Ares González muestra en EDUCAR SIN GPS una visión global de la crianza para que "disfrutes por el camino"



Editorial Planeta. 336 páginas

Rústica con solapas: 17,90€ Electrónico: 9,99€


El maestro y formador Ares González demuestra que podemos gozar de nuestros hijos mientras aprendemos a combinar su educación con nuestra propia vida. Sin prejuicios y con una visión realista sobre la crianza, este experto nos aporta las herramientas para alcanzar la felicidad y el bienestar de los nuestros y de toda la familia.


Éste no es un libro más sobre cómo criar a tus hijos. No es una lista de lecciones que tienes que estudiar para ser mejor padre o madre. La primera pauta de este libro es muy sencilla: disfruta de la crianza. No eres perfecto: eres lo que tu hijo necesita. «Tira el GPS por la ventana y disfruta del camino, porque la crianza es un viaje apasionan».


El sistema nos empuja a vivir con prisas y no está hecho para tener hijos. Los permisos por nacimiento no son suficientes, las medidas de conciliación son prácticamente inexistentes y cada día hacemos malabares para compaginar vida personal, familiar y profesional. Así, educar se hace más complejo aún. ¿Los 3 grandes problemas? Exceso de información sobre cómo educar, no saber distinguir lo importante de lo secundario y el síndrome de la madre perfecta. ¿Qué es lo que tu hijo realmente necesita? Tu presencia, alguien de referencia que lo atienda, los escuche y lo acompañe.


Otros de los temas que se trata en Educar sin GPS son la importancia del descanso y el sueño, la necesidad que tienen los hijos de abrazos, caricias y contacto, la paciencia, los hábitos de alimentación…


Y las emociones: «La rabia, la risa, el enfado, la frustración, la alegría… tienen que expresarse en la infancia con toda su intensidad. Solo aceptándolas y validándolas podemos acompañar a nuestros hijos en sus necesidades. Por ejemplo, el llanto tiene una función vital de protección, de desahogo emocional y de liberación de toxinas en el cerebro. Deberíamos permitirles llorar con toda nuestra dedicación y apoyo, y no evitar su lloro (una práctica muy extendida)».


Una visión global


EDUCAR SIN GPS defiende una visión global de las relaciones familiares, de la educación, de la infancia y del crecimiento con sentido común. Cuando tenemos el mapa completo no necesitamos una voz que nos diga a cada segundo cuál es el camino que debemos tomar. En este trayecto vital, olvidarse del GPS nos hará vivir la crianza desde otra perspectiva. Esta idea resulta clave para el maestro y formador Ares González. A partir de ahí debemos poner el foco en estar presentes para nuestros hijos, darles los cuidados que necesitan, fomentar su autonomía, establecer unos límites claros, dejarles ser ellos mismos y garantizar el bienestar familiar. No es una tarea fácil, pero sí una oportunidad extraordinaria. Los lectores verán que este reto constante puede superarse con amor.


En el libro, el autor proporciona diversas herramientas a las familias en forma de teoría y ejercicios prácticos que no solo nos llevan a reflexionar sobre nuestra forma de educar, sino que también nos aportan múltiples soluciones. Luego, cada familia sabrá sacarles partido y encontrar su camino. Con ejemplos de su propia experiencia como padre y maestro, Ares González demuestra con un tono cercano y divulgativo que todos tenemos recursos para disfrutar de la crianza y no sucumbir en el intento. Las herramientas están ahí: solo hay que conocerlas.


El autor nos invita a dejar atrás la idea de que no llegamos a todo o que no somos lo bastante buenos para nuestros hijos. «Hay que cambiar el foco y mirar con gafas de niño. Así comprenderemos que lo que les ocurre tiene un sentido y se corresponde con sus necesidades o con su momento evolutivo», asegura en el libro. Sabremos, pues, cómo funciona el cerebro de un niño, cuáles son las distintas formas de apego, por qué es tan positivo el movimiento libre, de qué forma podemos marcar límites sin recurrir al «porque lo digo yo y punto» o cómo ayudarles a ser felices. En estas páginas, las familias descubrirán que educar requiere desaprender porque, tal y como dice Ares González, «quienes nos enseñan a ser madres o padres son nuestros hijos».


