Juan Eslava Galán dibuja en su ENCICLOPEDIA NAZI CONTADA PARA ESCÉPTICOS un ambicioso y extraordinario retrato del mundo nazi




 

Editorial Planeta. 912 páginas

Tapa dura: 24,90€ Electrónico: 11,99€



ENCICLOPEDIA NAZI CONTADA PARA ESCÉPTICOS es una obra ambiciosa que expone de manera clara y rigurosa el mundo nazi y realiza un recorrido asombroso por la época que vio nacer este fenómeno. Aquí no solo hacen acto de presencia los «grandes hombres», sino también aquellos personajes anónimos que, sin hacer historia, la padecieron. Un viaje que nos conduce a través de la prodigiosa transformación de Alemania durante los trece años en que Hitler estuvo en el poder (1933-1945). En este libro, Juan Eslava Galán ha volcado todo su conocimiento de años de investigaciones y lecturas. Planteada con un formato especial y dinámico, esta ENCICLOPEDIA NAZI ofrece a los lectores una experiencia rica y personal en la que cada lectura será una pequeña aventura.


Juan Eslava cuenta en este libro todo lo que el lector quiso saber sobre el nazimo. Y todo es todo. De Abhörverbrecher, radioescucha furtivo, a Zyklon B, el gas usado en las cámaras de exterminio, aquí está todo lo que se pueda querer saber sobre el nazismo. Todo es todo y enciclopedia es enciclopedia. Esta hace honor a su nombre, pero también al estilo, ya bien conocido del lector, de Eslava Galán. Quiere decirse que es exhaustiva, rigurosa, bien documentada, con entradas que son breves ensayos… y divertida.


Este es un libro erudito, lleno de información sobre lo principal y lo colateral, sobre los protagonistas y los secundarios, y a la vez salpicado de humor, de ironía, de picantes y malvadas referencias a la actualidad, marca de la casa (un par de ejemplos: la “seguramente legítima colección Thyssen” o los discursos y mentiras de Goebbels “todavía inspiran a los políticos modernos”). Y que mete al lector dentro de los hechos, en el interior de la Cancillería o el búnker de Hitler, combinando documentación e imaginación.


Con esos mimbres, Eslava Galán ha escrito la que define como su “propia y arbitraria enciclopedia”. “Pretendo suministrar al lector los elementos necesarios para que él mismo los entienda”, dice, refiriéndose al nazismo y a los nazis. El nazismo, “un traspiés de la historia europea (y, por consiguiente, mundial) que siempre me ha parecido interesante”.


Un credo loco y criminal


El nazismo transgredía todo límite moral”, resume el autor del libro; que cita esta otra elocuente frase de Frederick Forsyth: “No creo que en toda la historia de la raza humana se encuentre un credo tan loco. No le encuentro nada positivo. Apela sólo a los rincones más sórdidos del alma humana”. Ese credo loco y criminal tiene sus orígenes remotos en el movimiento romántico alemán y en un filósofo como Fichte, para el que la nación alemana tiene el destino de situarse por encima de las demás razas, en especial la eslava.


Cien años después, los nazis ampliaron esa idea, elaborando una religión biopolítica, es decir, una concepción puramente científica (darwinismo) con contenido religioso. Pues, para muchos alemanes, el nazismo fue una religión, o mejor, una secta destructiva, cuyos adeptos seguían ciegamente a su gurú, su maestro infalible, Adolf Hitler. Por esa concepción biopolítica que tenían los nazis, entre los primeros puntos del programa del partido estaban los de reunificar a los pueblos germanos en una gran Alemania, exigir tierras y colonias para acomodar al excedente de población o limitar la ciudadanía a los individuos de sangre alemana. Por cierto que el erudito trabajo de Eslava Galán explica cómo para elaborar su mito ario los nazis recurrieron a Tácito y a un imaginario e idílico pasado precristiano.


Y por las mismas razones, el antisemitismo fue un pilar básico del nazismo, y la eutanasia y la eugenesia medias que caracterizaron los doce años del régimen (1933-1945). El antisemitismo tenía raíces más raciales y culturales que religiosas, como era el caso del antijudaísmo tradicional; sin que faltara cierto complejo de inferioridad (muchos judíos eran ricos), la envidia y el rencor de los desposeídos, tal como explican los psicoanalistas.


