ESTUDIO EN NEGRO, de José Carlos Somoza, la sorprendente “prehistoria” de Sherlock Holmes y el regreso de un gran autor
Espasa
Narrativa. 384 páginas
Rústica
con solapas: 19,90€ Electrónico: 8,99€
«ESTE MISTERIO QUE VOY A
CONTAR NO VA SOBRE MÍ, SINO SOBRE EL SEÑOR X. PERO CREO QUE TENDRÉ
QUE DECIR ALGO SOBRE MÍ». (Anne McCarey) ....... Y LA ENFERMERA
HABLA (O ESCRIBE):
Londres, 1882. Tras la
muerte de su madre, Anne McCarey abandona la ciudad (y una relación
con el brutal marinero Robert Milgrew, quien está a punto de
estrangularla cuando le comunica la noticia) y acepta un puesto como
enfermera de un caballero, hospedado (allí, como descubrirá muy
pronto, no se utiliza la palabra «enfermo» ni ninguna otra que
pueda indicarlo) en Clarendon House, residencia privada sita en
Southsea, Portsmouth, de donde son oriundas ella y su familia.
El «residente» (nunca
«paciente») de quien debe ocuparse vive recluido en una habitación
con las cortinas permanentemente cerradas, sin abandonar su enorme
sillón más que lo imprescindible (si acaso) y no desea recibir
tratamiento para lo que la enfermera juzga como derrame, un «matorral
de tupidas zarzas rojas» que vuelve su iris izquierdo de ese color,
mientras el derecho se mantiene azul. Por indicaciones de su familia,
que desea permanecer en el anonimato «por ser muy distinguida»
(según le informa el doctor Ponsonby, director del lugar), hay que
dirigirse a él como «señor X» .
El reciente asesinato de
Edwin Noggs (atribuido a un vagabundo como él que le acusó de
haberle robado un papel en el teatro de caridad de un albergue) ha
conmocionado a la población, estupor que aumenta cuando aparece en
la playa frente a la residencia el cadáver de Elmer Hutchins, «el
mendigo más querido por los niños» que también trabajaba en el
teatro. Tras la visita de Scotland Yard y su enfrentamiento con el
inspector Merton, el señor X sale de sus habituales mutismo e
inmovilidad para intentar desentrañar el misterio e involucra en la
peligrosa investigación (sin tener que esforzarse demasiado por
convencerlos) a su enfermera y a un oftalmólogo recién llegado al
lugar y por el que accede ser visitado: Arthur Conan Doyle.
José Carlos Somoza,
maestro del suspense, experto en mezclar y actualizar géneros (y en
unir ficción y realidad con habilidad y osadía), propone un
apasionante rompecabezas que respeta el canon holmesiano en lo
literario (el modo de narrar, lo intrincado del misterio, el ritmo de
la prosa) pero lo trasciende al colocar frente a frente al creador
con (la que podría ser) su criatura: en un momento dado, el señor X
pide ser llamado Sherlock Holmes, nombre de un detective que en ese
momento aún no existe… más que en la imaginación de quien será
su autor.
Estudio en negro, como se
aprecia desde el propio título, está salpicada de referencias al
famosísimo detective, al que Doyle termina (en la novela) de dar
forma inspirándose en el señor X, alguien que toca un violín
imaginario y utiliza un método deductivo sin fisuras con el que
elimina todo lo imposible para quedarse con la verdad, por improbable
que parezca.
Suele decirse que los
ingleses nacen con el teatro en la sangre: lo leen (o aprenden),
visitan y practican desde niños, proliferan las compañías de
aficionados que, además, mantienen una actividad constante, su
escritor más reconocido y universal es un dramaturgo, su cartelera
es envidiable, lo consideran y tratan como un acontecimiento, se
respeta (y ennoblece) a sus artífices.
