dos personas llevan casi dos lustros siendo

amigos, cómplices, rivales, y amos y siervos a un tiempo, que pueden

hacer bromas que prácticamente nadie en el mundo, excepto ellos,

puede comprender.

¿Y la has alcanzado? En caso afirmativo, no se lo cuentes a Linda, que

ha llamado hace un rato y, como siempre, ha preguntado por ella.


No responde el marqués, recordando el día que conoció a la modelo más

cotizada de Occidente en El Elefante Blanco, y le dijo que iba a cruzarse

en su camino para traerle mala suerte. Ella había respondido que no creía

en la mala suerte; pero, si no se hubiesen conocido, ahora ella no tendría

un hijo como madre soltera y probablemente su vida sería mucho más

sencilla, sin todas las complicaciones que conllevaba el trato con un

hombre como Portago.

¿Has alcanzado al gato? —repite la pregunta Ed Nelson, que ya está

harto de su amigo, porque siempre le pasa igual antes de disputar una

carrera: se convierte en un manojo incontrolable de nervios. Ni afirma ni

niega el Marqués Sin Miedo, pero la sonrisa es fácil de leer para quien

lleva tantas aventuras junto a él.

Joder, Fon, lo que nos faltaba. Así que no has logrado descruzarte.

Sube los brazos Alfonso de Portago y se encoge de hombros antes de

subir al coche y sentarse en el asiento del copiloto. El día anterior a una

carrera tiene por norma no conducir él jamás un coche de calle.

¿Estás bien?

Sí.

Y es verdad, ya ha pasado la tempestad interior. Ha sido solo un

momento. Mañana nadará en el mar, por muy frío que esté, y si surge la

oportunidad se dejará el alma para ganar la carrera y demostrar a Ferrari

con quién está hablando. Con el mejor.



Sobre el autor


Javier Puebla ha sido galardonado con diversos

premios, tanto en prosa —finalista del Nadal

por Sonríe, Delgado; Berenguer por La inutilidad

de un beso— como en poesía: Premio Vicente

Presa por El gigante y el enano. Asimismo es

autor de las novelas Tigre Manjatan, El hombre

que inventó Madrid y Es extraña la amistad.

En 2010 recibió el Premio Cultura Viva por el

conjunto de su obra. Es el primer escritor en la

historia de la literatura en haber escrito un

cuento al día durante un año: El año del cazador

(365 relatos que encierran una novela dentro).

En 2005 fundó el taller 3Estaciones y la editorial Haz Milagros. Cineasta,

escritor, columnista y viajero; ejerció funciones diplomáticas en Dakar

durante cuatro años, y allí escribió Pequeñas historias africanas, Belkís y

Blanco y negra.

Su especialidad es la creación de personajes, ficticios e inspirados en

personas reales, como es el caso del marqués de Portago en El sabor del

último beso. Su técnica, amén de una cuidadísima documentación, tiene

una gran parte de trabajo actoral, pues antes de sentarse ante el

ordenador se convierte en el personaje sobre el que está narrando, se

deja poseer por su espíritu.

A lo anterior debe añadirse que es un gran conocedor del mundo de la

competición automovilística pues es responsable de la sección «Las

almas y la F1» de Diario16 que firma con el nombre de uno de sus más

celebrados personajes: @TigreManjatan



 

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