UN SEÑOR ELEGANTE, de Suso de Toro, una historia sobre la ética de la resistencia


Alianza Literaturas. 520 páginas

Rústica: 22,50€ Electrónico: 12,99€


Suso de Toro comenzó a escribir, inicialmente, la historia de una familia de rasgos insólitos, que a través de generaciones acumulaba libros y protegía figuras de la cultura y de la política gallegas, como Rosalía de Castro y su marido Manuel Murguía, o Castelao y Rafael Dieste. Lo que era una novela familiar, a través de las personas del cirujano Ángel Baltar y sus dos hijos Antonio y, particularmente, Ramón, poco a poco se va transformando en una persecución en la que el narrador se ve atrapado, investigando fascinado esa presa esquiva. Un Ramón Baltar clandestino y en penumbra. En UN SEÑOR ELEGANTE, definida como novela de no ficción, nos vemos atrapados en esa persecución a través de la génesis (¿o revelación?) del personaje y de una historia, la de la ética de la resistencia. Un sueño republicano y un relato del siglo XX europeo vivido en Galicia y en España; una visión muy distinta, alegre y resistente, de nuestro pasado.


Este es un libro diferente a sus libros anteriores...


Es verdad. Aunque, depende... porque hay una novela anterior, Hombre sin nombre, en la que ya hice un viaje al pasado para conocer los nombres de los verdugos, un libro duro. En este otro, Un señor elegante, ahora hice lo contrario, es una historia de resistencia pero creo que imbuida de esperanza, aunque trate de unas esperanzas derrotadas, paradójicamente creo que deja un sabor alegre. Y en cuanto a investigar una historia familiar, en otra novela, Siete palabras, busqué en mi propia familia paterna, de Sayago, en Zamora. Así que ya había ensayado investigar el pasado colectivo y también el pasado familiar, no es tan diferente entonces.


¿Entonces, tratando de una familia completamente distinta y ajena a la suya, forma parte de su plan de trabajo o de su proyecto literario?


No estaba en mi plan, como cuento al principio del libro, estaba en medio de la escritura de una novela, que tuve que dejar descansar cuando caí tragado por este otro libro. Lo que pensé que sería algo incidental se transformó en un proyecto cada vez más ambicioso, o sobre todo absorbente. Me tragó, como creo que está tragando también a sus lectores.


¿Podemos decir que el libro fue cambiando conforme lo escribía?


Más bien, al principio no tenía un carácter definido. Con quince años de distancia me tropecé dos veces con la historia de esa familia, y acabé “picando” por decirlo así. En principio pensé, “voy a contar la historia de esta familia tan curiosa, va a ser un proyecto interesante y divertido pero no creo que vaya a tener mucha profundidad más allá de los hechos narrados”. Y así empecé, pero en seguida se me apareció una figura, la del cirujano Ramón Baltar, que primero se me representó como tristona, falta de gracia y de brillo al lado de la de su padre, un cirujano también brillante, alegre e impetuoso, o la de su hermano, un intelectual republicano exiliado escapando de la muerte. La cosa fue que ese Ramón Baltar no sólo se me fue manifestando como una figura muy distinta sino que también se apoderó del libro. Y de mí.


¿El libro podría ser definido como la historia de esa familia Baltar, al menos un período?


Eso era mi propósito inicial, pero no resultó así. Inicialmente pensé, “voy a intentar hacer unos Budenbrook o algo parecido”, pero aunque están esas historias y esos personajes tan pintorescos que vienen del siglo XIX todo acabó por ser una persecución, o un ir arrastrado detrás de la figura de Ramón Baltar. El libro es el relato de mi búsqueda para reconstruir su figura. Lo que cuento es el proceso de construcción del relato, que son los pasos de la vida de Baltar, y del propio personaje. Y como dije antes, fui arrastrado, no sé si fue mi entusiasmo por el carácter del personaje o si fue una trampa que él mismo dejó armada. Porque fue un hombre que las cosas que hizo las hizo desde la penumbra, incluso desde la clandestinidad, y no transmitió eso a su descendencia apenas, sin embargo dejó todos sus papeles, que atestiguaban ese relato de su vida que cuento. “¿Para qué los dejó, por qué no los quemó?”, me pregunté varias veces. Yo creo que realmente quería que sus descendientes supiesen quien fue él.


