Dimas Prychyslyy gana el Premio 25 Primaveras con NO HAY GACELAS EN FINLANDIA, el retrato fragmentado de una sociedad hiperconectada, pero terriblemente sumida en la soledad


Editorial Espasa. 392 páginas

Tapa dura con sobrecubierta: 19,90€ Electrónico: 9,99€


Dimas Prychyslyy ha ganado el Premio 25 Primaveras con NO HAY GACETAS EN FINLANIA. El jurado destacó de la obra su destreza narrativa, la profundidad de sus personajes y voces y la originalidad de su estructura.


Mario, dependiente de una librería y recién despedido, pasa las ocho horas de su jornada no laboral en el metro. Ha encontrado en el suelo de un vagón un papel con algo escrito: la lista de la última compra que uno hace en la vida. Tiene que verlo Damián, aspirante a escritor en los ochenta, que decide solicitar la ayuda de Claudia, cuyo trabajo es suplantar a algunos autores en sus redes sociales. Hay una marca en el papel que le resulta familiar y… Aquí empieza la búsqueda que los llevará hasta Olvido, bibliotecaria cómplice; a Aurelio, comisario de policía letraherido, y a Ástrid Lehrer, personaje en busca de autor.


Y mientras estos personajes «que no son capaces de separar el disfrute que les da la ficción del disfrute que les da hurgar en las vidas ajenas» se dedican a hacer de detectives salvajes, Misha batalla con su identidad sexual; su M., Isolina, con el abandono a través de una malsana relación con la comida que comparte con Antonio y Bea, y Zhora, encerrado en su casa, se ha bajado del mundo. Muy cerca de él vive Mar, una anciana de 99 años, contrapunto de paz y comprensión en el que encuentran consuelo los perdidos. Incluido el lector.


NO HAY GACELAS EN FINLANDIA es más que una novela: es, además, un puzle con toques de Valle pero a lo Burroughs pasado por Bolaño, que el lector ha de construir con la convicción de que la lectura es una sutil forma de violencia y de que todos, personajes, autor y lectores, somos trozos de papel en recipientes de vidrio.


¿HAY UCRANIANOS ANDALUCES Y GACELAS EN FINLANDIA?

Unas notas previas de Dimas Prychyslyy


El título de la novela parte de una discusión con mi pareja. Hablábamos de conceptos contrapuestos y de combinaciones imposibles.


No hay ucranianos andaluces —me dijo para provocarme.

¡Venga ya! —le respondí.

Y soltó:

No hay gacelas en Finlandia.

¡Titulazo! —el tiempo se detuvo. Y se acabó la discusión.


Cuando escuchas «no hay gacelas en Finlandia» te imaginas gacelas corriendo por Helsinki. Es lo que sucede con ese ejercicio que nos proponían en Lingüística: «¿Te imaginas un elefante amarillo?» Y lo primero que te venía a la cabeza era eso. El título no deja de ser una metáfora un poco graciosa que pretende simbolizar la búsqueda de la libertad.


La escritura de novela, en mi caso, creo que ha sido fruto de una evolución orgánica, si se quiere. Se parte del pronto emocional y la brevedad que hay en la poesía. Luego trampeas con el relato. Y lo natural es acabar en la novela. De acuerdo, hay autores que no lo han hecho así, pero abundan los ejemplos en sentido contrario. Desde luego, no soy una excepción.


NO HAY GACELAS EN FINLANDIA es un retrato de una sociedad hiperconectada, pero terriblemente sumida en la soledad. Personas solas que viven con pantallas, que se comunican a través de las pantallas, que se abrazan a las pantallas… y que les lloran a las pantallas. No solo jóvenes, como asegura el tópico, también gente mayor que combate así la soledad y el aburrimiento.


Hubo una suma de chispazos, en momentos puntuales, que impulsaron la novela. Uno fue el descubrimiento de una mujer mayor que arrancaba páginas de las revistas, las rompía, convertía cada trozo de papel en una bolita y clasificaba aquellas bolitas por colores. Otro chispazo fue el ver a una persona que no había salido de su casa durante tres años, teniendo veinte. ¿Por qué?


