LA GENTE NO EXISTE, de Laura Ferrero, el nuevo libro de relatos de una de las voces literarias más sugerentes de la actualidad

Editorial Alfaguara. 208 páginas

Tapa blanda con solapas: 17,90€ Electrónico: 8,99€


Una mujer se enamora de un vecino por cómo cuida las plantas de su terraza. Un hombre organiza una fiesta con todos sus seres queridos para celebrar el final de una larga enfermedad. Una niña acompaña a su madre a ver pisos que nunca podrán permitirse y un padre lleva a su hija adoptada a conocer a su madre biológica...


En estos relatos hay amor y desamor. Hay ausencia y culpa. Hay esperanza. Están los que celebran el hoy y lo que está por venir, y otros que prefieren vivir en las expectativas, donde se sienten protegidos. Los que pueden, olvidan. O no del todo. O no siempre. Algunos no creen saber qué es existir ni desear, ni qué hace que una vida sea una vida. Pero ¿alguien lo sabe?


Las historias de LA GENTE NO EXISTE, el úlimo libro de Laura Ferrero, narran lo íntimo, aquello que solo somos capaces de contar en voz baja, lo que nos ocurre cada día. Y nos deslizamos por ellas comprobando que «el camino de la emoción sin impostura que ha transitado Ferrero es uno de los que lleva a la gran literatura»


ALFAGUARA afirma que Tu último trabajo, LA GENTE NO EXISTE, es "el nuevo libro de relatos de una de las voces literarias más sugerentes de la actualidad". No está nada mal como referencia..............


Me siento muy afortunada de la recepción que está teniendo el libro, y sobre todo teniendo en cuenta que el relato corto no es un género tan popular como otros, al menos en nuestro país.


Los relatos que conforman LA GENTE NO EXISTE ¿están elegidos al azar, escritos expresamente para el libro, un poco de todo, o, sencillamente, porque así lo ha querido la autora?


En general, es difícil saber cuándo se empieza con un libro de relatos. Sin embargo, llega el punto en que, cuando tienes 4 o 5 escritos, de repente te das cuenta de que en todos ellos tratas de responder una misma pregunta desde distintos puntos de vista. En ese momento sabes que estás escribiendo un libro de relatos. En este caso, me ocurrió cuando escribí el relato titulado ‘La gente no existe’.


Al margen de estar escritos por la misma persona, ¿tienen puntos en común?


Sí, la verdad es que todos ellos dialogan los unos con los otros. Hacen referencia a esa gran pregunta: cuándo y cuánto, del tiempo que estamos aquí, estamos verdaderamente vivos y qué es lo que nos hace estarlo.


Escribes sobre el amor y el desamor, la ausencia y la culpa o la esperanza, pero no sobre política, economía o la covid, por citar algunos posibles temas. Si coincides con la premisa, ¿existe algún motivo?


A pesar de no hablar expresamente de política o economía, estos relatos sí hablan de la precariedad (emocional, laboral, económica). Pero los temas que más me interesan, los que cosen mi literatura, son las relaciones humanas, la incomunicación, lo no dicho…me gusta detenerme en lo aparentemente sencillo, en lo que creemos que no entraña gran dificultad porque esos son, a mi juicio, los temas en los que se nos va la vida.


Relatos, guiones, artículos, novela, ...... ¿te sientes a gusto en cualquier formato?


Sí, me siento igualmente cómoda escribiendo relato y novela. Con respecto al guion, aún estoy aprendiendo pero es un género del que disfruto mucho.


¿Escribes para tí, para entender mejor el mundo, otras razones, ......... ?


Escribo para acercarme a aquello que no entiendo. Es la duda la que me pone en marcha. La certeza me resulta paralizante. Me gusta esa frase de Leonard Cohen, a pesar de estar tan manida ya, la que dice que hay una grieta en todo y así es como entra la luz. Mi escritura parte de ahí, de la grieta.


¿Escribir es desnudarse emocionalmente?


Puede ser también lo contrario: disfrazarse para que nadie te reconozca.


¿Importa más el fondo que la forma? ¿O al revés? ¿O, tal vez, es un debate que no tiene sentido?


Yo creo que ambas son importantes, fondo sin forma no tiene sentido y ocurre lo mismo al revés.




EXTRACTOS DE LA GENTE NO EXISTE


«Ninguno de sus amigos de clase ha estado nunca en su casa, el pequeño piso sin ascensor del “barrio ese” donde viven sus padres y ella. De manera que celebran los cumpleaños de Amelia en cafeterías, en parques, incluso una vez lo hicieron en el jardín de Tito porque los dos cumplen el mismo mes. Amelia se queja porque quiere invitar a sus amigos a casa, pero su madre no da el brazo a torcer: viven lejos, dice, demasiado lejos. Sin embargo, desde hace un par de meses, ha decidido que van a mudarse y Amelia la acompaña todos los viernes, cuando sale del colegio, y pasan la tarde entre laberínticas casas unifamiliares con piscina interior y jardín, y amplios y exclusivos áticos con galerías y vistas al parque. Ha aprendido a no preguntar demasiado y mucho menos cuando hay gente delante. Y muchísimo menos de dinero, aquel dios pequeño y burlón, como dice su madre, que las separa, por fuerza, de una vida completa, del zumbido sin interferencias de la auténtica felicidad.» («Muchas posibilidades»)