Tu PRESENCIA determina su desarrollo


«Más que nunca, la presencia está en peligro. La conciliación familiar y laboral nos llena de tareas, las pantallas nos absorben y los tiempos compartidos entre padres e hijos se van reduciendo. El mejor regalo que le puedes hacer es estar presente. Todo empieza con el amor, el apego y el vínculo. Ya en el embarazo se inicia una relación que determinará su futuro, porque no necesita que estemos, sino que estemos presentes. Aunque para ello tenemos que cumplir ciertos requisitos, como estar disponibles, prestarles atención, respetarlos, ajustarnos a sus necesidades y tener continuidad». «Niños y niñas necesitan la seguridad de que se los amará siempre, independientemente de lo que ocurra. Tu hijo opinará, se enfadará contigo y hará cosas que no te gusten. Esta es una de las pruebas que la crianza te pone en el camino. En estos momentos también es fundamental que lo ames sin condiciones y lo eduques desde el respeto, acompañando sus dificultades y ayudándolo a regularse. Te necesita como referente estable».


«Lo más importante del apego es la respuesta continua a sus necesidades. Está claro que no vamos a poder satisfacer todas, y es entonces cuando entra en juego la batería de la seguridad. Cuando está por encima del 50 %, se relajan porque saben que están seguros y sostenidos por su figura de apego. Necesitan ganar la confianza suficiente, confirmando una y otra vez que tendrán una dedicación y un amor incondicionales. Este sentimiento de confianza es la base para desarrollar su autonomía y descubrir el mundo».


«Un ejemplo clásico se da cuando los adultos queremos hacer algo importantísimo a última hora que nos absorbe. Buscamos un hueco de la casa donde estar tranquilos, nos metemos cinco minutos en la tarea y aparece un niño que se pega a tu pierna, rompiendo tu concentración. Continúas intentándolo un poco más y al final terminas enfadado porque no puedes hacer nada. Para mí, el aprendizaje está claro: tenemos que aprender a ponernos límites y ponérselos a nuestras circunstancias, porque si estás con tus hijos tienes que estar presente; si no, es como si no estuvieras».


«La rabia, la risa, el enfado, la frustración, la alegría… tienen que expresarse en la infancia con toda su intensidad. Solo aceptándolas y validándolas podemos acompañar a nuestros hijos en sus necesidades. Nos molestan aquellas emociones que se permiten en la infancia, pero no en la madurez, como la rabia. Por ejemplo, el llanto tiene una función vital de protección, de desahogo emocional y de liberación de toxinas en el cerebro. Deberíamos permitirles llorar con toda nuestra dedicación y apoyo, y no evitar su lloro (una práctica muy extendida)».


Los CUIDADOS que necesitan


«El descanso es vital para nuestro bienestar. No se puede ser flexible en este punto. Como adultos responsables, debemos procurar unas condiciones estables de sueño a la infancia. Sabemos que los patrones irregulares o que generan falta de sueño alteran su equilibrio personal. Está demostrado que las consecuencias potenciales son graves, tanto en la infancia como en la edad adulta».


«El ritmo circadiano de tu hijo o hija se ve afectado por el ambiente en el que vive, por sus acciones y por las respuestas que recibe. Esta danza entre el desarrollo biológico y las condiciones externas definirá su patrón de sueño».


«Los horarios fijos, tanto a la hora de dormir como a la hora de comer, ayudan al sueño. Fijo no quiere decir estricto, sino estable y constante, pudiendo variar quince o veinte minutos arriba o abajo. Este es el motivo por el que muchas familias se quejan, porque durante los fines de semana sus hijos se levantan a la misma hora cuando podrían dormir más. ¡Su ritmo circadiano manda!».


«Nuestros hijos e hijas necesitan mimos, caricias, besos, contacto y piel. No gritos, malos tratos o personas desesperadas. Un bebé que no duerme es difícil de gestionar, lo hemos vivido la mayoría de los padres y las madres. Haced lo posible para no perder los nervios y entended que puede ser evolutivo y, sobre todo, que no será para siempre. A veces, se vive intensamente aunque no haya sido tanto tiempo».


«Es importante planificar la compra y el menú semanal. Se recomiendan, como mínimo, cinco raciones al día: tres de fruta y dos de hortalizas. ¿Y si nuestros hijos no quieren fruta? Ten siempre fruta encima de la mesa y cortada en la nevera, verás cómo vuela».


