LO PRIMERO, LA VIDA, de David Callejo, el día a día de un médico que aprendió a darlo todo

Editorial Planeta. 288 páginas

Rústica con solapas: 17,90€ Electrónico: 8,99€


David Callejo presenta LO PRIMERO, LA VIDA, el día a día de un médico que aprendió a darlo todo y que durante el último año se ha convertido en un referente de la divulgación médica en redes sociales en la línea de otros autores como Lucía Galán o Boticaria García. Un relato personal sobre su profesión, su vocación y la historia de cómo ha llegado a estar donde está: es médico especialista en Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor y trabaja en el servicio de Anestesiología Pediátrica del HGU Gregorio Marañón. Durante la pandemia, cuando la confusión de apoderó de la gente, él se entregó a resolver dudas y a informar de lo que sucedía de forma que todos pudiésemos comprenderlo.


David Callejo se ha convertido en un referente de la divulgación médica en redes sociales en la línea de Lucía Galán o Boticaria García Durante la pandemia, cuando la confusión de apoderó de la gente, él se entregó a resolver dudas y a informar de lo que sucedía de forma que todos pudiésemos comprenderlo. Ahora, debuta en Editorial Planeta con LO PRIMERO, LA VIDA, una historia sobrecogedora de superación y esfuerzo. Este médico especialista en Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor, que trabaja en el servicio de Anestesiología Pediátrica del HGU Gregorio Marañón, se ha convertido en uno de los doctores más queridos en las redes sociales de nuestro país. Callejo, además, es profesor de Medicina en la Universidad Complutense y director académico en Grupo CTO. Actualmente, compagina su labor como médico con la divulgación, lo que ha revelado que David Callejo es, además de un excelente doctor, un gran comunicador. Una vida, como narra en este libro, ligada al estudio y a la medicina, donde destacan su fuerza de voluntad y su incansable empeño.


Motivado por sus alumnos de la academia de preparación al examen MIR David Callejo decidió abrirse una cuenta de Instagram. Fue a partir del estallido de la pandemia cuando el volumen de seguidores creció exponencialmente. A día de hoy tiene más de 270k seguidores en esta red social, que a través de su perfil @davidcallejo10, siguen sus explicaciones didácticas sobre diversos temas médicos, cuestiones sobre la pandemia, el uso de mascarillas, las vacunas y las variantes del virus. «Cuantos más disparates oía a mi alrededor, más sentía la necesidad de comunicar, por el medio que fuera, de intentar tranquilizar y de contar la realidad de lo que estaba pasando», declara el autor.


Su primera obra es un trabajo apasionante escrito con un lenguaje ameno y didáctico, lo que no hace extrañar que el autor haya ganado el premio al Mejor Divulgador médico del 2020. Incluso que haya sido nombrado como uno de los 100 mejores Influencers de 2021 por la prestigiosa revista Forbes. Aunque el primer flechazo del doctor Callejo con la divulgación tuvo lugar cuando dio el discurso de graduación en la carrera al ser el delegado de clase. En ese momento descubrió que a pesar de sus miedos iniciales disfrutó mucho de la experiencia, de la adrenalina de hablar ante tanta gente, y de descubrir que eso de comunicar no se le daba nada mal.


La prosa de David Callejo es honesta y cercana, nos hace sentir un miembro más del equipo, sufrimos con él las complicaciones en el quirófano, o tomando esas decisiones que en cuestión de segundos pueden salvar la vida de un paciente. Sentimos también el agotamiento de sus noches de guardia, su insomnio crónico, pero sobre todo su amor por esta disciplina, y las ganas de avanzar y superarse cada día. También hay en esta obra momentos de felicidad inigualable cuando se producen recuperaciones en los pacientes más graves, o cuando los contratiempos consiguen resolverse con final feliz. El realismo con el que el doctor Callejo narra muchas de las situaciones también nos hará soltar más de una carcajada como por ejemplo al plasmar las bromas que muchas veces se escuchan en quirófano para calmar la tensión del ambiente.


