TODO EL TIEMPO QUE NOS QUEDA, de Irene Junquera, una novela inspiradora, tierna y delicada, que habla de segundas oportunidades: nunca es tarde para luchar por lo que deseas


Editorial Planeta. 408 páginas

Rústica con solapas: 19,90€ Electrónico: 8,99€


La exitosa periodista especializada en deportes y entretenimiento Irene Junquera realiza su debut literario con TODO EL TIEMPO QUE NOS QUEDA, una novela tierna, adictiva y derrochante de sensibilidad en la que realiza una exploración conmovedora de la infancia de su protagonista Elena, una niña de orígenes humildes en el Madrid de la década de 1960.


Se trata de una obra delicada que retrata los retos de ser mujer en la España de la segunda mitad del siglo XX, denunciando aspectos como el racismo, el clasismo y el maltrato psicológico pero haciendo hincapié, por encima de todo, en la necesidad de luchar por la libertad y los sueños propios de la mano de unos personajes inolvidables.

«No permitas que nadie apague tu luz», le dice una maestra a Elena, una niña de pueblo curiosa e imaginativa que tiene un don especial: escribe de maravilla. Pero en aquella época a las mujeres se les prohíbe brillar.


Elena crece y estudia en el Madrid de los años sesenta bajo el férreo control de la tía Victoria, una mujer dura que esconde un misterio. Allí conoce a Mateo, un amor prohibido por los prejuicios. Para cumplir su sueño de convertirse en novelista, Elena debe afrontar renuncias dolorosas echando mano de su mayor fortaleza, la bondad.


TODO EL TIEMPO QUE NOS QUEDA es una novela inspiradora cargada de ternura en la que se resaltan los amores de juventud, la amistad y la lucha de las mujeres del siglo XX por reavivar sus anhelos más profundos. Se lo dice a todos los adolescentes por igual y también a las madres y a los padres que viven con temor a romper sus ataduras: nunca es tarde para liberarte y conseguir lo que deseas. Esta chica aprendió que nunca es tarde para querernos y perseguir nuestros sueños.


Una carta de amor a la libertad y a los sueños


«De pronto se veía a sí misma como aquella adolescente que había sido décadas atrás: traviesa, cándida, vivaz. Pensó en lo que implicaba ser mujer. Pensó en lo que significaba ser madre. Pensó en sus sueños y anhelos del pasado, en todo por lo que alguna vez había dejado de luchar.»


Mientras espera a junto a la Plaza Mayor, Elena, una mujer ya madura, se sumerge en sus recuerdos y regresa a su infancia en Lomares, el pequeño pueblo de la sierra de Gredos donde se crio rodeada de sus divertidos hermanos pequeños y sus padres, la intrépida y fuerte María y el dulce aficionado al fútbol Agapito. Poco después, sin embargo, la pobreza de la España rural de la época empujará a la familia a mudarse a Asturias.


La pequeña Elena derrocha curiosidad e ingenio y, animada por su madre, se enamora de la lectura y la escritura a muy tierna edad. Una noche, escribiendo a la luz de un cirio en su nueva casa, termina provocando un incendio por accidente. Habiendo perdido la casa y angustiados ante su situación económica, sus padres la envían a vivir a la capital con su misteriosa tía Victoria.


Ya desde su primer encuentro quedarán patentes la agresividad y malhumor de Victoria, quien, lejos de ofrecerle consuelo, tratará a Elena con desprecio y condescendencia. Guardesa de un colegio para niñas en pleno casco antiguo madrileño, la tía Victoria tiene un fuerte complejo de clase y le impide hacer amistad con las otras niñas. Por suerte, Elena encontrará una fuente de apoyo en doña Rosa, la dulce y generosa directora del centro, quien no tarda en reconocer el talento especial de la pequeña para las letras.


Poco después de su llegada a la capital conoce a Mateo, el sobrino guineano de los dueños de la lechería del barrio. Los niños se sienten fascinados mutuamente, pero Victoria, quien no disimula el desprecio que siente hacia la raza del chico, trata de frustrar su incipiente amistad. Su actitud, cada vez más cruel, empuja a Elena a seguirla para descubrir lo que oculta. Y es que su tía guarda un secreto, uno que la lleva a encontrarse a menudo con un misterioso desconocido.


«¿Quién era ese hombre? ¿Qué quería de mi tía? Entonces me di cuenta de que no sabía prácticamente nada de la vida de aquella mujer que, supuestamente, era parte de mi familia.»


Su aislamiento termina cuando traba amistad con Juanita, una vivaz y determinada compañera de clase que sueña con ser bailarina. Y, por supuesto, con Mateo, en quien encontrará a un cómplice y a alguien con quien compartir su mayor pasión, la lectura.