En cuanto a los diferentes programas de eutanasia, “condujeron al asesinato de más de 250.000 enfermos mentales… un auténtico genocidio psiquiátrico y el acto criminal más relevante de la historia de la medicina”. Porque en el caso del nazismo, la eutanasia fue simple asesinato de los débiles.


Entrando en el horror


Si algo identifica al nazismo es lo que se conoce como el Holocausto, el intento de exterminio de todo un pueblo. Ese aspecto está, naturalmente, plasmado con detalle en el libro: la llegada de los trenes, la separación de las familias, la entrada en las cámaras… Leer sobre el nazismo en entrar en el horror del Mal absoluto, y este libro, a fuer de enciclopédico, recoge todo sobre ese horror; igual que explica todo sobre los campos de concentración, su clasificación, características, organización…


La solución final, el eufemismo con que se encubre la decisión de exterminar a los judíos, no se decidió en la Conferencia de Wansee (esta es una de las varias aclaraciones que contiene el libro), sino antes, en diciembre del 41. La de Wansee fue una reunión informativa para concordar opiniones y asegurarse la implicación de todos los niveles del Estado en un genocidio ya decidido.


Desde muy pronto, el propósito fue, no la expulsión, sino la eliminación de los judíos. En un famoso discurso en el Palacio de los Deportes en febrero del 43, cuando la guerra ya pintaba mal, Goebbels se refiere a los pueblos huéspedes de los judíos, como si estos fueran un virus que había que exter… empezó a decir y se corrigió sobre la marcha: erradicar (detalles como éste dan idea del nivel de documentación del libro y de cómo el autor mete al lector dentro de la historia, en el interior del monstruo).


En cuanto a la ignorancia de los alemanes sobre lo que estaba ocurriendo, es difícil de creer; eran muchos miles los que estaban implicados, de un modo u otro, en el asunto: miembros de las SS, empleados de ferrocarril, vecinos que los veían desaparecer y asistían a las subastas de sus bienes, soldados que volvían del frente… Como dijo un juez, era un secreto a voces. Los asesinatos masivos eran sobradamente conocidos, según múltiples testimonios.


Gestapo,SA,SS


Junto con los campos de trabajo y exterminio, otras etiquetas como Gestapo o SS están indisolublemente unidas al nazismo. La Gestapo era la policía secreta del régimen nazi. La población alemana en general no la temía: al contrario, aplaudía sus actuaciones contra judíos, disidentes y marginados sociales (homosexuales, gitanos o vagabundos). Eran gente elegante y refinada, abogados y titulados superiores muchos de ellos, eficaces porque contaban con la colaboración de la población civil que, mayoritariamente (un 75%), no temían ser detenidos por ellos.


La SA, Sección de Asalto o camisas pardas, era la milicia del partido, una formación paramilitar formada mayoritariamente por jóvenes de clase baja. No era exclusiva de los nazis, todos los partidos radicales europeos de la época tenían su sección especializada en lucha callejera. Hay unanimidad “al afirmar que los chicos de las SA no eran gente fina”. Eran, como los grupos rivales comunistas, pandillas urbanas compitiendo por un territorio. Fue mérito de Röhm, su jefe, meterlos en cintura y convertirlos en una milicia disciplinada, un verdadero ejército clandestino. Llegaron a ser cerca de cuatro millones. Juraban lealtad a sus jefes locales, no a Hitler, que los desactivó en la Noche de los Cuchillos Largos.


Las SS (Escuadras de Protección) se crean dentro de las SA como la guardia pretoriana de Hitler. En 1929 se separan y constituyen en sección independiente a cargo de Himmler, que las convirtió en la élite del nazismo. Tuvieron a su cargo la política racial, los campos de concentración y exterminio, la policía secreta (Gestapo), servicios de inteligencia y contraespionaje, y formaron unidades armadas, las Waffen SS.


Y todo lo demás


LA ENSEÑANZA que primaba la educación física y los ejercicios militares. Era antiintelectualista, porque el cometido de la escuela no era transmitir conocimientos a los alumnos, sino fanatizarlos en el credo nazi y prepararlos para la guerra. Sometimiento al Führer y al Estado, expansionismo (espacio vital) y antisemitismo eran principios básicos de la enseñanza. Había una escuela de novias para las jóvenes que iban a casarse con un SS, cuyo programa trazaron Himmler y Gertrud Scholtz-Klink, “la nazi más nazi del nazerío”.