En palabras del autor: «este libro ha hablado de cómo ha sido mi vida hasta la pandemia. De todas mis dudas, de mis pocas certezas, de mis golpes de suerte y de mis miedos. He tenido mucho miedo a lo largo de mi vida, pero, sobre todo, he tenido miedo a reconocer que lo tenía. Y este libro me ha servido como terapia. Me ha servido para ver que, a pesar de mis miedos, mis inseguridades y mis indudables golpes de suerte, también he tomado decisiones. Y que siempre he sabido que lo primero era la vida».


Un testimonio fresco y reflexivo


La medicina es un camino profundamente vocacional, pero para David Callejo fue casi una casualidad. Ahora, apenas unos años después, ocupa un puesto reservado a los mejores en uno de los hospitales referencia del país, el Gregorio Marañón, y se ha convertido en el médico más seguido y comentado de las redes sociales. La suya es una historia arrolladora de tesón, ambición por lograr nuestros objetivos y superación. Una vocación descubierta, finalmente: por el bienestar no solo de sus pacientes, sino también de sus historias vitales, las que han marcado su carrera. Lo primero, la vida es una obra cargada de aprendizajes y de anécdotas que emocionan y que, incluso, arrancarán unas cuantas carcajadas.


«El anestesista, si lo hace bien, será ese héroe anónimo al que nadie recuerde».


David Callejo nació en el seno de una familia humilde en el barrio madrileño de La Ventilla, como él mismo bromea en el libro es uno de esos pocos gatos. Los estudios siempre fueron su prioridad, a pesar de haber un adolescente más o menos conflictivo, fue también buen estudiante y siempre sacó muy buenas notas. Eso fue lo que le dio la posibilidad de conseguir una plaza en un instituto cerca del Bernabéu. Allí el ambiente estudiantil y social era mucho amigable que en las calles de La Ventilla, donde sus compañeros ya empezaban a coquetear con las drogas presionándole para que él también lo hiciera. En ese momento de su vida David se encontraba atrapado entre dos mundos, sus amigos del barrio le llamaban pijo por haberse cambiado de colegio y los del nuevo le veían como un macarra.


Gracias a las buenas calificaciones que obtuvo en Selectividad pudo elegir la carrera que quiso. Aunque en un principio se planteó Enfermería, Fisioterapia, y Veterinaria, no fue hasta que su padre sentenció: «A mí me haría mucha ilusión tener un hijo médico», que se plantease ejercer esa profesión. Esa frase tuvo gran impacto en el autor ya que era la primera vez que su padre le hablaba de sus ilusiones y sus deseos. Su historia es de un médico sin vocación que acabaría amando su trabajo sobre todas las cosas.


David Callejo se define como una persona de carácter estable, que se siente más cómodo en la parte media de la tabla. Desde muy temprana edad destaca su competitividad y su miedo al fracaso, pero también esa perseverancia que le ha llevado a ser el gran profesional que es hoy en día, siempre en búsqueda de nuevos retos y campos en los que poder seguir progresando. Resulta sorprendente que en sus primeros años de carrera tuviese recelo a las agujas, esos pequeños instrumentos punzantes que representan una gran parte del trabajo de un anestesista. Pero como él mismo narra concentrándose en cada pequeño gesto fue olvidando su aprensión y ganando confianza hasta perder el miedo a las agujas.


Uno de los episodios que marcaron la vida del autor fue el año que pasó de Erasmus en Bolonia, la ciudad italiana estudiantil por excelencia. Una experiencia enriquecedora que le sirvió para curtirse, valerse por su mismo, y también aprender el idioma, que le serviría posteriormente para empatizar y tratar a pacientes. «Cuando volví a casa, mis padres no se lo podían creer. Habían despedido a su hijo en pleno ataque de pánico ante el mundo exterior y se reencontraban con mi versión más alegre, tranquila y confiada», relata.


Las puertas del paritorio


Uno de los sitios más extraordinarios de un hospital son los paritorios. David Callejo narra en el libro como este puede ser un espacio mágico y lleno de vida, pero también un lugar hostil, en el que la supervivencia de dos personas está en tus manos. Para la mayoría de la gente es casi inconcebible que le pase algo malo a una mujer embarazada, porque los partos son el comienzo de una vida y nadie está preparado para lo contrario.