«A mí, desde bien pequeño, me enseñaron a no respetar mi sensación de saciedad. Con todo el amor del mundo, me decían: "Cómetelo todo", y así lo hacía. Esta es una causa del exceso de peso en los adultos: no sabemos cuándo parar. Un bebé cierra la boca para decir que no quiere más y si insistimos aprende a obviar su señal interna. Mi hijo, con menos de un año, se quita el babero y claramente es un «no quiero más». También cuando ves que empieza a jugar y no quiere seguir con la comida. Cuando tienen lenguaje te lo dirán, pero puede pasar desapercibido. Por eso es tan importante «ofrecer» la comida, y no «darla».


«Los hábitos de comida no dependen solo de la educación, sino que se copian de las figuras de referencia. En más de una ocasión, la dificultad no está en el niño o la niña, sino en los hábitos de alimentación familiares. El primer paso es empezar por ti. Claro, no eres perfecta, o perfecto (yo tampoco), pero puedes avanzar poco a poco hacia una alimentación más saludable que mejorará tu salud y también la de los tuyos».


AUTONOMÍA: Dale alas para volar


«Da igual la edad que tenga, si le permites expresarse y observas bien verás todas estas aptitudes desde que son bebés. Se comunican con la piel, con el llanto, con sus emociones, con los gestos, con los sonidos, con las palabras, y en cada oportunidad empiezan un nuevo diálogo. Descubren la vida cada día, exploran todo lo que encuentran, juegan, toman decisiones, se equivocan, vuelven a empezar y así construyen significados de todo lo que pasa».


«¿Consigues parar el tiempo el tiempo en otros momentos para ajustarte a su ritmo? ¿Tenéis la oportunidad de ir tranquilamente, andando a su velocidad, observando lo que ocurre y disfrutando de un pájaro, de una flor o de una hoja en el camino? Con niños y niñas de uno a tres años es toda una experiencia».


«Considero necesario reflexionar sobre lo que llamo el tempo de la infancia, es decir, la velocidad a la que los niños y las niñas se mueven en la vida. No puedes educar todo el día, ni pararlo todo a cada minuto: tendrás que elegir en qué momentos hacerlo y en cuáles no. Lo importante es que sean los máximos posibles, porque solo podrán conquistar su autonomía cuando se respeta su tempo».


«Tendemos a pensar que un niño es autónomo cuando hace las tareas que le decimos y las hace solo. Eso no es autonomía, es obediencia, porque no hay iniciativa ni libertad de decisión para afrontar lo que les ocurre. Es decir, no parte de las necesidades del niño o de la niña, sino de la persona adulta».


«Potenciar su autonomía significa dejarles enfrentarse a las consecuencias de sus movimientos, de sus pensamientos, de sus decisiones, de sus emociones y de sus aprendizajes, mientras acompañamos desde la distancia como referentes de seguridad y los ayudamos a regularse».


«Tienes que ser consciente de que proyectas tus miedos, inseguridades y expectativas en el desarrollo de su autonomía. Por eso es importante que te observes. (…). El miedo a dejarles hacer se produce cuando controlamos sus acciones en cada momento y no se pueden expresar libremente (¡adiós autonomía!). Tratar de limitar el impulso vital de un niño o niña es casi imposible, por lo que termina creándose un ambiente en el que se mezclan la sobreprotección, los enfados y los límites sin sentido. La falta de control se resuelve con un entorno preparado, con presencia (física o en la distancia) y aprendiendo cómo es la infancia».


«Un error habitual es anticiparnos y no validar sus errores. Estamos felices cuando hacen nuevos progresos que corresponden con nuestra idea de lo que está bien, sin embargo, cuando está mal, les damos la respuesta correcta o los corregimos. Tendemos a decir: «Mira, cariño, esto se hace así». ¿Y si les dejamos que lo descubran autónomamente? Como maestro te digo que en los «errores» están las mayores posibilidades de aprendizaje».


El porqué de los LÍMITES


«A diferencia de la conquista de la autonomía que solo se puede desarrollar desde la mirada del adulto, los cuidados o los límites se hacen evidentes: o los gestionas o te llevan por delante. No es posible convivir sin definir qué se puede hacer y qué no».


«Lo habitual es vivir una lucha interna entre el respeto a los niños y las niñas y el propio. Tratando de buscar este equilibrio, aparecen también el sentimiento de culpa y el malestar por todos los momentos en los que podíamos haberlo hecho mejor. Poco a poco, y con sufrimiento, vamos dejando atrás tantos malos hábitos integrados con los que hemos crecido, como el «porque sí y punto» o el «porque lo digo yo».