Hay gente que te cuenta su vida en las redes y luego te dice «no, yo la autoficción no la practico». Señora o señor, usted la practica a diario y compulsivamente. Son contradicciones que caracterizan a mi generación.


Respecto a si en la novela reflejo la realidad nacida del confinamiento, debo confesar que es casual. Una coincidencia a la que no me atrevo a ponerle el adjetivo «feliz» por todo lo que ha sucedido. Terminé la novela antes del confinamiento. Durante el confinamiento la pulí y, con la convocatoria del Premio 25 Primaveras en la mano, la dejé volar para escapar del bucle de la continua reescritura.


Sobre la estructura


NO HAY GACELAS EN FINLANDIA es una novela perfectamente estructurada como una serie de televisión, con episodios muy cortos y densos, que van saltando de unos personajes y situaciones a otros. Un mosaico que encaja al final, dando forma en la mente del lector a un conjunto de historias/vivencias/vidas que, de entrada, parecen dispersas y sin relación aparente entre ellas.


La novela se divide en doce partes formadas por un total de 96 capítulos cortos (algunos de ellos de una sola página) narrados en primera persona por once de los protagonistas, a los que, en las últimas páginas, se suman otros dos personajes muy presentes in absentia durante todo el relato.


Debemos añadir al conjunto un epílogo de los que ponen las cosas en su sitio y trece emails de Aurelio a Olvido (del 17 de junio al 4 de agosto de 2017) en los que se explica la historia de la familia Lehrer en otros veintiséis capítulos cortos de un estilo y una estructura narrativa más clásicos, si se quiere.


Una nueva forma de narrativa


Dimas Prychyslyy nos ofrece un magnífico ejemplo de una nueva forma de narrativa, buena conocedora de las nuevas tecnologías y modos de relación a través de las redes, de las nuevas costumbres y de los usos sociales: se busca pareja por aplicaciones de móvil, en internet se comparten fantasías y también realidades sexuales, los community managers manejan los mensajes y juegan con la reputación de quienes los contratan. También la estructura responde a los modelos de comunicación digital, más fragmentados y que permiten saltar de un personaje a otro y de una situación a otra. Impresiona la construcción de su trama de tramas. Es un árbol de vidas cruzadas que consigue unificar en una sola historia un buen puñado de existencias sin a priori relación alguna entre ellas.


Guiños culturales, ironía y unas gotas de misterio


El autor maneja muy bien las referencias (explícitas y no tan explícitas) a libros, películas y alguna canción. Las integra con naturalidad y nos ayudan a definir a los personajes.


La novela tiene sentido del humor y está impregnada por la ironía. Se burla de iniciativas culturales de dudoso gusto, como las performances artísticas, nos invita a contemplar nuevas formas de sexualidad llena de extravagancias, desde la pareja que solo logra la erección (de él) y el sexo (compartido) a través de los batidos de fresa, a hombres y mujeres que buscan encuentros sexuales a ciegas en páginas de contactos.


Tiene personajes divertidos: la anciana casi centenaria, lúcida y autosuficiente, que bebe como un cosaco, el librero obsesionado con el olor de los calcetines nuevos, la community manager de pelo teñido de verde y aviesas intenciones, el delirio de la secta de los Lehrer... Lo más sorprendente es que Dimas Prychyslyy nos los hace perfectamente creíbles. Hay también un misterio que sirve para que Dimas Prychyslyy dé una vuelta de tuerca a la historia y ponga al día el folletín decimonónico: contamos con un papel olvidado, un libro perdido, un hijo bastardo desaparecido y hasta un psiquiátrico.


De la ambientación y de los escenarios


Destaca en NO HAY GACELAS EN FINLANDIA la belleza de la ambientación física, que permite al lector conocedor de sus espacios madrileños y tinerfeños mirarlos con los ojos de un extraño y con la atención de quien observa las cosas por primera vez. Emociona también la capacidad del autor, que tiene algo de generacional, de situar en el centro del relato personajes, historias, vidas y realidades usualmente relegadas a los márgenes. Unos márgenes amplios y controvertidos por los que se mueve como pez en el agua.