Es mucho lo que hay en juego entre esas cuatro paredes y, quizá por eso, por la alta concentración de emociones, es allí donde tienen lugar las situaciones más surrealistas de los hospitales. Una de esas disparatadas historias que presenta Callejo en esta obra es la de una mujer que le confesó que justo antes de quedarse embarazada de su marido tuvo sexo sin precaución con un hombre senegalés. Y ahora la mayor preocupación de esta mujer era que el bebé saliese con rasgos africanos. Por supuesto el marido no sabía nada, y la única petición de la parturienta era que en el momento del parto el equipo médico se inventase cualquier excusa para sacar al marido de allí. Durante el parto la mujer no se quejó ni una sola vez, tan solo era capaz de repetir entre contracciones —«¿Se ve ya? ¿De qué color es? ¡Contadme algo!» A lo que el doctor Callejo respondió: —«Tranquila, es tan blanco como la luz de este paritorio».


¡Voy a ser anestesista!


Cuando David Callejo se enfrentó a la dura decisión de elegir una especialización médica siempre tuvo claro que no quería hiperespecializarse y tener una visión parcial de la medicina. Ya que esto le llevaría a olvidar buena parte de lo que aprendió en la carrera porque ya no lo necesitas para tu trabajo diario. Al elegir una especialización médica tienes dos opciones: médicas y quirúrgicas. Frente a todas ellas la anestesia le pareció que tenía un planteamiento ambicioso porque le permitiría conservar una visión global del paciente y seguir en contacto con esa visión global de la medicina que él tanto deseaba.


Una de las máximas que se le quedaron grabadas a fuego al autor en sus primeros años fueron las palabras de un adjunto que le advirtió: «tu objetivo como anestesista es que el paciente no recuerde tu nombre. Si, después de una cirugía, solo se acuerda del nombre del cirujano es que ha ido todo bien o, al menos, tu parte. Pero si lo recuerda, siendo tú el anestesista, va a ser siempre para mal». Con el tiempo, como doctor afirma, haber ido trasformando esa sentencia, ya que el trato con el paciente puede ser diferencial y acordarse de ti porque le has tratado especialmente bien, lo que es un valor positivo.


A los cinco meses de empezar la residencia el doctor Callejo comenzó a superar el miedo inicial y a sentirse más cómodo, el temor a las agujas se había esfumado por fin, y que poco a poco sentía que podía volar solo. Sobre todo, se iba borrando de su cabeza la idea de que elegir anestesia había sido una mala elección. Después de las dudas sobre si quería ser anestesista o no, llegaron las de si podía llegar a ser uno de los buenos.


En el imaginario social se cree que los anestesistas se ganan la vida drogando a la gente, aunque en realidad su misión es otorgar seguridad y confort al paciente. Para ello se emplean distintas drogas como medio para alcanzar un fin. Incluso muchas personas piensan que los anestesistas no son médicos sino que pertenecen a la rama de la enfermería o que son técnicos.


La cruda realidad de los hospitales


Cuando empiezas a trabajar en un hospital cuenta el doctor Callejo que los anestesistas más veteranos te explican que para las familias es mejor que el paciente muera en la unidad de cuidados críticos que el quirófano. Ya que esto deja la sensación de que el paciente ha muerto solo, lo que hace que le duelo sea mucho más duro. Esta sentencia está muy presente en el quirófano cuando hay complicaciones.


Otro tema bastante delicado son las amenazas que sufren el personal sanitario que por desgracia son bastante comunes en los hospitales y en los centros de salud. Durante la pandemia, además de oír a los negacionistas difundir un montón de bulos sin base científica, se ha escuchado que los sanitarios estaban comprados y que los iban a juzgar. También han sido amenazados por recomendar la vacunación o, simplemente, por explicar la dramática situación que estaban viviendo. Es cierto que la pandemia del covid-19 ha servido para que una mayoría reconociera el papel que han desempeñado los sanitarios y mostrara su cariño y respeto por ellos, pero, al mismo tiempo, en redes sociales muchos han sido acosados por gente que no creía en lo que estaba pasando. Como bien afirma el doctor Callejo «por desgracia, en los hospitales también se da una situación similar y quizá esto sirva para poner el foco sobre el problema: a veces el personal sanitario trabaja con miedo y sufre amenazas de familiares y pacientes». A lo largo de la obra el autor narra diferentes episodios que demuestran esta afirmación.


