Fernando Trías de Bes revisa los grandes hitos de la Humanidad desde la perspectiva de las emociones y el comportamiento humano en UNA HISTORIA DIFERENTE DEL MUNDO


Editorial Espasa. 312 páginas

Rústica con solapas: 19,90€ Electrónico: 8,99€


Espasa publica UNA HISTORIA DIFERENTE DEL MUNDO, el nuevo libro de uno de nuestros divulgadores más reconocidos. Trías de Bes nos propone revisar los grandes hitos de la historia de la humanidad desde la perspectiva de las emociones y el comportamiento humano. Una historia diferente del mundo, segun su autor, es "un paseo por la historia de la humanidad que explica e identifica los inventos sociales y las convenciones que son la base y el motor de las sociedades modernas»


Una historia diferente del mundo muestra el engranaje que hay tras la organización de las sociedades: la naturaleza del ser humano. Este libro recorre la historia de nuestras emociones, conductas e instintos, de sus contradicciones y paradojas, tomando como hilo conductor nuestras formas de organización y funcionamiento.


Fernando Trías de Bes sostiene en este libro que las leyes sociales están sujetas a las leyes de la naturaleza humana, condicionadas a su vez a una cultura, a una civilización y a un momento de la historia. El autor recorre toda la historia de la humanidad, desde los albores de la civilización, cuando las primeras tribus humanas empezaron a intercambiar productos, hasta la globalización del siglo XXI.


Fernando Trías de Bes ha sido traducido a más de treinta idiomas y ha vendido más de tres millones de copias de sus títulos. Divulgador excepcional, Trías de Bes consigue un equilibrio perfecto entre fundamento y curiosidades. Utiliza también anécdotas personales y situaciones cotidianas para ilustrar y hacer comprensibles los conceptos más teóricos.


El lector se sorprenderá ante nuevas interpretaciones de hitos históricos que hemos conocido desde otras perspectivas: el origen del dinero y de la banca, las grandes exploraciones oceánicas, el surgimiento de las empresas privadas, el nacimiento de la Revolución Industrial y de la sociedad de consumo, entre otros grandes hechos.


El punto de partida


¿Sabía que el falsificador es el ladrón más justo de todos? ¿O que la propiedad privada la inventaron los monarcas corruptos para recaudar más? ¿Que las sociedades anónimas se crearon para ocultar la identidad de los nobles agraciados por los reyes? ¿O que debemos los seguros a las personas insolidarias?


Normalmente ahondamos en la historia a través de los sucesos, las guerras, los descubrimientos, pero cada invento social ha sido resultado de nuestros impulsos, instintos y emociones: desde el miedo hasta el perdón, pasando por la ambición, la envidia, la insatisfacción, la compasión o el afán de poder. Estos y tantos otros explican cómo nos organizamos, cómo trabajamos y cómo se han forjado nuestras aspiraciones, derechos y libertades actuales.


En esta HISTORIA DIFERENTE DEL MUNDO, Fernando Trías de Bes revisa la evolución de las civilizaciones a través de las conductas. El resultado, una lectura sorprendente, entretenida y rompedora, que descubre las arquitecturas psicológicas y descarnadamente humanas que sostienen nuestro sistema social.


Algunos apuntes ensayísticos


UNA HISTORIA DIFERENTE DEL MUNDO recorre de forma cronológica — excepto por algunos puntuales saltos temporales— la historia de la humanidad, desde las primeras sociedades hasta la actualidad. Se centra en los grandes hitos sociales y económicos, evitando, salvo cuando es imprescindible, el habitual alud de fechas y de nombres de reyes. Nos habla, sobre todo, de corrientes de pensamiento e históricas.


El libro se divide en quince capítulos temáticos, un prefacio, un epílogo —ambos muy personales—, una «Guía de instintos, conductas y emociones», que presentamos al final del dossier, y una bibliografía. Cada capítulo se subdivide, a su vez, en diversos apartados encabezados con un título y un subtítulo que sitúan al lector en el marco histórico y emocional de los hechos narrados.