Esa (emocionante) galería de personajes


Si para Marshall MacLuhan el medio es el mensaje, para Dimas Prychyslyy la historia es los personajes. La trama se va construyendo a partir de y alrededor de ellos. Cada uno tiene su propia voz, de forma que, conforme avanzamos en la lectura, distinguimos a unos de otros a partir de su forma de expresarse y de ver la realidad, sin necesidad de leer su nombre en el encabezamiento del capítulo (numerado, por cierto, con elegantes cifras romanas).


Los once narradores principales (por orden de aparición)


Apuntaremos solamente unas pocas relaciones entre ellos, porque son las que les dan volumen y hacen avanzar la novela. De otra manera, reventaríamos parte de la trama.

MARIO Delgado, muy alto y pelirrojo. No hace mucho ha sido despedido de la librería en la que trabajaba. Era un niño cuando su madre lo dejó todo y se marchó a Marbella; él se siente desorientado desde entonces. Le gusta vagar solo por el metro de Madrid. Su línea favorita es la 6, la Circular. Cumple en ella una especie de jornada laboral dando vueltas por el subsuelo de la ciudad. En un vagón encuentra un papel, una lista de la compra, que cambiará su vida. Le cuesta hacer relaciones y solo guarda siete contactos en el móvil. Nunca ha estado con una chica. Bueno, alguna chica sí ha estado cerca de él, incluso muy cerca: en el autobús, en el metro o en la cola del supermercado.


ISOLINA Una mujer madura de familia y de barrio bien. Isolina lee historias ajenas en el ordenador. Su familia cree que se dedica a dilapidar el dinero del padre en restaurantes y bares. No saben nada de su vida paralela. En unos comentarios en una página Web descubre a un joven con problemas de disfunción eréctil cuyo remedio ha sido ver a su novia furiosa engullir un litro de batido de fresa. Isolina decide tomar cartas en el asunto y tutelar a distancia la nueva vida sexual de la pareja. La suya nunca fue satisfactoria. Su marido, Juan David Ganvell, era «confuso de entrepierna y desviado de boca». Daniel, su único hijo, es peor que su padre.


MAR Diminutivo de Margaret Liz Sallow-Fernsby. Procede de una familia inglesa establecida en Pedregosa desde finales del siglo XIX. Tenían muchas propiedades y vive de rentas. Va a cumplir noventa y nueve años. No se he casado nunca. Hace quince años que está en una residencia llena de gente interesante, de viejos intelectuales. El centro cierra los fines de semana y ella regresa los viernes a la urbanización en la que residía antes. Un día se enfadó con ¡Hola! por un artículo sobre la Casa Real y la rompió, ordenando por colores los trocitos que habían resultado. Es vecina de los Medel que le guardan revistas para romper (Vogue y revistas de decoración).


ZHORA El hijo de los Medel, vecinos de Mar. Lleva sin salir de su habitación setecientos treinta y un días. Para justificar su ausencia, su familia se inventó que estaba estudiando en el extranjero. Ha cortado la polea de las persianas. Ha puesto silicona en las juntas de los ventanales. Plastilina en todos los enchufes menos el que usa para el ordenador. Tiene sus supersticiones sobre el teclado: nunca usa el circulito pequeño ni la «a» pequeña de la primera tecla de la segunda fila superior. Ni el interrogante que abre. Ni la exclamación que abre. Ni el punto y coma. Una vez intentó atenderle un médico. Desde entonces su madre solo le deja cubiertos de plástico en la bandeja con la comida.


CLAUDIA Community manager literaria. Da pasos para construirse una identidad falsa en Twitter que usará para crear hilos polémicos que adentren a los lectores en el laberinto del morbo literario. Le encargan cuentas de escritores de escasa entidad. No se queja; de hecho, en el fondo le divierte escribir barrabasadas oculta tras la máscara de un escritor reconocido. Ha perdido en el metro una lista en la que había esbozado los rasgos de una de esas identidades fake. Con el nombre de Luci formó parte de un grupo del juego Searbook con Mario y Damián. Para el primero, es la chica más antipática y más guapa del mundo; el segundo dice que en realidad se llama Claudia y es una impostora.


