Laura Anguera demuestra en NADIE ME HABLÓ DE TI que, a veces, para ser una misma, tienes que dejar toda tu vida atrás


Editorial Planeta. 656 páginas

Tapa dura con sobrecubierta: 22,90€ Electrónico: 9,99€


Laura Anguela describe en su segunda novela, NADIE ME HABLÓ DE TI, que, a veces, para ser una misma, "tienes que dejar tu vida atrás". La vida de Carolina ya no es perfecta: el divorcio, las peleas constantes con su hija, y ahora la agonía de su padre, fin de una saga de la alta burguesía catalana. Su madre los abandonó siendo ella una niña, de ella solo conoce la ausencia. Pero un hallazgo inesperado la lleva hasta Gabriel, el amante de su madre y quizás también su asesino. Con él conocerá a esa joven indomable que se resistió a ser una intachable esposa burguesa, un encuentro que hará que Carolina se replantee su vida. Un retrato de los años sesenta donde confluyen los últimos bailes de gala y los primeros conciertos de rock, el S’Agaró más esplendoroso y los baños de la Barceloneta, la rigidez de la clase alta y los sueños de barriada, y al que se asoman personajes como Liz Taylor, los Sírex o Simone de Beauvoir.


Apuntes argumentales


«Yo, Carolina Planadevall Ribé, siempre tan segura de mis decisiones y de mis opiniones, la reina del sistema binario — blanco o negro, buenos y malos — , deambulo ahora perdida entre grises, sin saber quiénes son víctimas y quiénes culpables. Quizá tampoco eso sea ya importante... Que no los juzgara hasta conocer toda la verdad, esta fue la única condición que me fue impuesta para contarme la historia Y ahora que al fin he llegado a la verdad, precisamente ahora, es cuando más difícil me resulta dictar sentencia.»


Carolina, orgullosa heredera de una importante dinastía de la alta burguesía catalana, está junto al lecho de muerte de su padre Ricard mientras lidia con un divorcio y la difícil relación con su hija Ariana, con la que cada vez le cuesta más conectar. Sin embargo, tras curiosear en la biblioteca familiar realiza un hallazgo inesperado: un libro de Simone de Beauvoir, prestado del Ateneu Barcelonés más de cincuenta años atrás, escondido en una biografía de Primo de Rivera.


«Solo quedaba una persona, una única posible culpable: María Elena Ribé Casasús, mi madre. ¿Era ella una buena lectora? ¿Era alguien capaz de leer a la Beauvoir a escondidas y ocultar luego el libro en las mismísimas narices de su marido? Me hice estas preguntas, pero esa tarde no pude darles respuesta. Porque esa tarde lo ignoraba casi todo de mi madre.»


Y es que Carolina ha crecido sabiendo que su madre la abandonó por otro hombre cuando apenas tenía tres años, dejándole el color azul marino de sus ojos como único legado. Pese a la reticencia de Pepita, la fiel tata que la crio, Carolina se lleva el libro. Será su hija Ariana con sus energéticos diecinueve años la que la arrastre hasta el Ateneu en busca de respuestas. Pero, para sorpresa de ambas, el número de socio del usuario que prestó el libro no se corresponde a Elena, sino a Gabriel Bonell, un anciano que acude a diario a jugar al ajedrez y que resulta ser el amante con el que se fugó tantos años atrás antes de esfumarse sin dejar rastro.


Conmovida al conocer que su madre desapareció mientras trataba de reencontrarse con ella en 1984, Carolina se decide a sonsacar toda la verdad a Gabriel, al que cree culpable de su probable asesinato, para salvar la reputación de su padre antes de morir. Gabriel accede a contarle su historia con la condición de que espere hasta el final de la narración antes de emitir cualquier juicio.


Así, le irá contando lentamente su historia de amor con Elena y la de su rivalidad con Ricard Planadevall, padre de Carolina. Todo comenzó en S'Agaró, donde fue a veranear con sus tíos, de una posición muy superior a la clase humilde a la que pertenecían Gabriel y su madre. Allí conoce a Elena, una joven de diecisiete años rebosante de vida y amor por la literatura gracias a la intervención de la mismísima Liz Taylor. Su breve idilio se verá interrumpido cuando son delatados por Sita, la superficial amiga y compañera de colegio de Elena. Por suerte, se encontrarán todos los jueves en el despacho de Clara, la moderna tía de Elena que trabaja en una editorial, lee libros prohibidos y cita a Proust a gritos en francés.


En ese oasis de libertad los jóvenes aprenderán francés, hablarán de libros, bailarán la música de Gabriel, y poco a poco, se irán dando los primeros besos. Con la llegada del verano, Elena vuelve a la playa con sus padres y Sita, obsesionada por conocer a un buen partido. Y lo harán, en la forma de Ricard y su amigo Enric, dos herederos dueños de sendas mansiones con torreón incluido.