La importancia de los trasplantes


Los trasplantes son un intercambio entre una vida que se va y otra que se salva. Gracias a la generosidad del paciente y de la familia, personas muy enfermas tienen una segunda oportunidad. Pero estos siempre empiezan de la peor forma posible con una muerte. Para poder trasplantar un órgano ha tenido que morir alguien que haya cedido sus órganos, alguien que normalmente es joven y ha fallecido en circunstancias inesperadas y traumáticas. Por lo que tienen un sabor agridulce.


El doctor Callejo narra la historia de un niño de siete años con una insuficiencia renal terminal que estaba esperando un trasplante que no llegaba. Cansados, y muy preocupados por el estado de su hijo, los padres habían decidido que sería uno de ellos quien donaría el riñón. El riñón del padre era el que parecía más compatible. Por su parte la madre se encontraba bastante angustiada ya que la vida de las dos personas más importantes para ella estaba en juego al mismo tiempo. Por ello la actuación de ambos equipos médicos debían sincronizarse a la perfección. A pesar de todas las dudas iniciales, sobre el tamaño del riñón adulto en el cuerpo del niño y la aceptación del nuevo órgano, la operación fue todo un éxito. No hubo ningún problema al dormir al niño, ni al colocar el riñón que nada más conectado empezaba a funcionar. Esto siempre son buenas noticias, afirma el doctor Callejo, ya que quiere decir que el riñón está funcionando ya prácticamente desde el intraoperatorio. Diez meses después de la operación David Callejo se encontró de nuevo con los padres. Al preguntar cómo había evolucionado el trasplante el padre bromeó: «mira, han pasado diez meses de aquello, y todavía me duele la espalda. Me cuesta moverme, estoy cansadísimo y este mamón a la semana ya no paraba quieto ni un segundo. Así que sí, estoy feliz».


Cuando el paciente es un familiar


Rosa María, la madre del doctor Callejo fue diagnosticada con Hepatitis B y hepatitis delta dos virus que no le habían salido en ninguna analítica previa. El primer diagnóstico no le dio más de un año de vida, y esa previsión dejo en estado de shock a la familia. Afortunadamente se fue recuperando e hizo vida normal hasta las Navidades del 2019, cuando tuvo que ser de nuevo ingresada por una descompensación del hígado. Habían pasado diez años desde aquel diagnóstico inicial, aunque desde ese ingreso su situación empeoró mucho, teniendo que ir al hospital cada cierto tiempo. La llegada de la pandemia tampoco ayudó haciendo mella en su estado de ánimo a lo que se sumaba la el no poder conocer a su nieta recién llegada a la familia.


El trasplante de hígado de Rosa María no llegaba, estaba en lista de espera. Hasta que un día cuando el doctor Callejo estaba preparándose para ir de cena con sus amigos recibió una llamada. ¡Había un trasplante disponible y la operarían aquella misma noche! David llamó al hospital más en cualidad de médico que de hijo, quería saber quién iba a estar de anestesista en la operación y quiénes iban a ser los cirujanos, se quedó más tranquilo al descubrir que el equipo era perfecto. Una vez en el quirófano, cuando el fármaco que la dormiría comenzaba a hacer efecto, David tan solo quería decirle «te quiero, mamá», pero en lugar de eso hizo una broma estúpida, ella se rio y al momento se quedó dormida. La operación fue todo un éxito, duró mucho menos de lo previsto porque no hubo ninguna complicación. Los primeros parámetros indicaban que su hígado funcionaba muy bien. Cuando despertó finalmente David Callejo pudo decir a su madre lo que no le dijo en el quirófano.


Cuando el doctor es el paciente


A lo largo de la obra David Callejo narra diferentes episodios en los que le ha tocado a él ser el paciente. Siendo aún estudiante de medicina le descubrieron un neumotórax y tuvo que ingresar en la UCI. Como bien nos explica el doctor cada pulmón está recubierto por dos pleuras, que son como dos bolsas de plástico íntimamente unidas. A veces, una de las bolsas se rompe y le entra aire, creando una cámara entre ambas que se conoce con el nombre de neumotórax. Si está en crecimiento puede acabar colapsando el pulmón y el corazón, poniendo en riesgo la vida del paciente. Los neumotórax pueden ser secundarios a traumatismos o a otros desencadenantes, pero, a veces, sin que se sepa muy bien el porqué, se dan de forma espontánea en gente sana, como en este caso. «En general ocurre en pacientes que son altos y delgados. Me gustaría decir que también atractivos, pero en este caso la ciencia no está de mi lado», bromea el doctor Callejo.