«Tienes una función muy importante como figura de referencia. Lo que sostiene su vida es el vínculo y la conexión que tengáis, desde esta seguridad descubrirá el mundo. Cada día mirará a través de ti cómo comportarse, ser y estar. Tu ejemplo es vital en todo. ¿Cómo vas a decirle que no grite si tú gritas?, ¿cómo va a respetar las normas de casa si tú no lo haces?».


«El amor mutuo, vuestra profunda conexión o vuestra relación privilegiada pueden confundirte, pero has de tener claro que no sois iguales. Tú eres la persona adulta que tiene una maduración completa, puede comprender la realidad de forma global, entender los límites y las posibilidades de la vida, mirar a largo plazo, etcétera. Sin embargo, un niño o niña está en pleno proceso de desarrollo, con sus grandes posibilidades y limitaciones. Lo denominamos autoridad sistémica, porque tú eres la persona adulta, y él o ella, no. Cada cual tiene que asumir su lugar en la familia».


«No podemos perder de vista que el objetivo de los límites es aprender, no obedecer. La obediencia genera todo lo contrario al aprendizaje. Ya sé que tú viviste otra cosa y que cuando éramos pequeños (e incluso antes) existía este maravilloso refrán: «La letra con sangre entra». Pues ya sabemos que no entra y que, además, es perjudicial para el desarrollo de la persona».


«Pensamos que son pequeños y que no entienden nada. Pero los límites se integran porque algo ocurre en repetidas ocasiones. Se caerán y se golpearán contra el suelo cuando empiecen a ponerse de pie; tras dos o tres caídas, se regularán para que no les pase. Necesitan años para ir integrándolos cerebralmente, hasta que los límites se convierten en normas. Requiere mucha paciencia y confianza».


«Pecamos de decir y decir que hagan o dejen de hacer, pero no se trata de comunicar el límite; lo más seguro es que ya lo conozcan. Se necesita presencia y atención, así que tenemos que acercarnos físicamente, ponernos a la altura de sus ojos, establecer contacto visual o corporal, y entonces indicar el límite».


Permítele «SER»


«Seguramente quieras que tu hijo o hija sea responsable y participe de las tareas del hogar. Pero ¿cuándo debería empezar? ¿Cómo puedes conseguir que forme parte de su vida? La participación nace en el «movimiento libre» y en mirar a niños y niñas como personas capaces y responsables. Toman decisiones de forma autónoma y querrán colaborar en la vida cotidiana. Todos los niños y niñas quieren y necesitan sentirse capaces. Solo tienes que ver su cara cuando consiguen hacer algo, ese sentimiento de potencia y competencia es la base de la responsabilidad y de los hábitos».


«Solo tú puedes permitir que tu hijo o hija vaya conquistando pequeños retos para que haga sus movimientos más conscientes. Solo tú puedes permitirle moverse al aire libre. Solo tú puedes permitir que se exprese como es y no que se comporte como «corresponde» desde una visión adulta».


«Céntrate en la brújula para educar y no pierdas el foco de qué es realmente importante. Dedica el tiempo que quieras a lo que te apetezca, pero no te obsesiones porque dejarás de disfrutar. Siempre hay cosas que mejorar y es necesario asumir que ofreceremos a nuestros hijos e hijas una educación imperfecta. No puede ser de otra manera, tú y yo somos imperfectos. No podemos dar lo que no somos».


«Cuando parece que un niño o una niña no atiende, que está distraído o se tumba un poco en el sofá, su cerebro está organizando y conectando toda la información recibida. Si su agenda está tan apretada que no puede ni descansar, ni expresarse ni aburrirse, a la larga se generará un problema. Las oportunidades más interesantes para el aprendizaje son aquellas en las que podemos reflexionar sobre lo ocurrido; sin embargo, suelen ser las más escasas por la falta de tiempo».


«Tenemos que proporcionarles espacios en los que puedan explorar, expresarse, simbolizar, moverse y descansar. Es triste, pero la mayoría de los lugares limitan su curiosidad y sus acciones, al ser espacios pensados para adultos. Nuestra mejor herramienta es observar si pueden jugar tranquilamente y si el entorno responde a sus necesidades».