OLVIDO Bibliotecaria. Acaba de romper con Aurelio. O mejor, Aurelio se ha ido y la ha dejado sola. Una amiga ya le había advertido que él no era agua clara. Aurelio se ha ido con una taxista. La conoció al salir del Capitol. Gorda, fumadora y desordenada, exclamó antes del portazo. Al inicio de No hay gacelas en Finlandia está poniendo orden en su casa eliminando cualquier vestigio del tiempo compartido con Aurelio, comisario de policía, por cierto. Lo está haciendo del tirón. Saca los paquetes a escondidas, de noche, para que ningún vecino la vea. Aurelio sigue mandándole emails. Arrepentido por haberla abandonado, en varios de ellos le relata la historia de la familia Lehrer.


BEA Mujer joven con una vida sexual del todo insatisfactoria por culpa de la disfunción eréctil de Antonio, su marido. Lo habían probado todo, desde juguetes a hacerlo frente a la ventana para que los viera una vecina inválida. ¡Todo! Pero nada. Nunca funcionó. Hasta que engulló de un trago el contenido de un batido de fresa y ocurrió el milagro.


ANTONIO Tras comentar el milagro del batido de fresa en las redes, su vida ha cambiado. Una persona se ha puesto en contacto con él. Se llama Isolina Ganvell y se ha convertido en una especie de planificadora de su vida sexual. Reserva y paga restaurantes para él y Bea, y diseña la estrategia de seducción y cópula. Siguiendo el viejo adagio de que en la variedad está el gusto, los lleva desde restaurantes de lujo hasta McDonald’s suburbiales.


MISHA Seudónimo eslavo que adopta Daniel Ganvell, el hijo de Isolina, para rehacer su vida lejos de M. Lleva cinco años sin saber de ella. Su único contacto familiar es su abuela. Es vegano y homosexual. Cultiva una estética entre gótica y otaku. Sale con BELIAL (el alias de Ricardo), un tipo muy guapo y de inmensos ojos azules. A Misha le encanta ponerse la ropa de su difunta tía Amanda, en especial un vestido de terciopelo gris.


LA OKU Los que oyen hablar de ella por primera vez piensan que ha sido okupa. Ella atribuye el alias a que siempre está ocupada. Tiene treinta y dos años, es hija única de una pareja de funcionarios y se considera una emprendedora. Recientemente ha desarrollado un proyecto en el que sus posibles socios la han ido dejando tirada. Tiene puestas sus esperanzas en don Ignacio, un inversor. Su vida se cruza con la de Misha de forma accidental, cuando el joven derrama sobre su vestido una taza de café. Él la describe como una mujer de cara afilada, mejillas embadurnadas de rojo y tocada con un sombrero con plumitas negras y una rejilla patética.


DAMIÁN Yuri Kasimirovich Bloj García, hijo de madre rusa y padre cubano. Aspirante a escritor hace años. Va en silla de ruedas y llegó a estar diez años sin pisar la calle. Es amigo de Mario, del que fue compañero de Searbook, un juego de esconder/buscar libros por la ciudad. Prepara un traslado. Hace seis meses que no se ducha.


Dos narradores especiales


Al final de NO HAY GACELAS EN FINLANDIA, Aurelio y Ástrid Lehrer se suman a la lista de narradores, aunque ambos están muy presentes durante casi toda la novela. De hecho, el título del libro se lo debemos a Ástrid. Hay pistas sobre ello diseminadas a lo largo del relato en forma de fragmentos del Informe Alfa. Y ahí lo dejamos.