Fernando Trías de Bes consigue un equilibrio perfecto entre fundamento y curiosidades. Recupera momentos puntuales de la historia, cita obras de autores fundamentales, utiliza anécdotas históricas y personales, y recrea situaciones de nuestra vida cotidiana para ilustrar y hacer comprensibles los grandes conceptos.


También interpela al lector con preguntas continuas, cuyas respuestas hacen avanzar la narración. Un recurso para implicarnos de una forma poco común en el estudio del pasado y relacionarlo con el presente: nada, ningún comportamiento social, surge porque sí.


El autor integra unos resúmenes en el texto. Sintetizan los conceptos ya tratados, los destila y prepara el terreno para seguir avanzando y, sobre todo, entendiendo nuestra historia y nuestra sociedad.


Fernando Trías de Bes utiliza una técnica narrativa que recuerda las estructuras realizadas con fichas de dominó: la caída de una ficha provoca la de la siguiente… y así, una tras otra, hasta completar una imagen. En el libro, un hecho nos conduce a otro, y éste a uno nuevo… y así, uno tras otro, hasta mostrarnos la historia de una forma completa.


La escritura es amena y efectiva, impregnada con unas gotas de ironía. El autor nos atrapa y nos descoloca con paradojas y sorprendentes analogías que nos invitan a reflexionar.


Breve indicación para la lectura, por ERNANDO TRÍAS DE BES


"He realizado un paseo por la historia de la humanidad con el objetivo de explicar e identificar los inventos, las convenciones que son la base y el motor de las sociedades modernas, las manijas que dan cuerda a los autómatas que somos los ciudadanos. Algunas convenciones nos oxidan, otras dan poca cuerda y otras nos dan tanta que nos revolucionan y crean grandes burbujas y otras debacles económicas o financieras. Y otras son las que sostienen el sistema, las que lo aguantan todo.


Lo increíble del caso es que los inventos y convenciones que lo sostienen todo no son tantos; las economías actuales se sustentan gracias a apenas un número limitado de inventos o convenciones.


No pretendo abordar una historia exhaustiva del mundo —ya hay muchos libros de historia—, lo que quiero es centrarme única y exclusivamente en la historia de los pilares psicológicos básicos, en esas columnas sin las cuales la gran catedral de los sistemas de funcionamiento económico y social de los países desarrollados se derrumbaría como un castillo de naipes. Lo que haré es desgranar las conductas e instintos subyacentes y profundamente humanos que dieron pie o hacen posible cada invento, cada instrumento social y económico.


Así, ¿qué instintos subyacen y propiciaron la propiedad privada? ¿Y las sociedades anónimas? ¿Qué conducta humana hace posible un billete de cincuenta euros? ¿Debido a qué comportamientos surgieron los seguros? Cuando sea preciso, identificaré también la consecuencia que tuvo para usted, para mí, para la sociedad, para la humanidad la adopción y conservación de tal invento.


Dicen que las personas no cambiamos: la búsqueda de la felicidad, la codicia o la ambición, el miedo y el placer o la necesidad de seguridad están y estarán siempre ahí, son parte de nuestra naturaleza. Quizá sea cierto persona a persona. Pero la psicología social, aunque despacio, evoluciona y avanza. Si bien tenemos el vicio de regresar de vez en cuando a lo peor de nosotros, poco a poco la educación, la ética y la compasión van haciendo de este mundo un sitio mejor.


Y ahí se forman las verdaderas leyes universales de las ciencias sociales que nunca logramos desgranar en forma de ecuación. Es la conducta humana, la que no encontramos en los animales, la que explica la evolución del mundo. Ahí están los cimientos. Fundamentos humanos para una ciencia inexacta.


En resumen, las sociedades las conforman personas. Y las personas nos regimos por leyes extrañas y contradictorias, que contienen en su raíz emociones e instintos. Leyes, esta vez sí, universales, en tanto que humanas. De ellas emana el funcionamiento y el devenir de la humanidad."