«Las personas estamos constituidas por un dinamismo interno que si se paraliza pierde su viveza, su color. Cuando tratamos de controlar las expresiones de la infancia, rompemos su proceso creativo. Lo importante, como dice mi maestro Carles Parellada, es «no reducir al ser humano a una o varias de sus cualidades, que son múltiples y complejas».


«Te sorprenderás cada día. Vienen equipados con todo lo necesario para conquistar su movimiento, su autonomía, sus acciones, palabras y juegos. La mente de niños y niñas usa el método científico de forma natural: observan, elaboran hipótesis, prueban sus experimentos, analizan qué ocurre, se lo muestran a los demás y los invitan a reproducir sus resultados. Son creadores de su propia cultura, solo tienes que permitirles expresarse tal y como son».


[BIEN] estar en familia


«Es importante tener claro que, como padres o madres, somos responsables de lo que ocurra. Tu función en la familia no es la misma que la de tu hijo o hija. A ti te corresponde decidir, resolver asuntos, alimentar, educar y generar un ambiente equilibrado para vivir, mientras que tus hijos simplemente se desarrollan, disfrutan, juegan, contribuyen a la vida familiar y crecen en el contexto que tú y tu pareja habéis creado».


«Cada persona de la familia necesita tiempos en comunidad, tiempos compartidos solo entre dos y tiempos individuales. No se nos puede olvidar, si solo tenemos un hijo o hija, que necesita espacios en soledad, y en el caso de familias grandes, habrá que hacer un esfuerzo por crear momentos personales con cada miembroo».


«Me sobran ejemplos de parejas separadas que no se hablan o con muchos problemas, cuyos hijos suelen estar bastante perdidos y confusos. El problema no es la separación en sí, sino la calidad de la relación entre ambos progenitores y cómo resuelven conjuntamente los asuntos que les corresponden. Mirar bien a la otra persona, aun después de un divorcio, es la base del equilibrio emocional de los hijos e hijas de familias separadas. Siempre digo que, en estos casos, hay que «tragar» mucho, porque las cosas no serán como uno quiera. La diferencia está en si tragan los hijos o tragan los padres. No hace falta que te diga a quién le corresponde, ¿verdad?».


«Forzar a la infancia, educarla en ambientes negativos, hará que su cerebro bloquee el aprendizaje. La alegría es la base para el desarrollo. Si el estrés es crónico, se altera el patrón de conexiones permanentes y se genera un cerebro más inestable, con menor gestión emocional y peor autorregulación. El comportamiento es el mejor reflejo del ambiente en el que crecen».


«Hay que cultivar la pareja al menos un poco cada día. En realidad, no necesitamos grandes fiestas o regalos, sino algo mucho más sencillo. La pareja necesita quererse, cuidarse y acompañarse. Un masaje de dos minutos antes de dormir, un abrazo en la cocina mientras se prepara la cena, una mirada de apoyo en medio de una rabieta… Seguro que se te ocurren muchas más ideas».


«¿Qué ambiente quieres generar en tu casa? Tú y tu pareja tenéis la llave que genera el ambiente colectivo. Quien cuida, si no se cuida, no puede cuidar. De nuevo, tienes que velar por tu bienestar para poder estar disponible y ofrecer un buen ejemplo a tu hijo o a tu hija. La pareja se tiene que cuidar porque a largo plazo se producen efectos negativos para la infancia».


«Vivir con hijos puede ser una espiral de estrés o alegría. Puede ser maravilloso o un sufrimiento. Genera tiempos en los que estéis en calma y se note la relajación en el ambiente. A pesar de que actualmente vivimos vidas estresantes, cada padre y cada madre crea un ambiente diferente. ¿Cuál es el que vas a crear tú a partir de ahora?».


Sobre el autor


Ares González es padre de familia numerosa, maestro y formador de educación y crianza. Se ha especializado en acompañamiento respetuoso a la infancia, innovación pedagógica, familia y crecimiento personal. Es tutor de aula en el Colegio Lourdes FUHEM (Madrid), colaborador de la revista Aula de Infantil de Graó e impulsor de la web de educación Alaya Difundiendo Infancia. Su objetivo es ayudar a docentes y familias a acompañar a la infancia educando para la vida, generando mejores ambientes y, sobre todo, disfrutando. Para ello ha creado dos espacios de formación: Crecer en Familia y Escuela de Docentes.


Instagram: @aresglez

Facebook: AresGonzalezHueso

Twitter: @aresglez Web: aresgonzalez.es



 

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