Sin poder verse por culpa de Sita, Elena y Gabriel se irán buscando todo el verano, muertos de celos ante las atenciones de Ricard y de Tere, la sobrina de los dueños de la posada donde se hospeda Gabriel. Elena se siente dolida y llena de dudas hasta que despierta para encontrar su jardín lleno de aviones de papel, como el que vieron de cerca al darse su primer beso. Poco después, Clara muere trágicamente de un aborto mal practicado. Ricard acude al funeral a apoyar a Elena, dando por formalizado su noviazgo. Destrozada y presionada por sus padres, la joven rompe su relación con Gabriel y se casa con el rico heredero.


Carolina escucha a Gabriel con sentimientos encontrados, dolida ante la traición de Elena hacia su padre, al que tanto quiere y admira. Sus pesquisas la llevarán a hablar con Sita, que completa los eventos de aquel verano convencida de que Gabriel es el culpable. Pero, a medida que continúa la historia, le será cada vez más difícil saber en qué creer...


Gabriel se repone bailando en el ambiente canalla de la Barcelona de la época al son de los Sirex y los Mustangs, pero se reencuentra con Elena dos años después. Esta, asfixiada ante la presión por no haber tenido hijos y el maltrato que sufre a manos de Ricard, comienza un affaire con Gabriel donde al fin podrá probar la libertad. Pero Gabriel, sin poder conformarse con tenerla una tarde a la semana, le pone fin y empieza una relación con Tere. Hasta que, tres años después, se encuentran a Elena y Ricard en una pastelería y Tere comenta el parecido de los ojos de la pequeña hija de Elena con los de Gabriel, de un tono azul poco común.


«Me temblaba la mano cuando extendí mi brazo hacia Gabriel. Le cogí la barbilla, le forcé a levantar la cara, a mirarme. Y allí estaban, eran mis ojos, color océano. Los ojos que toda la vida había soñado ver en el rostro de mi madre, y que me había negado a reconocer en la cara arrugada de ese pobre viejo.»


Afectada, Carolina acude a ver a Ricard con Ariana, que en un arrebato admite que sabe la verdad y pone las cartas sobre la mesa. Carolina está afectada y reclama a su padre que le haya ocultado la historia todos esos años, pero él se reitera en su inocencia. Deberá acudir a Gabriel para seguir obteniendo respuestas y conocer lo que ocurrió cuando se desveló el secreto de Elena.


Furioso, Ricard pega una paliza y viola a su esposa, que huye no sin antes suplicar a Pepita que cuide de Carolina. Con el corazón roto, Elena acude a casa de Gabriel, que le propone huir juntos a Francia. Allí se enfrentarán juntos a la dura vida del inmigrante, pero las dificultades palidecen al lado de lo que Elena ha anhelado toda su vida: la libertad. Así, comienza a estudiar Filosofía y a rodearse de gente afín hasta conocer a su ídolo, la gran Simone de Beauvoir. Tras escuchar su historia, la autora la anima a traducir sus obras para una nueva editorial. Gabriel rememora su pasión y alegría con cariño, a pesar de que, para sorpresa de Carolina, su relación terminase poco después de su llegada a París.


«Como los árboles cuando se pudren por dentro: aunque por fuera aún luzcan verdes, lo mejor es talarlos, antes de que una tormenta los rompa por la mitad y causen daños. No hubo enfados ni gritos, a nuestra manera incluso seguimos siendo amigos. La verdad es que tampoco puedo quejarme, durante esos cinco años nos utilizamos mutuamente para ser felices. El día que descubrimos que ya solo conseguíamos hacernos infelices, nos dijimos adiós.»


Pero Elena añora a su hija, las fotos que Pepita le envía cada cumpleaños dejan de ser suficiente y decide volver en su busca. Es entonces cuando se pierde su pista. Carolina, conmovida, se reconcilia con su hija. Unidas, van a despedirse de un moribundo de Ricard y le confiesan sus conversaciones con Gabriel. Pero Ariana tiene un presentimiento que se acaba confirmando cuando cae en la cuenta de que Pepita no envió la foto del 19 cumpleaños de Carolina. Y es que fue ella la que, temerosa de perder a Carolina en brazos de su madre, fue a recoger a Elena al aeropuerto para llevarla con embustes a la casa familiar de S’Agaró. Distraída por su suegra, Elena se cae por las escaleras del torreón de la mansión y muere, su cuerpo abandonado en el mar para siempre.


«Me pregunté cómo había podido vivir con esta culpa dentro, si había llorado mucho por mi madre. Y enseguida me respondí que no. Ni siquiera ahora lloraba por ella. Lloraba porque yo había apartado mi mano de la suya, lloraba porque sabía que nada volvería a ser igual entre nosotras. Y tenía razón.»


Carolina despide a Pepita en el acto y acude junto a su padre, afectada pero por fin en paz al conocer el destino de su madre y siendo consciente de que, para ser feliz, debe seguir adelante.