LA ECONOMÍA a la que Hitler no concedía demasiada importancia (lo ignoraba todo de la economía) y la supeditaba a los factores étnicos o culturales. Pero contó con un hombre providencial, un mago de la ingeniería financiera, Hjalmar Schacht. Contó, además, con tres importantes fuentes de financiación; una moneda paralela (los bonos Mefo, respaldados por el Estado); la privatización de empresas, lo que favoreció un capitalismo monopolista, y la incautación de bienes de judíos ricos.


La parte negativa era que el Estado se endeudaba al ser el principal cliente de la industria, creándose una burbuja condenada a estallar. Hitler quiso enmendar la economía y financiar la guerra saqueando las reservas bancarias de los países invadidos. En 1942, el 70% de los ingresos del estado procedían de la explotación de los territorios ocupados. Desde pronto tuvo el apoyo de importantes financieros, entre ellos Fritz Thyssen y el dueño de la Shell. Les correspondió proporcionándoles mano de obra esclava al llegar la guerra (a Bayer, BMW, Siemens, AGFA, Shell, Telefunken…).


EL CINE las 1.200 películas producidas durante el periodo. Junto al cine patriótico, político y antisemita destacan los documentales de Leni Riefenstahl. Eslava muestra su erudición en la nómina de actrices que recoge: desde la sucedáneo de Greta Garbo a la Ginger Rogers de la UFA. La cara oscura (para los nazis, feliz para el resto del mundo) fue la emigración a Hollywood de directores y actores como Fritz Lang, Douglas Sirk, Billy Wilder, Marlene Dietrich, Peter Lorre o Conrad Veidt. Paradojas de la vida: el papel más famoso de este último fue el de mayor nazi en Casablanca.


EL PROCESO DE ARIANIZACIÓN dentro del que se dio la vileza de funcionarios y profesores que se aprovecharon de la expulsión de judíos. La universidad tuvo una aceptación del nazismo muy superior a la media.


LOS MÉDICOS que respondieron favorablemente a las demandas de Hitler. El 44% se afilió al partido nazi y asumieron sus principios racistas. Josef Mengele “realizó amputaciones, castraciones y operaciones de cambio de sexo, inoculó enfermedades y no se sabe a cuántos niños cegó después de inyectarles preparados en el iris… sacrificó a parejas de hermanos con inyecciones letales a fin de estudiarlos en autopsias simultáneas”. El doctor Theodor Morell, médico personal de Hitler, el curandero mayor del Reich, el buhonero de los fármacos más insólitos, es una de las personalidades más extrañas y discutidas entre todas las que constituían el círculo íntimo de Hitler.


LA ARQUITECTURA caracterizada por la desproporción, el afán de superar todo lo conocido o construido hasta entonces. Hitler fue un faraón frustado cuyos sueños no se cumpliero, se revelaron proyectos fallidos desde su propia ejecución. La Nueva Cancillería fue una buena muestra de esa megalomanía.


EL HUMOR La entrada “Humor en los tiempos revueltos” recoge una regocijante selección de chistes.


LAS RELACIONES CON FRANCO al que Hitler prestó una ayuda decisiva en la guerra de España. Franco correspondió, ofreciéndose entusiásticamente al principio de la guerra mundial; ofrecimiento que olvidó cuando cambiaron las tornas. Lo que no le faltó a Hitler fue el apoyo de una prensa española descaradamente germanófila (Eslava vuelve a dar una erudita nómina de los corresponsales) y de convencidos hitlerianos que, en sus libros, exculpaban al Führer de su responsabilidad en la guerra.


LA HUIDA O EXPULSIÓN DE CIENTÍFICOS JUDÍOS (unos 2.600, entre ellos Einstein), que fue demoledora para la ciencia alemana.


LA PROPAGANDA con hitos como las Olimpiadas del 36, un magnífico escaparate que le salió bien al régimen, aunque algún negro (Jesse Owens) ganara con facilidad a los atletas arios. O la labor de Leni Riefenstahl, nombrada directora del cine del Reich, autora de importantes documentales; como El triunfo de la voluntad, dedicado al congreso del partido de 1934, que está considerada la mejor película de propaganda jamás filmada.