INTERCAMBIAR PARA NO MATAR


«Al principio fueron la envidia y el egoísmo», nos cuenta Fernando Trías de Bes en este primer capítulo del libro. Y nos explica que una de sus verdades preferidas sobre el ser humano es la que el economista Adam Smith postuló en La riqueza de las naciones: «El ser humano tiene una tendencia natural al intercambio». Sin embargo, Adam Smith no reparó en que la tendencia al intercambio tuvo, y tiene todavía hoy, su origen en la envidia.


Envidia y egoísmo son los motores de la actividad social y económica. Las primeras tribus y asentamientos no tenían una tendencia natural al intercambio, sino al saqueo y la destrucción. Y si es más fácil matar para conseguir aquello que otros tienen, ¿por qué nació el trueque? Pues porque donde las dan las toman.


El ser humano descubrió muy pronto que la codicia satisfecha a través de la violencia engendra violencia en sentido contrario, y que era preferible intercambiar que matar.


El intercambio asume la libertad del otro para trocar. Por lo tanto, implica libertad, y la libertad va a estar en la base del desarrollo social posterior. A partir de este planteamiento, el autor aborda conceptos como las del excedente, la cobertura de riesgos, la capacidad de negociación o la utilidad marginal decreciente.


EL PLANETA TIERRA TIENE DUEÑO


Este capítulo se inicia con dos discusiones. Por un lado, la que enfrentó en Moscú, en 1990, a Mijail Gorbachov y a Boris Yeltsin; por otro, la que mantuvieron, en 360 a. C., los filósofos griegos Platón y Aristóteles. El objeto de la discusión fue el mismo: la propiedad privada. ¿Cómo es posible que, tras dos mil años, el ser humano no haya llegado a una conclusión?, se pregunta Fernando Trías de Bes.


Uno de los principales hallazgos de la psicología social y posiblemente el primer instrumento de movilización de las masas es la llamada «expectativa», es decir, un beneficio futuro, una próxima comodidad, una situación ventajosa, una posibilidad de medrar, una riqueza al alcance de la mano. Un incentivo.


Los seres humanos hemos tenido propiedad sobre tierras, sobre cuotas de polución, sobre ideas e incluso sobre los nombres que ponemos a las cosas. Propiedad es igual a titularidad y titularidad es igual a mercado. La parte central del capítulo analiza las diversas formas de propiedad. Descubrimos, así, que lo primero de lo que se tuvo propiedad fue de personas, en forma de esclavos. Se narra también el nacimiento de los primeros asentamientos amurallados, que supusieron el origen de las primeras castas o estamentos sociales.


Es interesante señalar que la propiedad comunal antecedió a la privada. La propiedad privada fue consecuencia de cuatro características humanas: la dejadez en la conservación de los bienes comunes; la corrupción y el aprovechamiento personal de las cosas sin titularidad clara; la insaciabilidad del ser humano; y la necesidad de incentivos que justifiquen un esfuerzo o trabajo individual.


EL ORO PROVINO DEL ESPACIO


Los cigarrillos fueron una moneda en los campos de concentración nazis. El dinero es un elemento dorsal de las sociedades modernas, y tanto su aparición como su desarrollo y evolución están plagados de emociones e instintos eminentemente humanos. El dinero puede ser cualquier cosa, pero esa cosa ha de cumplir tres requisitos sociales y psicológicos: ha de ser escaso, deseado y que no pueda ser creado de la nada.


Recorremos la historia del dinero, que apareció a causa de la dificultad para establecer la relación de intercambio entre productos distintos, como pieles, animales, cereales, o utensilios. Se llegó a las monedas de oro, plata y bronce por descarte. Ese recorrido nos lleva desde las monedas-mercancía, como conchas o la sal, hasta las criptomonedas, pasando por el establecimiento del patrón oro y del dólar como moneda de referencia.


Descubrimos una conducta intrínsecamente humana, el afán por conservar el valor de lo que poseemos, y su relación con una noción que los animales no poseen: la noción de tiempo. Por cierto, el oro se impuso porque es uno de los pocos elementos naturales del planeta que es limitado y que es imposible fabricar.