Otro de los problemas médicos que el autor ha sufrido es una hernia discal lumbar L5 – S1, que provoca un dolor crónico que hace que tu vida tal y como la conoces desaparezca. El doctor Callejo recuerda esos meses como los peores de su vida, tanto que decidió que en algún momento de su carrera profesional se dedicaría a tratar a pacientes con dolor crónico. Pero esa no sería la única hernia que sufriría esta vez en la C5 –C6 una hernia muy grande podría implicar comprensión medular. La situación empeoraba, el brazo perdía fuerza cada día y ya no podía ni coger un tenedor. Todo esto llevó a varios cirujanos a plantearse una operación de urgencia, mientras otros eran más partidarios de esperar y buscar una recuperación que no acabara en el quirófano. Al repetir la resonancia descubrieron la discopatía genérica en la columna del doctor Callejo que le hace ser más propenso a las hernias. «David, sinceramente, con esa resonancia podrías pedir la incapacidad laboral», le dijo una de las especialistas. El mundo de Callejo se derrumbó en aquel momento, preguntándose día y noche qué sería de su vida si a los treinta años era incapaz de trabajar más. Fueron momentos muy duros para él. Por suerte otros especialistas no vieron el panorama tan oscuro, aunque todos coincidían en un cambio radical de vida era necesario. Se acabaron las sesiones maratonianas de gimnasio, las jornadas interminables de trabajo, y las horas de pie dando clase.


En constante dolor que sufría el doctor le hizo barajar todas las posibilidades a su alcance. La solución llegó gracias a un compañero de trabajo especializado en tratamiento del dolor crónico. Este le recomendó que se hiciera una infiltración epidural cervical, una técnica reservada para circunstancias de extrema gravedad, por las consecuencias que puede acarrear. Hicieron falta dos infiltraciones, pero poco a poco el doctor Callejo comenzó a recuperar su sonrisa y su vida, esa que le había costado tantos años conquistar.


La importancia de la salud mental


En los últimos compases de la obra el Doctor Callejo nos muestra un emotivo mensaje, que recibió a través de las redes sociales, escrito por la hija de uno de esos muchos pacientes a los que salvó la vida. El padre de Andrea sufría una neuralgia del trigémino, una de las patologías de dolor crónico más severas que hay, ya que este nervio lleva la sensibilidad de la zona de la cara al cerebro. Cuando se sufre esta patología, una simple caricia en el rostro es detectada como un estímulo doloroso. Las causas son muy diversas pero con frecuencia, el origen de esta neuralgia nunca llega a conocerse. El tratamiento debe ser a varios niveles, y uno de ellos debe ser la salud mental del paciente, ya que la neuralgia del trigémino es una de las patologías que presenta más riesgo de suicidio. Ya que el dolor se vuelve tan insoportable que dispara la frustración y la desesperación.


Esta era la situación del padre de Andrea, que además de varias operaciones acarreaba una depresión no diagnosticada que le llevo a tomar la peor decisión de su vida. Afortunadamente la suya es una historia con final feliz, ya el Doctor Callejo actuó de manera que pudo darles una segunda oportunidad a él y a su familia. Así se lo agradecía Andrea en su carta. «Así que, una y mil veces, gracias. Gracias por ayudar a salvarlo, gracias por tratarnos de forma tan cálida y humana en el momento más traumático y uno de los más difíciles de nuestras vidas, gracias por mantener con vida a alguien tan especial y hacer que pueda seguir disfrutando de la vida». Por ello es de suma importancia tener en cuenta la salud mental del paciente especialmente en este tipo de patologías.