LAS JUVENTUDES HITLERIANAS que entraban en el plan del régimen de crear un nuevo tipo de ser humano, hombres y nujeres absolutamente disciplinados y saludables. Para ello se plantearon una educación que empezara en la infancia y nunca terminara. En las Juventudes Hitlerianas (voluntarias al principio, obligatorias desde 1936) los chicos se encuadraban en batallones, se entrenaban en campamentos, realizaban marchas con piedras en la mochila, recibían instrucción militar, aprendían a creer ciegamente en Hitler… jugaban a la guerra hasta que el Führer los metió en una de verdad en la que murieron tres millones y pico. “El secuestro de la juventud alemana por el nazismo fue rápido y total”.


LAS RELACIONES CON LA SANTA SEDE que empezaron bien, luego se torcieron y la jerarquía católica alemana se dividió entre los que apoyaron al régimen y los críticos. En la persecución de los judíos, la iglesia alemana miró para otro lado. Y el papa Pío XII, que estuvo bien informado de la matanza de judíos y cuyo antisemitismo lo confirman múltiples detalles, digamos que se puso de perfil, mantuvo un perfil bajo, prudentísimo y asistió a los crímenes nazis sin decir ni pío. Mantuvo un silencio culpable.


LOS DIARIOS Y MEMORIAS como el de Ana Frank, del que el autor analiza sus distintas versiones; o el de Wilhelm Hosenfeld, un oficial que protegió a un judío escondido (su historia la cuenta El pianista de Polanski) y fue considerado “justo entre las naciones” por el Estado de Israel.


EL SALÓN KITTY un prostíbulo de lujo, cuyas refinadas profesionales no lo parecían ni en su aspecto ni en su comportamiento (Dionisio Ridruejo las calificó de encantadoras), lleno de micrófonos y cámaras que registraban conversaciones y actividades de los jerarcas del Reich y diplomáticos extranjeros. Está, dice Eslava, entre los monumentos históricos destruidos en los bombardeos del 44.


LAS ARMAS MILAGROSAS que debían reconducir la guerra y que fueron un despilfarro de recursos, además de quedarse la mayoría en la mesa de dibujo, el taller o el campo de experimentación.


LA PARTE ESOTÉRICA Y OCULTISTA DEL NAZISMO con su interés por el Grial, las condecoraciones, los atentados contra Hitler, las mujeres y jóvenes en el nazismo, Eva Braun y Werner von Braun, que pasó de los nazis a la NASA sin solución de continuidad…


Hitler, ese enigma


Hitler es quizá el personaje histórico del que más sabe y más se ha escrito y, sin embargo, nadie lo explica satisfactoriamente, es “un enigma dentro de un misterio” (Ian Kershaw). ¿Cómo explicar que un fantoche ridículo y sin estudios abdujera a la nación más culta de la Tierra, que un inadaptado social se hiciera con el poder en un país moderno, complejo y desarrollado económica y culturalmente? Albert Speer, que lo trató de cerca, suscribe esa incompresión. Lo define como cruel, injusto, inaccesible, frío, quejica y vulgar y, al mismo tiempo, casi todo lo contrario. “Impenetrable e insincero”, podía ser, para Speer el resumen de esos contrastes.


Hitler era un autodidacta, un indocto diletante de salón “pagado de sí mismo e insuficientemente formado”, que buscaba en sus lecturas asistemáticas confirmar sus prejuicios. Pero era también un excelente orador (tenía “excepcionales dotes de charlatán”) que se transfiguraba al hablar a las multitudes. En sus comienzos era un diamante en bruto al principio al que algunos (algunas damas especialmente) se empeñaron en pulir. Lo que indudablemente fue es el alma del partido nazi, un partido que subió como la espuma en el río revuelto del cataclismo económico. La crisis económica fue para él el beso de la princesa que convirtió al sapo en príncipe.