En el prólogo del libro se refiere a la relación necesaria con sus descendientes para poder escribir su relato, ¿puede definir cómo fue?


Fue muy delicada e interesante, aún lo es, pues mantenemos una relación muy intensa. Casi me siento un poco del clan, pues la figura de Ramón es tan potente y vital que ya forma parte no sólo de mi imaginario sino de mi misma biografía. No sólo es un personaje, también es una persona a la que no llegué a conocer, apenas la vi cruzándome por la calle cuando era yo muy joven, pero que a través de ese proceso mágico que es la literatura ya es real para mí. Es raro decirlo, pero le tengo respeto y afecto.


¿De qué modo participaron en el proceso?


Pues es cierto que hubo participación de algún modo. Siendo un libro muy personal, una dialéctica casi íntima entre el autor y el narrador con el personaje principal, para el libro conté con la ayuda de otras personas. De mi compañera, Teresa, que por primera vez se implicó en un proyecto literario mío en la documentación y en las entrevistas con muchas personas. Y todo el proceso fue una dialéctica compleja con los descendientes directos de Ramón Baltar. Resultó un proceso profundo en el que emergió, detrás de la figura del padre, la figura de un hombre de una envergadura impresionante en todos los planos. En cierto modo un gigante más o menos emboscado detrás de la respetabilidad de un gran cirujano y un bibliófilo voraz. Su descendencia tuvo que integrar esa nueva figura. Y no es fácil, no todos sus descendientes están completamente de acuerdo con ese retrato mío del padre o el abuelo, como es natural.


Está entonces el tema de la memoria histórica...


La literatura no son temas, son historias. Aunque esta historia evidencia que, como consecuencia de un trauma, no hubo transmisión de memoria entre generaciones. Los adultos de hoy no saben realmente quienes fueron sus abuelos y abuelas. El franquismo y su continuidad consolidó un relato: el Régimen que instauraron los generales golpistas era “el orden” y quienes lo combatieron eran “los rojos”, unos terroristas, etc. Ese esquema pervive y la figura de Baltar, un resistente comprometido, puede resultar perturbadora para generaciones que nos hemos adaptado a ese orden de los vencedores y su continuidad.


¿Se podría decir que ese entusiasmo suyo al que aludió antes se debe a una identificación ideológica con el personaje que se encontró?


No me atrevo a negarlo completamente. Es verdad que me identifico con sus posiciones, de hecho permito que esa admiración forme parte del texto, es parte de la relación entre el narrador y el personaje, pero lo que creo que significa la figura de este Baltar es más profundo. Concuerdo con sus ideas pero lo que admiro es otra cosa, su valor y su ética. Creo que quien lea el libro al final podrá plantearse en determinadas ocasiones ante un dilema ético, ¿qué haría Ramón en esta situación? Yo lo hago.


Sobre el autor


Suso de Toro (Santiago, 1956), es licenciado en Arte Moderna y Contemporánea y uno de los principales exponentes literarios de las actuales letras gallegas. Cultiva la novela, el relato y el ensayo, así como el periodismo. Su extensa obra literaria ha sido reconocida con distintos premios de entre los que cabe destacar el Nacional de Narrativa por su novela "Trece campanadas", también llevada al cine; el de la Crítica, por "Tic-Tac" y "No vuelvas"; el de la Crítica de Galicia por "Polaroid" y "Siete palabras"; y el Blanco Amor por "Calzados Lola". En Alianza Editorial, además de "Un señor elegante", están publicadas, "Siete palabras", "Trece campanadas", "Sonámbulos" y "Fuera de sí". También ha escrito libros periodísticos y de ensayo.





 

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