LA SEÑORA POTTER NO ES EXACTAMENTE SANTA CLAUS, de Laura Fernández, una sólida historia sobre la maternidad, la creación, la renuncia, la soledad y el arte como refugio


Literatura Random House. 698 páginas

Tapa blanda con solapas: 22,71€ Electrónico: 10,44€


Bajo la exuberante prosa y la imaginación sin límites de Laura Fernández, se esconde una sólida historia sobre la maternidad, la creación y la renuncia, el arte como refugio y la soledad del incomprendido, en este cruce entre una novela de Roald Dahl para adultos y un alocado y digresivo T.C. Boyle que hubiera leído más de la cuenta a Joy Williams. LA SEÑORA POTTER NO ES EXACTAMENTE SANTA CLAUS pretende hacer saltar por los aires la sola idea de la existencia del relato, o del relato único de aquello que somos, porque si algo somos es una infinidad de posibilidades.

Estamos ante la obra más ambiciosa de una de las autoras más singulares de la literatura española.


La fama de la desapacible Kimberly Clark Weymouth, una pequeña ciudad eternamente aquejada por heladas ventiscas y mucha nieve, y donde Louise Feldman ambientó el clásico infantil LA SEÑORA POTTER NO ES EXACTAMENTE SANTA CLAUS, permitió a Randal Peltzer abrir una exitosa tienda de souvenirs. Cada día, la ciudad recibe a lectores de la excéntrica escritora y, a regañadientes, vive de ella. Pero ¿qué pasaría si, harto de un destino que no ha elegido, Billy, hijo de Randal, decidiese cerrar la tienda para mudarse a otra ciudad? ¿Podría Kimberly Clark Weymouth permitirse dejar de ser el lugar que ha sido siempre y convertirse en otra cosa?


Cerrar las puertas de uno de los mayores reclamos turísticos de Kimberly Clark Weymouth, sin embargo, puede quebrantar la imagen de la ciudad y provocar la ira de los vecinos, y es por ello que Bill urde un intrincado plan para largarse sin que nadie descubra sus verdaderas intenciones. El primer paso es poner en venta en secreto su casa con la ayuda de Stumpy MacPhail, un inexperto agente inmobiliario aficionado al modelismo que ha llegado a la ciudad atraído por su novela infantil preferida. Mientras Bill viaja en busca de un elefante, herencia de una tía domadora, y Stumpy vende la casa a los Benson, un matrimonio de escritores de terror absurdo que necesitan una morada encantada con fantasmas, en Kimberly Clark Weymouth los enredos se suceden, un grupo de reporteros va a la caza de noticias, ruedan los rumores, y los turistas se agolpan, decepcionados, ante las puertas cerradas de la tienda de souvenirs. Al mismo tiempo, no muy lejos, la madre de Bill, una pintora que abandonó a su marido y su hijo cuando éste era un niño, se prepara para regresar a casa con motivo de una retrospectiva de su obra. Madre intermitente mientras estuvo junto a Bill, a veces cariñosa, y otras, ensimismada, Madeline Frances Mackenzie, dejó atrás a su familia para dedicarse al arte, pero durante años fue enviando a su hijo cuadros de paisajes desconocidos donde el niño buscaba el rastro de esa figura ausente y añorada. El retorno de Madeline coincide con la llegada de Louise Cassidy Feldman, que vuelve a pisar Kimberly Clark Weymouth decidida a que los Benson no se apropien de su territorio literario, y abre el desenlace de una exuberante historia que concluye con hijos que recuperan el abrazo materno perdido en la niñez, adultos que intentan hacer las paces con sus orígenes y sus sueños, y una ciudad, ya no tan desapacible, que redescubre la fama gracias a las miniaturas de Stumpy.


Claves de la novela


Desde su debut con Bienvenidos a Welcome hace más de una década, Laura Fernández ha ido tramando novela a novela un universo literario singular, regido por una imaginación ilimitada y un estilo profuso que con un dejo pop toma gestos de géneros como el terror, la narrativa detectivesca y la fantasía para combinarlos en un cóctel tan personal como desopilante. Como si se tratara de un dispositivo de cajas chinas, La señora Potter no es exactamente Santa Claus, su nueva obra, es una novela que contiene en si a otra novela, y a un sinfín de historias que proliferan a la misma vertiginosa velocidad que lo hacen los personajes que las protagonizan: criaturas tiernamente extravagantes, luminosas y al mismo tiempo desvalidas que habitan un mundo insólito.


Con su trama de enredos, intrigas y rumores, su incesante desfile de personajes, y por supuesto, con sus ventiscas y su eterna atmósfera navideña, la desapacible Kimberly Clark Weymouth nos atrapa. Dentro de este pequeño universo de deriva impredecible y minuciosa factura, la ficción se nutre de lo real, y éste, a su vez, acaba siendo contaminado por la ficción en un ingenioso juego que hace saltar por los aires las fronteras entre aquello que distinguimos como la realidad y su representación. Entre maquetas a escala de ciudades sumergidas, cuadros de remotos paisajes imaginarios, cuadernos que contienen la vida de los otros, figuras encerradas en una bola de nieve, y poblaciones construidas a imagen y semejanza de una novela, LA SEÑORA POTTER NO ES EXACTAMENTE SANTA CLAUS cuestiona la naturaleza misma de la ficción y de los relatos que construimos.