Melómano empedernido, Wagner era su favorito, y la música acompañó al régimen. No bebía, no fumaba, no comía carne y no era precisamente un adicto al sexo. Su vida sentimental era manifiestamente mejorable. Quienes le trataron coinciden en destacar la vulgaridad del personaje, su “sorprendente insignificancia” (Dorothy Thompson, periodista americana). Su libro Mein Kampf es “un grotesco popurrí confeccionado por un neurótico inculto”; el manuscrito está plagado de errores ortográficos, sintácticos y léxicos, con una redacción pedregosa y un resultado farragoso y reiterativo. Es, sí, revelador en su apabullante sinceridad. Sus proyectos fantasiosos, seriamente considerados, parecían producto de la mente de un loco.


La camarilla


JOSEPH GOEBBELS el único miembro de la cúpula nazi con formación universitaria (Letras), inteligente, bajito, cabezón, cojo y feo (“cara de catavinagres”). Con fidelidad perruna hacia Hitler. Ministro de Propaganda, su mayor logro fue convencer a los alemanes de que Hitler era el mesías que estaban esperando, lo que también fue la mayor contribución de un individuo a la causa nazi. Magnífico orador, usó a fondo y eficazmente la radio. Trabajador compulsivo y adicto al sexo. Se suicidó en el búnker con su mujer, Magda, tras asesinar a sus seis hijos.


HERMANN GÖRING “Nunca se le ha reconocido su fundamental participación en la victoria de los aliados, muy por encima de la de Eisenhower, Zhukov o Montgomery”, al crear una inadecuada aviación táctica en vez de la necesaria aviación estratégica, permitir la evacuación del ejército francobritánico acorralado en Dunkerque, facilitar la derrota de Stalingrado o gastar sumas ingentes en proyectos aeronáuticos futuristas que no se realizaron. Ministro del Aire, alcanzó en ese cargo su máximo nivel de incompetencia. Hitler acumuó cargos sobre él y le designó su sucesor como Führer. Era un ciclotímico que pasaba de la hiperactividada a la indolencia. Le gustaban las cosas bellas y la guerra, y robó arte europeo a mansalva. En el proceso de Núremberg fue la prima donna con una actuación entre cínica y desdeñosa.


RUDOLF HESS Hipocondriaco, esquizofrénico paranoide; la razón de su vuelo a Inglaterra, donde fue detenido, sigue siendo un misterio.


HEINRICH HIMMLER Quizá el hombre más poderoso del Tercer Reich tras Hitler. Convirtió a las SS en un Estado dentro del Estado. Aunque acumuló un poder abrumador, nunca dejó de ser el típico funcionario déspota con los subordinados y servil con el jefe.


RUDOLF HÖSS Comandante del campo de exterminio (y trabajo) de Auschwitz, organizador directo de la muerte de más de un millón de personas. Con dotes organizativas inversamente proporcionales a sus escrúpulos morales, y disposición a ejecutar minuciosamente la tarea encomendada.


JOACHIM VON RIBBENTROP Inculto en tres idiomas. El único de la camarilla que hubiera aprobado un examen de arianidad. Ministro de Exteriores. Falta de tacto y de carácter arrogante.


ALFRED ROSENBERG El proclamado intelectual del nazismo. Ministro del Reich para los Territorios Ocupados del Este. Por intelectual no terminó de integrarse en el club de los grandes jerarcas, más hombres de acción. Su libro El mito del siglo XX, un indigesto potaje de nacionalismo germánico, neopaganismo, mística de la sangre, teorías raciales, etc., un batiburrillo infumable que denota la empanada mental que le causaron sus lecturas, pasa por ser la Biblia del nazismo y el único intento serio de sistematizar el pensamiento nazi.


ALBERT SPEER Arquitecto del régimen y ministro de Armamento. Algunos historiadores creen que, gracias a su esfuerzo, Alemania prolongó la guerra un año más. Empleó a 14 millones de trabajadores esclavos, y, aunque llegó a verse como sucesor de Hitler, este se distanció de él al final del régimen, lo que le vino muy bien a Speer en Núremberg. Allí, su defensa fue una obra maestra, jugando el papel de nazi bueno y arrepentido. Cumplió una condena de 20 años, aunque estuvo tan implicado como el resto de la camarilla nazi.


JULIUS STREICHER El más rastrero de la cuadrilla nazi, más antisemita que el propio Hitler, periodista panfletario y autor de relatos pornográficos protagonizados por repelentes judíos. Aunque “tenía menos tornillos que un cántaro”, no lo enviaron a un manicomio, sino a la horca.