EL MILAGRO DE LOS PANES Y LOS PECES


El capítulo empieza en la antigua Roma, cuando el emperador Caracalla pagó a sus guardias con denarios a los que había restado una porción de plata, una devaluación o, como señala el autor, una «falsificación legalizada de autoría gubernamental». Hay historiadores que atribuyen al desplome del denario la principal causa de la caída del Imperio romano. Desde que el poder público descubrió la posibilidad de reducir la cantidad de metal precioso de la moneda, nació el instrumento económico de crear dinero y también la acción encubierta de robarlo «legalmente».


La ausencia de miedo sostiene nuestra fe en el dinero que hemos depositado en el banco, pero en el pasado era al revés. Era el miedo lo que sostenía la aceptación del dinero que los reyes y emperadores ponían en circulación. Entregar monedas que no son de oro —cobre, por ejemplo— a cambio de un valor en oro es el pacto social tácito más importante de la historia de la economía. Permite poner en circulación más monedas de las que se pueden respaldar con el oro disponible.


Las emociones que explican la relación de las civilizaciones con el dinero son un acuerdo tácito, un exceso de confianza y un expolio. La palabra «expolio» suele ir unida a «impuestos». Éstos fueron una forma de concentrar la riqueza en manos de los poderosos y una herramienta de expansión militar o imperial. Completan este capítulo temas como el nacimiento de la banca comercial y de los bancos centrales, y la aparición del papel moneda.


LA JUGADA ANTES DE LA TIRADA


La hiperinflación es el elemento destacado de este capítulo, en el que se ahonda en los instintos y la psicología de masas que producen estos fenómenos. Desde el primero documentado, en 1795 en Francia, ha habido cincuenta y ocho casos de hiperinflación. Los más conocidos son el de Alemania en el periodo de entreguerras, el de Hungría de 1946, el de Zimbabue y los distintos episodios latinoamericanos.


España ha sufrido épocas de elevadas inflaciones, pero nunca ha registrado un caso de hiperinflación devastadora. Una hiperinflación es una bancarrota. Siempre se produce por razones de envergadura, como la derrota en una guerra, el colapso de un régimen político o de su sistema productivo, una caída masiva del PIB o la decisión de vincular la moneda nacional a otra extranjera, con lo que se pierde toda la confianza en la divisa propia. La política monetaria de un país es un mecanismo con la capacidad de alterar el valor de nuestros ahorros, es decir del trabajo ya realizado y que no hemos disfrutado aún. Miedo y expectativa son el motor que alarga las hiperinflaciones más allá del ajuste de valor que la moneda realmente hubiese necesitado.


LOS LADRONES MÁS JUSTOS


Partiendo del famoso robo del tren postal de Glasgow a Londres, en 1963, Fernando Trías de Bes dedica este sexto capítulo a las reglas de juego socioeconómicas y, en especial, a la falsificación. Cuando alguien falsifica un billete es lo mismo que robarlo al Estado. Pero como el Estado tiene la capacidad de volver a crear lo que le roban, imprimiendo billetes, falsificar, en teoría, «no hace daño a nadie». En realidad, el falsificador nos roba a todos. Ahora bien, es un ladrón justo porque roba en la proporción a lo que cada uno tiene. El autor nos lo explica con ejemplos muy esclarecedores. Puestas así las cosas, ¿por qué hay condenas mayores a un falsificador que a un asesino? ¿Qué subyace a la prohibición drástica de falsificar? En el juego económico, si queremos que la partida continúe debemos respetar las reglas. Eso es lo que se viola cuando se falsifica dinero: se violan las reglas de juego de la gran partida que es vivir en sociedad. Un falsificador se convierte, así, en la primera célula de un virus que, si se propaga, mata al enfermo. Por eso, los sistemas penales los castigan tan duramente.