«Durante años lloré en las bodas. Había dos momentos concretos en los que tenía que hacer esfuerzos para evitar el llanto. En primer lugar, cuando la novia entraba en la iglesia. Era quizás el color blanco, la tela aún impoluta de la cola del vestido deslizándose por el suelo, volviéndose gris, sucia, el padre que llevaba a su hija del brazo a entregársela a ese otro hombre que, amoroso, la esperaba. Los hombres entregan a las mujeres, pasan de unas manos a otras como si solas se cayeran, como si ellos fueran las ramas que las sostienen.» («Gangrena»)


«Me levanto por las noches porque la nevera hace un ruido insoportable. A ciegas, tratando de no despertar a tu madre, cojo las gafas de ver que descansan sobre la mesita, me las pongo y me dirijo hacia ese dios herido y renqueante que se me antoja un oráculo moderno, y trato de descifrar una señal entre sus vibraciones y zumbidos. Una señal que significa sí o no. Entonces me digo: si el ruido de la nevera se detiene ahora en seco es que saldrá bien. A veces ocurre y se detiene. Si no, espero un tiempo y le doy un poco de margen, una oportunidad. Mientras, lleno de agua un vaso de cristal adornado con líneas horizontales concéntricas. El agua no debe rebasar la tercera línea empezando por abajo. Parece fácil, pero no lo es, sobre todo teniendo en cuenta la potencia del grifo, que no conoce término medio. Un día tras otro, frente al zumbido de la nevera, que nunca cambia, renuevo el pacto y escribo una imaginaria y silenciosa carta a los Reyes Magos y estos, convertidos en nevera, me aseguran que todo estará bien.» («Nota de voz»)


«La gente cree que las palabras redimen, aunque yo no estoy tan segura. Solo sé que a todos nos gusta que alguien nos piense a través de ellas y que yo pienso a los demás a través de mis historias, deseando que tal vez los curen, que les devuelvan lo que ya no está o que puedan cambiar el curso de los acontecimientos. Es una lógica extraña, pero cuando le digo a Adrián que lo que hacemos es, en el fondo, un acto de amor, me recuerda que por muy romántico que parezca no dejamos de ser una empresa.» («Candy Crush»)


«—Cuidad mucho a la abuela. No supe qué decirle. Hubiera tenido que responderle que lo íbamos a hacer, pero en vez de eso le dije que a él también le íbamos a cuidar, como si en esos momentos, una mentira de las mías pudiera convencerle de que aquello no estaba ocurriendo, de que no iba a morirse. Como si le hablara desde el quicio de la puerta, distraídamente, mientras él empezaba ya a bajar las escaleras. Los que nos quedamos dentro nos dirigimos a los que se están marchando de la única manera que sabemos: desde el consuelo de sabernos vivos. Más vivos.» («Aquellos ojos negros»)


No está científicamente demostrado que los niños de once meses puedan tener recuerdos — eso se lo contó su padre cuando empezó a preguntar por su país, pero ella no se desencantó y trataba de ejercitar aquel músculo invisible de la memoria, llevarlo hacia atrás, hacia lo desconocido, intentando recordar olores, sonidos. En clase, Mina había aprendido que recordar significaba volver a pasar por el corazón.» («Principios de arqueología»)


«Abrí las ventanas del salón, dejé que entrara la corriente y recorrí el pasillo hacia el fondo, hacia mi habitación. Todo seguía igual. Cuando regreso después de haber pasado un tiempo fuera tengo esa necesidad de comprobar que los objetos siguen intactos, que no se han movido ni un centímetro del lugar que ocupan. […] Las casas, con todos los objetos que las habitan, tienen, al menos, esa virtud: la de saber esperar. Abrí también las contraventanas que dan a la pequeña terraza a la que se accede desde la habitación, miré hacia el cielo y revisé después los terrados de Barcelona. […] Me sentía tan feliz de estar de vuelta, de que aquella pesadilla de vacaciones hubiera terminado, que quise gritar. […] Como para terminar el reconocimiento, bajé la vista hacia los pies de mi edificio y, asombrada, me encontré con un increíble jardín florido que no existía dos semanas atrás.» («Son preciosas»)


«De la misma manera que hay piedras sobre las que se erigen civilizaciones enteras, la primera piedra, existen momentos fundacionales de una vida, así los llama Gabriel, «fundacionales», porque la vida se funda, se enraíza, se estanca y se detiene en momentos singulares. Y de aquella broma cruel y pesada, Gabriel recuerda el miedo, la desconfianza en esos adultos que, en su memoria, están siempre ebrios, de alcohol pero también de vida, conversando alrededor de mesas, libros y periódicos, balcones sobre el mar, y él solo, el niño solo, alejado de la mesa, de la vida. La gente no existe. O existe solo en momentos determinados, un haz de luz intermitente que la convierte en real, el niño que llora agazapado dentro de un armario. “Pero claro que existimos, claro que existes. Ahora solo estás asustado, Gabriel”, le dijo su madre, impresionada también por el efecto devastador que tienen algunas de las cosas para las que no preparamos a los hijos.» («La gente no existe»)


Sobre la autora


Laura Ferrero (Barcelona, 1984). Escritora, periodista y guionista, es autora del libro de relatos Piscinas vacías (Alfaguara, 2016), de la novela Qué vas a hacer con el resto de tu vida (Alfaguara, 2017) y de El amor después del amor (2018), en colaboración con Marc Pallarès. Sus artículos y reseñas aparecen habitualmente en publicaciones como ABC Cultural, El País, La Vanguardia o El País Semanal.


Twitter: @Lau_Ferrero


Instagram: @lauraferrero



 

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