«Nos quedamos mirándonos durante varios segundos en un silencio que era de todo menos incómodo. De alguna forma, era como si nos conociésemos desde hace tiempo. No existía absolutamente nada más allí, ni vergüenza, ni dolor ni frío…, nada. Solo estábamos él y yo.»


Pero Victoria desaprueba su cercanía, y sus castigos físicos se incrementan cuando, tras registrar su habitación y leer su diario, descubre que los jóvenes han compartido un beso. Determinada a separarlos, consigue un empleo para el joven en Andalucía.


«La incertidumbre es lo peor que hay, agudiza el dolor y te deja sola, sin nada a lo que aferrarte. Tres años después, seguía sin saber si él se había ido queriéndome o si aquel beso había sido un error. O un juego de niños. La realidad es que nunca alcancé a entender por qué no se había puesto en contacto conmigo después, él sabía dónde podía encontrarme. Podría haberme enviado una carta, una llamada…, algo.»


Su añoranza hacia Mateo halla una distracción cuando su tía y doña Rosa le presentan a Javier, el rico y joven dueño de una de las mayores compañías de exportación de aceite de oliva del país. Obsesionada por medrar socialmente y deseosa de la seguridad que la economía del joven proporcionaría a la familia, Victoria los empuja a un noviazgo. La grácil Juanita cae gravemente enferma de leucemia, pero su recuperación y las atenciones de Javier llevan a Elena a salir de su melancolía y a formalizar finalmente su relación pese a un inesperado encuentro con Mateo, quien afirma haberle escrito durante años.


La joven encuentra sus misivas escondidas en la habitación de Victoria, pero cuando va en su busca ya es tarde: el joven ha vuelto a marcharse. Confundida, Elena acepta la propuesta de matrimonio de Javier, dando inicio a una amarga relación tóxica y de maltrato psicológico en la que su marido pretende impedirle llevar a cabo su sueño de estudiar y hacerse escritora. El nacimiento de su hija Laura será la única luz en los primeros años tras la boda.


Juanita, en su lecho de muerte tras una recaída, le suplica que ponga fin a su matrimonio; lo que lleva a Elena a aceptar el puesto de profesora de Lengua que le ofrece su antigua mentora Rosa a pesar de las protestas de su esposo, a quien no se decide a abandonar por miedo a que la aleje de su hija.


Sus novelas, que comienza a publicar empleando un seudónimo, alcanzan un gran éxito, garantizándole la independencia económica que necesita para poner fin a su relación aprovechando una estancia de Laura en Irlanda. Tras unos años incomunicadas por insistencia de Javier, madre e hija se reencuentran y Elena se ve libre de explicarle su pasado. Inclusive el secreto de Victoria, quien resultó ser la madre del desconocido con quien tan a menudo se encontraba.


«Necesito saber que puedo vivir, hacer lo que quiera sin recibir reproches en todo momento, sin impedimentos, poder ser adulta, empoderarme. Tengo la boca llena de palabras y un mensaje muy claro: cariño, por primera vez he conseguido ser independiente. Sin padres, tías, maridos ni nadie mandando sobre mí. Y… me cuesta decirlo, pero… me parece que me lo merezco.»


La novela concluye con el reencuentro de Elena y Mateo diez años después. Un final que representa, al mismo tiempo, un nuevo comienzo sembrado de nuevas oportunidades para los protagonistas.


Personajes humanos y magnéticos


Todo el tiempo que nos queda destaca por la viveza de sus personajes. Resulta imposible no enamorarnos de Elena a medida que la vemos crecer a lo largo de sus páginas. Desde la niña sensible y soñadora que fue a la adulta independiente y decidida en la que se convierte, su voz y carisma resultan en una protagonista redonda a la que no faltan matices.


Y los secundarios no se quedan atrás. Irene Junquera construye unos personajes cuya humanidad se percibe desde el inicio mismo de la novela. La valiente María y el trabajador Agapito, padres de Elena, la tierna doña Rosa, la vivaz Juanita y, por supuesto, el dulce y magnético Mateo atrapan la atención del lector con su tridimensionalidad y magnetismo. Llaman especialmente la atención los antagonistas: pese al perenne rictus de amargura y la crueldad por los que destaca la tía Victoria, esta no se ve desprovista de ramalazos de empatía que la humanizan. Y lo mismo ocurre en el caso de Javier, quien resulta a un tiempo un maltratador tirano y un divertido seductor. Unos personajes fascinantes cuyas voces se quedarán con los lectores mucho después de haber terminado la novela.