LAS CULPAS TIENEN LÍMITE


En este punto del libro, los lectores hemos conocido ya muchos de los elementos indispensables para configurar un sistema social moderno. Tenemos intercambio, existencia y aceptación de la propiedad privada, formas de dinero, reglas de juego para el comercio y la economía, y las primeras instituciones encargadas de guardar y prestar ese dinero. Sin embargo, faltan dos mecanismos indispensables para el desarrollo económico: la capacidad del ser humano para asociarse y para mutualizar riesgos. La capacidad de asociarse desembocará en la creación de sociedades anónimas, que limitan la responsabilidad de todo emprendedor. Por otro lado, la capacidad de mutualizar riesgos hará posible la limitación de pérdidas. ¿Por qué no fue hasta finales de la Edad Media cuando entraron en juego mecanismos de restricción y contención? Porque la sociedad estaba empezando a privatizar la actividad y a favorecer la iniciativa personal.


Este séptimo capítulo nos explica el nacimiento de las empresas a finales del medievo. Paradójicamente, fueron promovidas por los estados para impulsar las grandes rutas marítimas. Los reyes las asignaron en régimen de monopolio, con tal de mantener el control y el poder. Hasta la Revolución Industrial, el tejido empresarial de las sociedades occidentales estaba polarizado. Lo constituían, por un lado, pequeñas empresas, profesionales y comerciantes. Por el otro estaban las empresas descomunales, que gestionaban monopolios estatales. Y poca cosa entre ambos extremos. En este epígrafe se aborda, además, cómo se fue gestando cada una de las características de una sociedad anónima: las acciones, la transmisibilidad de participaciones, los órganos de Gobierno, etcétera.


EL NEGOCIO DE LA PROBABILIDAD


Fernando Trías de Bes nos descoloca en la primera línea de este capítulo: «Apostar contra la vida de alguien es legal». Luego nos conduce hacia terreno conocido: los seguros, cómo nacieron y cómo se desarrollaron.


La muerte estuvo en la génesis de este sector. En el Antiguo Egipto, donde el funeral era un rito de la mayor importancia dada su creencia en el Más Allá, se crearon pequeñas tasas locales para sufragar los sepelios de todos los contribuyentes. Fue una respuesta al egoísmo de unos cuantos que, antes de la creación de esa tasa, no estaban dispuestos a ayudar a los más pobres a tener un funeral como los dioses requerían. El miedo al futuro socio-económico se cura con seguros. Y si en la primera etapa de la historia de los seguros, se aseguró el Más Allá, en la segunda etapa entraron las mercancías. Las primeras «mercancías» aseguradas fueron los esclavos. En resumen: en los orígenes del seguro se mezclaron la insolidaridad, la muerte y la esclavitud. Fernando Trías de Bes también nos habla del caso de Jeanne Calment y la hipoteca inversa que firmó con el notario André-François Raffray.


LA DICTADURA DE LA PRODUCTIVIDAD


A partir del año 1800, gracias a la vacuna de la viruela, a las mejoras higiénicas, a los avances de la medicina y en la conservación de los alimentos, la mortalidad cayó en picado. El aumento de la población se disparó. En un siglo la de Europa casi se duplicó. Ese aumento de la población fue lo que lo cambió todo. No fueron los telares ni la metalurgia ni la siderurgia ni el vapor ni el ferrocarril de la Revolución Industrial. Las innovaciones agrícolas e industriales se encaminaron a abastecer la creciente demanda de la población. Durante el siglo XIX se multiplicó la producción agrícola, gracias al hallazgo de los fertilizantes, la siembra mecánica y los nuevos arados. El sistema Norfolk de rotación de cultivos permitió obtener más forraje y optimizar y aumentar la alimentación del ganado.


La revolución agrícola fue la otra gran precursora de la Revolución Industrial. El transporte, el textil, la alimentación y la construcción centraron los avances industriales del siglo XIX. El ser humano concentró toda la inventiva en liberarse de las tres tareas primordiales hasta aquel momento: las búsquedas de alimento, de abrigo y de seguridad. El siguiente paso fue el aumento de la productividad, una magnitud que mide cuántos bienes y servicios se producen por cada recurso utilizado en un tiempo concreto. Para ello, se introdujo en la industria la división del trabajo, que modificó para siempre las funciones de un ser humano en la cadena productiva de la sociedad. Ya nunca nada sería lo mismo.