MARTIN BORMANN “Resultó ser más intrigante que Göring, más decidido que Himmler, más estable que Goebbels y mucho más constante que todos ellos en el logro y la conservación del poder… Era la personalidad más odiada y más autoritaria de cuantas integraban el círculo íntimo de Hitler. Era brutal”, aunque sabía aparentar cordialidad cuando le convenía.


GERTRUD SCHOLTZ-KLINK Aunque poco conocida, fue “el epítome más depurado de nazi fanático”, más nazi que el propio Hitler. Líder de la sección femenina del partido, consagró su vida al apostolado de la causa. Nunca dejó de ser un florón del régimen.


Responsabilidad alemana


La otra cara de la gran y eterna pregunta de cómo pudo darse la barbarie del nazismo en una nación tan culta y avanzada como Alemania, es la cuestión sociológico-moral de que esos cultos alemanes se dejaran arrastrar por un demente, alguien con tan escasas dotes intelectuales y capacidades sociales, un charlatán que nunca ocultó sus propósitos criminales. Una explicación es aplicación por Hitler de la llamada lógica abductiva, una absurda prestidigitación lógica (algo como si los alemanes son rubios, un rubio es un alemán; o: si algo no tiene una explicación clara, como la derrota de 1918, la explicación es lo que uno diga –la puñalada trapera-).


Además, Hitler les contaba a los alemanes lo que estos querían oir. La espectacular liturgia en que envolvía sus actos y su propaganda, la búsqueda de seguridad de los alemanes, su resentimiento y afán de revancha por la guerra hicieron el resto. Hubo, sí, una responsabilidad del pueblo alemán, que respaldó con entusiasmo a Hitler y, en buena parte, se benefició de la persecución de los judíos y de la guerra; hubo delitos perpretados colectivamente.


La resistible ascensión


El ascenso de Hitler fue gradual. Un primer acto fue el putsch de Múnich de 1923, el chusco intento de golpe de Estado de la cervecería, contado muy vívidamente y con detalle en el libro. Aunque frustrado, sirvió para llamar la atención de la prensa internacional sobre aquel político desconocido émulo de Mussolini. Para Hitler y los suyos, antes que un fracaso que bordeó el ridículo, fue un episodio heroico que se incorporó a las glorias del partido.


Ya en el poder en 1933, Hitler estableció rápidamente su dictadura con la ley habilitante de ese mismo año, un verdadero juego de prestidigitación por el que, en cuatro meses, se pasó de una democracia liberal a una dictadura radical. Un anciano Hindenburg cedió a las presiones de Hitler que, con el pretexto del incendio del Reichstag, tomó medidas extraordinarias, invocando el artículo que lo permitía en caso de peligro: suspensión de libertades democráticas, secreto de las comunicaciones, inviolabilidad del domicilio y habeas corpus. Con la ley de plenos poderes en la mano, persiguió a la oposición, suprimió los sindicatos y colocó a los suyos en puestos clave (gobernadores de los estados), prohibió al SPD y declaró estatal al partido nazi. Hitler consiguió el poder absoluto por procedimientos democráticos.


A continuación, igual que un cohete se deshace de su primera fase, Hitler se deshizo de la suya, la horda de camorristas y alborotadores que le había ganado la calle. Fue la Noche de los Cuchillos Largos, uno de los episodios más truculentos del nazismo. El nuevo Führer sintió su liderazgo amenazado cuando Ernst Röhm pretendió que el minúsculo ejército alemán autorizado por Versalles (100.000 hombres) se integrara en las poderosas SA (cuatro millones) que el dirigía. Hitler mató varios pájaros de un tiro: se desembarazó de esa competencia, se congració con las fuerzas armadas, se atrajo a los conservadores, preocupados por la violencia desatada y eliminó a algunos que conocían secretos de su vida. Enseguida se hizo nombrar jefe del ejército, eliminando los obstáculos que se le oponían, para lo que fabricó escándalos sexuales a los generales díscolos. Y empezó a preparar la guerra, rearmando a Alemania y rehaciendo un ejército en las tinieblas de la clandestinidad por medio de todo tipo de tretas.