Porque si bien en la novela de Laura Fernández hay altas dosis de humor y absurdo, y un encantador aire de magia propio de la literatura infantil, la obra no se agota en la comicidad y la fantasía más lúdica. Por el contrario, Fernández nos ofrece una historia que reflexiona en profundidad y con lúcida sensibilidad acerca de la creación literaria, el arte como refugio, el fracaso, la soledad de los incomprendidos, los contradictorios sentimientos que desata la maternidad y aquellas heridas de infancia que todo adulto esconde dentro de si.


Los personajes principales


LA SEÑORA POTTER NO ES EXACTAMENTE SANTA CLAUS es mucho más que una novela coral. Billy, Stumpy, Madeline, el matrimonio Benson y Louise Feldman, entre otros, cobran protagonismo en compañía de una desopilante galería de personajes secundarios compuesta por escritores, reporteros, espías aficionados, detectives, actrices, fantasmas profesionales, agentes inmobiliarios, editores y taxidermistas fanáticos de la célebre, y no menos importante, señora Potter.


Billy Bane Peltzer Al frente de la tienda de souvenirs heredada de su padre, Billy es un hombre solitario que maldice en secreto a la señora Potter, a los absurdos fans que llegan a diario a su negocio –los ruperts– y a la desapacible Kimberly Clark Weymouth con sus calles heladas y sus constantes ventiscas. En la aversión que Billy siente por el clásico infantil se esconde, quizás, la frustración y el abandono que sintió de niño cuando la señora Potter no le concedió el deseo de traer a su madre de vuelta a casa.


Stumpy MacPhail Stumpy es un inocente agente inmobiliario aficionado al modelismo que llega a Kimberly Clark Weymouth para vivir en el lugar donde está ambientada su obra favorita. Su madre está convencida de que ir a parar a esa horrible ciudad es tirar la vida por la borda, pero cuando Stumpy debe vender la casa de Billy llega, por fin, una inesperada oportunidad de éxito y reconocimiento.


Randal Zane Peltzer El padre de Bill es el fundador de la única tienda de souvenirs dedicada al clásico infantil La señora Potter no es exactamente Santa Claus. Tras ser abandonado por su esposa, Randal se refugia en su negocio y escribe cartas sin respuesta a Louise Cassidy Feldman invitándola, primero, a que visite nuevamente la ciudad, y más tarde, hablándole de su soledad y su difícil paternidad. Randal muere atragantado mientras come un plato de cereales y sirve de inspiración para un desanimado fantasma.


Madeline Frances Mackenzie Con un puñado de pinceles asomando siempre del bolsillo de su camisa, Madeline es, al costado del pequeño Billy, una madre intermitente, capaz de acurrucarse en la cama a su lado, o de perderlo de vista ensimismada en sus pensamientos. Cuando Bill es un niño, Madeline abandona marido e hijo para vivir una aventura, reencontrar su yo y no sentirse fuera de lugar, pero les envía los cuadros que pinta como un modo de acortar la distancia y, de alguna manera, seguir junto a ellos.


Louise Cassidy Feldman Louise es una excéntrica escritora que solo puede escribir al aire libre, en remotos rincones a los que llega con su destartalado todoterreno. En uno de sus periplos recala en la gélida Kimberly Clark Weymouth, y en la cafetería de la ciudad una camarera y una bonita postal invernal la inspiran para escribir una novela infantil cuya fama opaca al resto de su obra.


Los Benson Becky Ann y Frankie Scott Benson son un matrimonio de largo recorrido y una exitosa pareja de escritores de terror absurdo, mimados por un escuadrón de sirvientes, agentes literarios y agentes inmobiliarios abocados a conseguir para ellos fabulosas casas encantadas. Llegan a Kimberly Clark Weymouth animados por la idea de habitar una morada con fantasmas y pistas de esquí que sirva de inspiración para su nueva novela, pero también, por la posibilidad de destronar a Louise Feldman como reina literaria de la ciudad.


La señora Potter El personaje creado por Louise Cassidy Feldman, e inspirado en la camarera de la cafetería de Kimberly Clark Weymouth, no es exactamente Santa Claus, sino más bien una bruja con barba blanca y una infancia amarga que concede deseos a los niños que, de alguna manera, se han portado mal. 


Sobre la autora


Laura Fernández (Terrassa, 1981) es autora de cinco novelas: Bienvenidos a Welcome (Elipsis, 2008; Literatura Random House, 2019 ), Wendolin Kramer (Seix Barral, 2011), La Chica Zombie (Seix Barral, 2013), El Show de Grossman (Aristas Martínez, 2013) y Connerland (Literatura Random House, 2017). Su obra ha sido traducida al francés y al italiano, y sus cuentos han sido incluidos en numerosas antologías. Sus historias tienen el punch de un Douglas Adams que hubiera leído más de la cuenta a Stella Gibbons o Evelyn Waugh, y la ambición de complejo mundo aparte de un Thomas Pynchon fan de Stephen King. También es periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores. Actualmente escribe para El País, aunque ha colaborado en una infinidad de medios en el pasado. Hace años también trabajó en un videoclub y montó una banda. Tiene dos hijos y un montón de libros de Philip K. Dick


 

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