EL NACIMIENTO DE LA ESPECULACIÓN


Tras la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en la primera potencia mundial. La Revolución Industrial modificó el aspecto de las ciudades europeas a través del crecimiento urbano y de los suburbios de fábricas. Quedó destruido en parte por la contienda bélica. En Estados Unidos, entre finales del siglo XIX y principios del XX, crecieron grandes urbes y se disparó la industrialización. La electricidad se expandía, sustituyendo al carbón. Se popularizaron los primeros electrodomésticos, el teléfono y el automóvil. Hubo otro fenómeno social en el que participó la mayoría de norteamericanos: la especulación en bolsa. Hasta aquellos momentos, los criterios para comprar un activo habían sido que conservase el valor y que proporcionase un rendimiento. De pronto, esto dejó de ser así y las personas compraban activos solo para revenderlos.


La especulación es atractiva porque es la única forma de escapar a la dictadura de la productividad. El crac del 29 demostró que el precio de las acciones en los mercados bursátiles podía llegar a disociarse y distanciarse mucho de su valor intrínseco. Supuso también la pérdida de confianza en el axioma que aseguraba que no era necesaria la regulación de la economía, los mercados se regularían por sí mismos desde la libertad. ¿Qué miden los análisis técnicos bursátiles?, se pregunta aquí el autor. «Lo diré sin ambages. Miden el miedo y la codicia», nos responde. Miedo y codicia, dos sentimientos muy humanos, el gran tema del libro.


EL DOCTOR ESTADO CURARÁ SUS MIEDOS


La figura central de este capítulo es John Maynard Keynes, «el economista más influyente de todos los tiempos», según Fernando Trías de Bes. Cuando publicó su Teoría general, en 1936, sentó las bases teóricas del estado del bienestar y la participación de lo público para superar los problemas económicos y alcanzar los objetivos de pleno empleo. Defendía que las inversiones estatales, mediante una política de gasto expansivo, serían las que elevarían la inversión, generarían empleo y volverían a poner en marcha la circulación del dinero, erradicando las expectativas pesimistas sobre el futuro. Nacía así el gasto público, uno de los pilares de la organización de las sociedades democráticas. También la deuda pública. La Segunda Guerra Mundial produjo varias enseñanzas importantes que luego se incorporaron al funcionamiento de las sociedades en periodos de paz. El primero fue la incorporación de la mujer al mundo laboral. El segundo, que, tras una guerra, era fácil que un país experimentase una época de expansión y pleno empleo.


El capítulo aborda también el desarrollo de la política monetaria internacional en la segunda mitad del siglo XX, tras los acuerdos de Bretton Woods, en 1950. Veintiún años después, el presidente Richard Nixon rompió aquellos acuerdos y desvinculó el dólar del oro: fin del dinero respaldado por algo que no sea solo la confianza en el emisor. Adiós al patrón oro. Es algo que nos afectó más de lo que pensamos, nos advierte Fernando Trías de Bes.


EL TIMO DEL SIGLO


«Quiero ahora dedicar este capítulo entero a lo que considero que constituye el mayor timo del siglo xx: el comunismo», anuncia el autor: «Y los motivos son profundamente humanos, no económicos ni políticos». La revolución rusa colectivizó los medios de producción y centralizó la economía. Todo estaba predefinido: los precios, lo que se fabricaba, cuánto se fabricaba, quién lo hacía, a cambio de qué, la capacidad adquisitiva de cada persona… Era la llamada economía planificada. La reforma agraria incluyó la expulsión del campo de millones de personas, bajo el terror. La expropiación de los campos permitió al Estado dedicar todos los excedentes de la agricultura a la exportación. El resultado fue una hambruna con millones de víctimas.