Temas complejos y de actualidad


Lejos de ser una novela costumbrista limitándose a retratar la segunda mitad del siglo XX en Madrid, Todo el tiempo que nos queda es una compleja exploración de temas tan actuales como lo son el racismo, desarrollado a través de la figura de Mateo y la relación que, debido a la discriminación de la época, le es imposible llevar a cabo con Elena; el machismo y la terrible situación de las mujeres a finales del siglo pasado, las relaciones de maltrato psicológicas retratadas a través del matrimonio de la protagonista con Javier; y, por encima de todo, el significado de la libertad y la necesidad de luchar por las propias pasiones.


«Se hizo un silencio denso, no sabía por dónde podía salir porque, a pesar de sentir muchísimo cariño por él a raíz de tu llegada, estábamos teniendo más discusiones fruto del cansancio. Su carácter era variable, imprevisible. Cal y arena. Por la noche enfadado sin motivo aparente y por la mañana con una sonrisa de oreja a oreja. Aquello me hacía sentir insegura, vulnerable, y más si teníamos en cuenta el cóctel de hormonas en una mujer durante el embarazo y el posparto.»


«Mi pulsión por escribir, a pesar de lo que había pensado, era más fuerte que yo. Escribir era lo único que disfrutaba, lo único que me llenaba, lo único que

me ayudaba a evadirme. Era un impulso extraño, que me dolía y causaba placer.»


«Déjame decirte una cosa, una cosa que quiero que te grabes a fuego en la cabeza y, si algún día te falto, lo sigas recordando: nunca es tarde para conseguir tus sueños. Nunca. ¿Me has oído? No importa lo que te traiga la vida, las circunstancias que tengas, no debes perder de vista lo que te hace feliz, lo que ansías. Si en estos meses o años tienes que posponerlos, no pasa nada, pero no los dejes. Escribe, estudia, lee mientras das el pecho a tu criatura, cuando no puedas dormir, no pares de hacerlo. Tú eres escritora, Elena. Lo eres. Y algún día, estoy segura, el mundo entero se enterará.»


Además, el tema del fútbol tan relacionado con la profesión de la autora sale recurrentemente en la trama ya que los protagonistas son muy futboleros y así lo manifiestan en la acción.


Una ambientación fiel y evocativa


Irene Junquera reconstruye la España de la década de los 60 y 70 gracias a un claro trabajo de documentación y unas descripciones poéticas que insuflan de vida a sus paisajes. Especialmente en el caso de Madrid, por cuyas calles, plazas y jardines, como los de Sabatini, acompañaremos a sus personajes.


«En plena sierra de Gredos, rodeado de ocres y verdes limón, los veranos te envolvían sin asfixiarte y los inviernos debían vivirse, indefectiblemente, junto a la estufa de leña que presidía el salón.»


«Es esa época de año el centro de Madrid era como una especie de hormiguero en movimiento, un trasiego aderezado por el olor de las castañas asadas, del chocolate y del café; olía a chamusquina y a ilusión, con decenas de niños impregnando las calles con sus artículos de broma, sus juegos y esa felicidad que solo puede darte la Navidad.»


«Yo estaba fascinada. Aquel local era como mi sueño hecho realidad. Hasta ese momento solo había leído los libros que alguien me había hecho llegar, pero nunca había estado en una librería con tanto donde elegir. Olía a cuero y a papel, a libros nuevos y usados, olía a historia y a pasión: ese se convertiría en uno de mis aromas favoritos. Ese y el de Mateo cuando se acercaba a mí para susurrarme algo al oído.»


Un estilo sensorial y evocativo que destaca el talento de su autora y otorga frescura y originalidad a su debut literario, que es además un homenaje a las lecturas de Celia de Elena Fortún que tanto éxito tuvieron entre todas las jóvenes en España.


Sobre la autora


Irene Junquera nació en Madrid en 1985 y es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Ha trabajado en radio, televisión y prensa escrita. Fue como enviada especial de Punto Pelota al Mundial 2010 en Sudáfrica, así como a la Eurocopa de Polonia y Ucrania en 2012. Ligada durante años al programa deportivo El chiringuito, ha sido copresentadora en diferentes programas y emisoras como Europa FM, Kiss FM, La Sexta, Telecinco, TVE1, FDF, Telemadrid y Gol TV. Tanto en deportes como en entretenimiento. Ha presentado eventos y galas, ha entrevistado a figuras de la talla de Penélope Cruz, Brad Pitt o Marion Cotillard. Actualmente participa en el debate deportivo El desmarque, en Cuatro, y en La tribu y Marcador de Radio Marca. Esta es su primera novela.


Instagram: @irenejunquera

Twitter: @irenejunquera

TikTok: @irenejunqueramartin



 

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