José Carlos Somoza vuelve
a uno de esos juegos que tan caros le son y que domina como pocos en
que adapta la novela a la estructura que más le conviene y mejor le
cuadra, la teatral en este caso. Respetando la ortodoxia del
espectáculo, va desgranando capítulos como si fuesen actos, alzando
el telón, haciendo un entreacto, utilizando la terminología de una
representación con propiedad, haciendo guiños al espectador
avezado, creando aún más intriga por el modo en que dispone
elementos y personajes, midiendo perfectamente entradas y mutis,
consintiendo que sepamos (algo de) lo que ocurre entre bastidores,
lejos de los ojos del público, antes de que los investigadores
tengan noticia de ello, aumentando así el suspensey la tensión.
El teatro de variedades
nació en París en 1790 y muy pronto se extendió por Europa y EEUU,
viviendo un momento de esplendor en la época victoriana.
Estudio en negro supone un
estupendo acercamiento a la variedad y profusión de espectáculos de
ese tipo, poniendo el foco en el submundo del teatro clandestino y/o
escandaloso (tal y como se refieren a él en la novela, ese que, en
palabras de su narradora, «no es ni puro ni decente, pero nos da
algo que nos falta»), en el que los niños son utilizados sin pudor
ni límites, hecho ue Somoza narra con prosa dickensiana al dibujar
con gran sensibilidad unos personajes inolvidables, «niños con los
que la vida se ceba en toda su crueldad».
José Carlos Somoza no
hace una recreación del famosísimo detective, no inventa una nueva
historia, no lo trae a la actualidad: partiendo de un hecho real
(Conan Doyle ejerció la medicina en Southsea en las fechas en que
transcurre la novela y tuvo su consulta en Elm Grove) y con un gran
conocimiento sobre el canon holmesiano que se demuestra en miles de
detalles que toma prestados para hacer más creíble la ficción (y
que harán las delicias de los fans, así como contribuirán a que
nazcan nuevos, aquellos que solo conozcan a Sherlock a través del
cine y la televisión), hace una propuesta felizmente osada, un juego
metaliterario transformado en el mejor homenaje posible, una
estupenda novela victoriana de misterio en que se imaginan (con ayuda
de algunos hechos reales) los orígenes del personaje (y que se puede
leer y disfrutar, incidamos en ello, sin necesidad de haberlo hecho
primero con las aventuras originales).
En Estudio en negro se
cuenta la, podríamos decir, prehistoria de Holmes, se fabula sobre
el modelo real que inspiró a Conan Doyle, se convierte a este en
protagonista e investigador de los terribles crímenes que asolan
Southsea, testigo directo del funcionamiento de una mente prodigiosa:
la del señor X, el único capaz de arrojar luz sobre el misterio,
diríase que el único interesando en esclarecer la verdad.
Sobre
el autor
José Carlos Somoza (La
Habana, 1959) vive en España desde que tenía un año de edad,
cuando sus padres se vieron obligados a emigrar por motivos
políticos. Cursó estudios de Medicina y Psiquiatría, titulándose
en esta última, aunque la literatura le llamó desde muy pronto y en
1994 empezó a enviar manuscritos a concursos y editoriales. Muy
pronto, empezó a atesorar galardones, prestigio y favor del público:
Langostas (Premio de Teatro Radiofónico Margarita Xirgu, 1994),
Silencio de Blanca (Premio La Sonrisa Vertical, 1996), Dafne
desvanecida (finalista del Nadal, 2000),
La caverna de las ideas
(editada en 2000, galardonada en 2002 por la Asociación de
Escritores de Misterio de Reino Unido y en 2004 por la de Suecia),
Clara y la penumbra (Premio Fernando Lara, 2001; Hammett de novela
negra, 2002) o La llave del abismo (Premio Ciudad de Torrevieja,
2007).
Considerado uno de los
grandes renovadores de la novela de misterio y de ciencia ficción,
autor versátil y siempre sorprendente, sus créditos incluyen
títulos como La dama número trece (2003), La caja de marfil (2004),
La cuarta señal (2014) o El origen del mal (2018).
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