Crónica de un confinamiento anunciado


El sábado, 7 de marzo de 2020, la pandemia ya había estallado. A pesar de las noticias que llegaban desde Italia nadie quería creer lo preocupante de la situación que estaba por venir. Para conseguir información de primera mano David Callejo decidió llamar por teléfono a unos de sus colegas italianos, su relato fue escalofriante parecía sacado de una película de ciencia ficción o de terror. Su colega le contó que habían convertido la cafetería del hospital en una unidad de cuidados críticos, que en los quirófanos había pacientes enganchados a los respiradores porque no quedan suficientes en las unidades, y que la situación era cada vez más desesperada. Cada día veían morir a muchas personas y la ola de contagios no paraba de crecer. Una crónica de lo que él mismo y todo el país estábamos a punto de vivir.


El miércoles, 11 de marzo de 2020, al llegar a casa David Callejo decidió grabar un video contando la situación que se estaba viviendo en los hospitales, un video que a día de hoy tiene más de cuatro millones de reproducciones. En él el doctor nos insta a ser solidarios a quedarnos en casa, a desterrar la idea de que este virus no afecta a los jóvenes y pide ayuda ya que sistema sanitario está al borde del colapso. También relata que en Italia ya están teniendo que elegir pacientes, lo cual es un drama que, como médico, no quieres tener que ver. El día después el vídeo publicado ya se había vuelto viral, y el doctor Callejo no paró de recibir llamadas de radios y televisiones. Tres días más tarde Valencia canceló las Fallas, Sevilla suspendió la Semana Santa y Madrid cerró los parques y jardines. Las noticias que llegan del hospital cada vez eran peores.


Por fin el domingo 15 de marzo de 2020 el presidente del Gobierno, tras un consejo de ministros extraordinario, decretó el estado de alarma y el confinamiento de todo el país. «Parece que mi vídeo de tres días atrás no era tan catastrofista. Sin embargo, sigo recibiendo amenazas de muerte y de todo tipo a través de las redes sociales: me llaman asustaviejas, me acusan de estar intentando engañar a la gente, de tener intereses en el asunto», recuerda el autor.


Como describe el autor el sentimiento que invade a los sanitarios en aquel momento es el miedo. «Miedo a contagiarnos. Miedo a contagiar a nuestros seres queridos. Miedo a contagiar a mi novia, con la que vivo, miedo al ver las camas llenas y los hospitales desbordados. Solo espero no volver a ver algo como esto».


La primera noche en el General fue sin duda la más dura de la pandemia, recuerda el doctor Callejo. Las unidades de críticos estaban completamente desbordadas, tenían que instalar nuevas unidades de críticos donde se pudiera. Incluso se planteó la posibilidad de hacerlo en la biblioteca del Gregorio Marañón, una idea más propia de una película que de la realidad conocida hasta entonces. En palabras del autor: «esa misma noche ya tuvimos claro que todo lo vivido nos iba a dejar cicatrices en la mente y en el cuerpo». Y no se equivocaba, lo peor estaba por llegar.


Uno de los mayores problemas con los que se enfrentó del doctor Callejo debido al limitadísimo espacio del que disponían fue decidir quiénes podrían acceder a la unidad y quiénes no. Uno de los peores dilemas a lo que se puede enfrentar un ser humano. «¿Qué paciente tiene más posibilidades de sobrevivir? ¿Cuáles son los datos objetivos para valorar esto? ¿Qué pasará con los que no cumplan los criterios para ingresar en nuestra unidad? ¿Los estaremos condenando?». «¿Y qué pacientes eran los más afectados? Hipertensos, diabéticos, obesos y asmáticos. Si esto último se confirmaba, ¿yo era un paciente de riesgo? ¿Iba a tener que exponerme a diario a un riesgo de infección que podía ser mortal?», se preguntaba el doctor en esos primeros días donde no había respuestas tan solo incertidumbre.


Sobre el autor


David Callejo es médico especialista en Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor, y trabaja en el servicio de Anestesiología Pediátrica del HGU Gregorio Marañón. Actualmente forma parte del equipo de anestesia cardíaca infantil, que se ocupa, entre otras cosas, de realizar trasplantes cardíacos en niños. Además, es profesor de Medicina en la Universidad Complutense y director académico en Grupo CTO. Actualmente, compagina su labor como médico con la divulgación médica, que ya le ha valido el premio al Mejor Divulgador del 2020, por el portal web de referencia #SaludsinBulos. 



 

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