Recorremos también la historia de la URSS, desde la Revolución de 1917 a su disolución, en 1991. Fue una economía basada en la producción, no en la demanda. Su historia es la del camuflaje de incapacidades, ineficiencias, errores disimulados y decisiones pospuestas. China ha sido el único país capaz de implementar de manera progresiva elementos de la economía de mercado manteniendo la arquitectura política del comunismo. Lo hizo muy despacio, sin endeudamiento y estudiando muy bien el capitalismo antes de abrirse comercialmente al mundo.


LA RELIGIÓN DEL CONSUMO


A mediados del siglo XX emergió con una gran fuerza la llamada sociedad de consumo. El consumo se ha convertido en los últimos cien años en la madre del cordero económico. Desde el inicio de los tiempos, el ser humano se ha hecho con toda clase de propiedades, desde personas hasta bienes como tierras, casas, vehículos, negocios, etc. Pero ¿consumimos realmente para poseer? ¿Existen impulsos y conductas humanas que hayan convertido el consumo en casi una religión? A la sociedad de consumo le costó arrancar. Tuvo dos primeros intentos interrumpidos por sendas guerras mundiales. Se inició con un automóvil, el Ford T, de 1912. La visión de su constructor, Henry Ford, fue que cualquier trabajador estadounidense pudiera tener un coche. Sin embargo, la fiebre por consumir, adquirir, comprar y poseer se disparó en Occidente a partir de 1950, alcanzada la paz y estabilizadas las economías y las relaciones internacionales en Europa y con Estados Unidos.


El consumo como motor principal se puso en marcha con una fuerza imparable que se ha prolongado hasta nuestros días. En el capítulo se tratan también los avances del marketing, capaz de crear necesidades que los consumidores debemos satisfacer. Vemos cómo las segmentaciones de los consumidores se basan en las necesidades en lugar de en rasgos demográficos. A partir de la aparición del teléfono móvil, el autor nos formula una gran pregunta: ¿qué necesidades son imprescindibles y cuáles no lo son? ¿Cuáles son necesidades creadas por la sociedad de consumo y qué necesidades son inherentes a nosotros y emergen de nuestros deseos? Por otro lado, ¿por qué nos endeudamos para consumir?


DE FRONTERAS Y CONTRABANDISTAS


Élisabeth Vallet, investigadora de la Universidad de Quebec, es especialista en muros que separan países o territorios. Ha contabilizado un total de setenta muros fronterizos en el mundo, de los cuales quince se pueden considerar estructuras fijas que separan territorios. El más famoso, el de Berlín, se levantó en agosto de 1961.


La principal función de un muro es evitar los movimientos migratorios. Sin embargo, bajo argumentos migratorios subyacen motivos de índole económica. Cuando se decide separar a dos países mediante un muro es porque su estructura económica, productiva, laboral o nivel de renta es dispar. Los trasvases de población de un territorio a otro —siempre del pobre hacia el próspero— se traducen en problemas sociales, laborales y de seguridad en el país de destino. Un muro es una frontera. Y una frontera no únicamente delimita un sistema político y legal con entidad propia, sino que es un grifo cerrado en el vaso comunicante de dos economías conectadas. Analiza también este decimocuarto capítulo cuestiones como las de la especialización de las naciones, la autarquía —y su relación con los regímenes totalitarios—, el comercio internacional, los aranceles... y la losa del proteccionismo. Afirma Fernando Trías de Bes que el principal obstáculo para el comercio internacional a lo largo de los siglos ha sido el miedo a perjudicar a los más cercanos, a nuestros compatriotas. Y para cerrar, otra pregunta muy interesante: ¿es posible mantener en el tiempo las políticas proteccionistas? Un elemento clave en este debate es el de la competencia desleal. Lo que está claro es que el dinero conectó el mundo y globalizó el planeta.