El estilo


Con su estilo directo y elegante, Laura Anguera consigue que las emociones más sutiles desborden las páginas, pintando con maestría imágenes viscerales que se clavan en el corazón del lector.


«Era agradable cerrar los ojos y sumergirse en el agua caliente. Pensé que debía de ser una sensación parecida a estar dentro del útero materno. El útero de una madre desconocida, que no había hecho por mí más que expulsarme de su vientre, parirme y largarse. Tiré con fuerza del tapón y dejé que el agua se marchara por el sumidero. Me quedé sola, desnuda, en la blanca bañera. Tirité de frío».


NADIE ME HABLÓ DE TI es un ejercicio bellísimo que plasma las luces y las sombras del acto de recordar, poniendo en palabras sensaciones tan esquivas como son el dolor y la melancolía que trae el duelo, el calor abrasador de los celos, la plenitud que da el permitirse sentir esperanza e, incluso, la pasión que provoca la adicción a la lectura.


«No se quitan las fotos de los seres amados que mueren, solo rompemos las de aquellos que queremos ver muertos.» «Letraherido ya de por vida, hurgaba por las estanterías de las novelas y de los ensayos, se dejaba aconsejar por el bibliotecario, se abalanzaba sobre los libros que este tenía sobre la mesa, especialmente los recién llegados, con ese olor a papel recién impreso que tanto le gustaba.»


Los personajes


Pero si algo brilla en Nadie me habló de ti, son sus personajes. Altivos, tiernos, crueles, imperfectos y, en definitiva, humanos, Laura Anguera huye de romanticismos y consigue que sus personajes respiren.


El lector sentirá ganas de sacudirlos por sus defectos, pero no podrá evitar redimirlos y enamorarse de ellos por sus virtudes… Y es que no hay ninguno que carezca de las complejidades que presenta la gente en el mundo real. Así, Carolina es valiente, pero al mismo tiempo insegura e intransigente, Elena es encantadora y caprichosa, Gabriel dulce pero demasiado orgulloso, la adolescente Ariana terca y apasionada. Incluso aquellos a los que deseamos odiar por sus actos crueles, como Ricard y Pepita, tienen un elemento que los redime y hace que el lector no pueda más que compadecerse de ellos: su amor por Carolina.


Todos tienen voz propia y presentan un desarrollo interior donde las primeras impresiones nunca son lo que parecen, convirtiéndose en un ejemplo de cómo las cosas nunca son blancas o negras sin permitirnos olvidar que, aunque el amor no dure para siempre, no por ello es menos real.


Barcelona, pasada y presente


Barcelona es, innegablemente, un personaje más en la novela. La autora plasma la Ciudad Condal de ayer y de hoy de forma evocadora, invitando al lector a acompañarla por una multitud de escenarios, algunos desaparecidos y otros todavía presentes, pero todos reales: la alegre playa de la Barceloneta, la biblioteca del Ateneu, la urbana Puerta del Ángel y el verde parque del Montjuic entre tantos otros. Sin olvidar, cómo no, las playas de S’Agaró.


«Los chiringuitos de la Barceloneta, eso es lo que ya no existe. Restaurantes de paella, pescadito y sangría, uno junto al otro, las mesas sobre la arena, sus camareros en la puerta mostrando el género y cantando el menú, sus gritos entreverándose con el canto de los gitanos que se acercaban desde el vecino Somorrostro, guitarra en mano, y rondaban por las mesas, podías elegir canción a cambio de una propina.»


Una ciudad que, como a la Carolina del final de la novela, invita a ser recorrida y respirada:


«Es verdad, quiero salir. Ahora que nos encierran a todos, a mí me entran unas ansias irrefrenables de abrir ventanas, sacar la cabeza y respirar, pisar las aceras, andar sin rumbo por la ciudad. Y voy a hacerlo, aunque no se pueda. Aunque deambule sola por las calles. Hasta que me den el alto y me obliguen a regresar a casa. Yo también tengo derecho a encabezar mi pequeña, particular rebelión. Al final, mira por dónde, resultará que sí soy una Ribé.»


Sobre la autora


Laura Anguera Armengol (Barcelona, 1966) creció con un libro en las manos, convencida de que, de mayor, sería escritora. Pero esa sonrisa —reiterada y conmiserativa— de los adultos la llevó a estudiar Derecho y cursar un MBA en el IESE. Ha ejercido como abogada en reconocidos despachos, ha sido directora legal de un club de fútbol, y actualmente en un conocido grupo audiovisual. Vivió en primera línea el estallido de la burbuja inmobiliaria, se quedó sin empleo. Un buen momento para tomarse un respiro, nueve meses sabáticos que cristalizaron en una novela, un debut literario con el hundimiento del mercado inmobiliario como telón de fondo (BOOM, Ed. Alienta). Ha tenido que llegar esta maldita pandemia y el confinamiento para que encontrara el tiempo necesario para acabar esta, su segunda novela. Ahora se promete a sí misma organizarse mejor, a ver si así puede ir a por la tercera. Veremos… 


 

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