LA FAMILIA LEHRER Los Lehrer llegaron a la isla de Tenerife el 3 de febrero de 1970 gracias a un anuncio que el padre interpretó como una señal divina. Su único contacto allí era el matrimonio BRENKLER y sus posesiones, dos maletas de piel cuarteada y una máquina de escribir. OTTO LEHRER había conocido a su esposa AGNES el verano de 1952 en un camping junto al lago Saimaa, en Finlandia. Ambos pertenecían a un grupo religioso y solían asistir a las actividades que se organizaban para los feligreses. Agnes se casó embarazada y sin el consentimiento de sus padres. Para cuando nació MARIE LEHRER, ya era mayor de edad. El matrimonio se instaló en una ciudad del sur de Alemania, donde fundaron una nueva sede de la Sociedad e hicieron un puñado de peculiares amigos, casi todos relacionados con la psiquiatría clínica y la religión filosófica inspirada en los escritos del místico y visionario austríaco Jakob Lorber. Transcurrido un año nació ALEXANDER y ocho meses más tarde las gemelas ÁSTRID y BERTA LEHRER.


Y, ya puestos, estos son algunos temas de la novela


SOLEDAD Parafraseando a Tolstói, cada uno de los personajes de no hay gacelas en finlandia vive la soledad a su manera. Casi todos ellos mantienen los vínculos con el mundo —digamos, real— a través de las redes sociales. Dos de los narradores, Damián y Zhora, pasan años sin pisar la calle, aislados incluso de sus familias.


SEXO E IDENTIDAD SEXUAL El sexo está muy presente, por acción y por omisión, en la novela. «En mis circunstancias es absolutamente intolerable tener un hijo confuso y desviado», nos dice Isolina de su hijo Daniel/Misha. «Él dice que no es orientación que es género […] Confuso de entrepierna y desviado de boca», concluye. Ella misma impulsa las especiales relaciones sexuales de Bea y Antonio. Misha y Belial son usuarios de Grindr, mientras que Mario, Zhora y Damián viven desde hace años en un involuntario, aunque inevitable, estado de castidad de facto.


AZAR El azar juega un papel determinante en No hay gacelas en Finlandia. El azar hace que Mario encuentre una nota de Claudia en el metro: «Qué casualidad que Mario encontrara algo que te pertenece y decidiera acudir a mí, ¿no crees? Damián tiene razón, pienso, por muy verdadera que sea mi historia es del todo inverosímil», sostiene Misha. El azar de las redes une a Isolina con Antonio y Bea; el azar hace también que Misha derrame su café sobre La Oku y cruza de forma superficial las vidas de Belial, Misha, Isolina, Bea, Antonio, Mario, Damián y Claudia en un McDonald’s de suburbio.


ANONIMATO EN REDES En distintos momentos de la novela somos testigos de diferentes acciones a través de las redes. La historia de Claudia, sin embargo, va un paso más allá y nos muestra la forma de actuar de una persona que utiliza perfiles falsos o de otras personas para crear polémica. «Me han pedido que me encargue del Twitter de una autora novata por la que van a apostar este año. Será todo un placer meter a esa pobre en berenjenales», se sincera con los lectores.


LOS NO LUGARES EN LA GRAN CIUDAD En una obra con abundantes metáforas, destaca por su brillo la que tiene como protagonistas a Mario, el metro y un eReader: «Donde me siento bien es en el metro. En el metro y dentro del eReader. El metro es un no lugar, el eReader es un no libro. El metro preserva la intimidad de tu destino, el eReader la de tus lecturas. Podría ir a donde me diese la gana como leo lo que me da la gana».


Sobre el autor


Dimas Prychyslyy (Elisavetgrado, Ucrania, 1992) es graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado el poemario Mudocinética (Ediciones Idea, 2010) y ha sido galardonado con el Premio València Nova en su categoría de poesía en castellano por Molly House (Hiperión, 2017). Ha participado en las antologías Piel Fina, poesía joven española (Maremágnum, 2019) y De la intimidad (Renacimiento, 2019). En 2019 fue galardonado con el V Premio Logroño de Narrativa para Jóvenes Escritores por su libro de relatos titulado Tres en raya. En 2020 publicó Con la frente marchita en la editorial Dos Bigotes. Durante el curso 2016-2017 recibió una beca en la Fundación Antonio Gala. Escribe tanto poesía como prosa, que considera distintas caras de la misma moneda, para acercarse a temas como la identidad, la marginalidad o el homoerotismo.


 

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