MILLONES DE CEROS Y UNOS


Internet ha modificado a la sociedad más que cualquier otro invento de la humanidad. La tecnología digital ha afectado drásticamente a los modelos de producción y distribución, así como a las vidas de las personas. Hay, sin embargo, otra naturaleza distinta de invenciones: las que atañen a la transmisión del conocimiento, como la escritura o la imprenta. Por primera vez en la historia de nuestra especie un mismo invento modifica las dos cadenas de valor fundamentales del ser humano: el sistema productivo y la transmisión del conocimiento. Cuando, en 1993, el CERN liberó el código fuente y la WorldWideWeb se hizo de dominio público, las empresas y organizaciones, públicas o privadas, interpretaron que sería una especie de páginas amarillas, un listín o directorio como tantos otros, solo que a través de la pantalla de los ordenadores.Lo que acabó pasando es que las empresas perdieron el control de los medios de comunicación masivos. El esquema tradicional de comunicación de emisor, receptor, medio y mensaje quedó obsoleto porque los consumidores se convirtieron en emisores. La publicidad cambió para siempre y la capacidad de influirsobre las decisiones de los demás estaba al alcance de cualquiera.


«Nadie lo supo prever». Con esta frase como apostilla, el autor repasa todos aquellos ítems relacionados con la tecnología digital e Internet que nadie supo prever, y revisa su historia reciente, desde la irrupción de Apple al fenómeno Airbnb y el e-commerce. La revolución digital no solo transformó los sistemas de transmisión de información o de producción, sino que modificó las relaciones de poder y, en especial, abrió puertas de empoderamiento que estaban cerradas o que no existían. Finalmente, el autor nos asegura que haber vivido el nacimiento de las criptomonedas es un privilegio. Pocas generaciones han tenido la oportunidad de ser testigos de cambios e hitos tan trascendentales en la historia de la humanidad.


Guía de instintos, conductas y emociones


Fernando Trías de Bes ha incluido al final del libro una guía de los instintos, conductas y emociones que cabe identificar como causas o trasfondos de hechos sociales y económicos. Los presenta en torno a los diferentes grupos de conductas: en relación al querer más, el deseo material, la maldad o violencia, justicia, compasión, seguridad, razón o raciocinio, argucia o mentira, rasgos positivos o negativos de la persona, las que están en relación con el tiempo o con el futuro, las que hacen mención a la naturaleza de las relaciones y, por último, las reacciones o sentimientos puros.


Las diez principales emociones, conductas e instintos que subyacen, explican y determinan nuestro funcionamiento y devenir son las siguientes: 1. Ansia de poder 2. Libertad 3. Corrupción 4. Miedo a perder 5. Confianza 6. Guerra 7. Seguridad 8. Especulación 9. Afán de control 10. Respuesta a incentivos.


Sobre el autor


Economista y escritor, Fernando Trías de Bes (Barcelona, 1967) es autor de una veintena de libros, entre ensayos económicos, novelas, relatos y guiones. Entre los primeros, destacan La buena suerte (2004, Premio al mejor libro del año en Japón, en coautoría con Álex Rovira; reeditado en 2019); El vendedor de tiempo (2005); El libro negro del emprendedor (2007); El hombre que cambió su casa por un tulipán (Premio Temas de Hoy 2009); El gran cambio (2013) y El libro prohibido de la economía (Premio Espasa 2015). Sus ensayos más recientes son: Las siete llaves (2020) y La solución Nash (2020). Entre sus principales títulos de ficción se cuentan El coleccionista de sonidos (2007); Mil millones de mejillones (2010) o Tinta (2011). Investigador social, observador atento y divulgador incansable, escribe más de cien artículos anuales, con los que aproxima el mundo de la economía y la empresa a todos los públicos. Sus libros han sido traducidos a más de treinta idiomas y ha vendido más de tres millones de copias entre todos sus títulos.


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

BAJO LA LUZ DEL ECLIPSE, una novela conmovedora de Mercedes de Vega sobre dos jóvenes unidos por el dolor y la esperanza

EL BARRACÓN DE LAS MUJERES, una novela de Fermina Cañaveras que saca a la luz la historia de las mujeres españolas obligadas a prostituirse en los campos de concentración nazis

Tras la Trilogía de Illumbe, vuelve Mikel Santiago con EL HIJO OLVIDADO, un caso turbio que esconde una trama de corrupción; un policía dispuesto a saltarse los límites con tal de resolverlo.