La guerra


Los prolegómenos que dieron alas a Hitler fueron acuerdos como el de Múnich en 1938, que buscaban el apaciguamente del dictador. “Solemnes compromisos firmados, el papel higiénico favorito de Hitler”, escribe Eslava Galán. Pero ya el primer capítulo, la invasión de Polonia, fue un error de cálculo. Hitler pensó que las democracias europeas no declararían la guerra y Alemania no estaba suficientemente preparada para ella, carecía de acero y petróleo, materias primas esenciales. Pese a todo, las fases inciales de guerra relámpago fueron un éxito. Pero los planes se torcieron en los cielos de Inglaterra y las aguas del Canal de la Mancha. Y su mayor error, el que le costó la guerra y la vida, fue despreciar al Ejército Rojo e invadir la URSS. Allí se dio otro verdadero holocausto, el genocidio ruso, ensombrecido por el de los judíos. Millones de civiles murieron asesinados o por hambre, y se calcula en 3.300.000 los soldados prisioneros muertos por hambre o tifus, de un total de 5.700.000 prisioneros. Esos y otros crímenes de guerra no fueron solo obra de los nazis, los militares alemanes también estuvieron implicados.


La guerra supuso un auténtico saqueo de Europa. El Tercer Reich, que tuvo algo de compañía de teatro interpretando una gran ópera, fue también, desde otro punto de vista, una cuadrilla de ladrones. Todos robaban, los costes del ejército alemán corrían a cargo del país ocupado. Alemania impuso cuotas fijas de alimentos y materias primas a los países ocupados que Alemania compraba con precios a la baja, mientras obligaba a adquirir sus propios productos en marcos alemanes cambiados con una tasa abusiva. Los trabajadores esclavos del este y el importante capítulo de las obras de arte fueron otra cara de ese saqueo. Cuando llegaron los reveses, la locura del Führer aumentó, con crisis de furor, gritos e insultos. Imponía criterios disparatados a unos generales a los que no escuchaba. Y su régimen derivó al terror policiaco


La caída de los dioses y el paisaje después de la batalla


Con Hitler, toda Alemania se convirtió en un gigantesco escenario en el que se representaba una magna ópera”. Así, el final del nazismo tuvo aires de caída de los dioses wagneriana. El principio del fin fueron los bombardeos sobre Alemania, que supusieron un verdadero segundo frente en el aire. Los bombardeos sobre ciudades, como el arrasamiento de Dresde los días 13, 14 y 15 de febrero del 45, con la guerra casi acabada –y el no ocultado propósito por parte de Churchill de intimidar a los soviéticos ante la guerra fría que se avecinaba- plantean un problema moral ineludible. “Bien podría considerarse un crimen de guerra si no fuera porque lo perpretaron los vencedores”, dice Eslava.


Otro episodio trágico de ese final fueron las violaciones de alemanas, sobre todo, pero no exclusivamente, por parte de soldados rusos. Solo ellos se calcula que violaron a dos millones, movidos a partes más o menos iguales por el sexo y el afán de venganza. Los alemanes, pese a todo, debieron acabar hartos del nazismo o hartos de la guerra, porque, una vez vencidos, apenas se rebelaron. Fueron, como ha dicho un prestigioso historiador, el único país ocupado de Europa que no produjo un movimiento de resistencia.


El epílogo musical de esa ópera se hizo con instrumentos de cuerda (o de soga, la de la horca) en los juicios de Núremberg, ciudad que se eligió porque había sido el lugar de los congresos del partido y de las grandes manifestaciones. Allí, los aliados improvisaron una especie de código que vulneraba un principio legal, el de que nadie puede ser juzgado por lo que no es delito (el genocidio) en el momento de la comisión del acto. Pero eran los vencedores y había mucho de qué acusar a los nazis.


La consiguiente desnazificación planteaba un problema; ¿Cómo castigar a tantos millones de alemanes que se habían beneficiado del botín de las propiedades de los judíos? Además, en 1945 interesaba una Alemania que taponara el expansionismo soviético, de modo que casi todos los culpables de delitos graves quedaron impunes, y encima el Reichstag promulgó una amnistía. Innumerables nazis (policías y burócratas, entre ellos) se reintegraron a sus puestos de trabajo. En paralelo, se produjo la caza de sabios alemanes por los aliados. Casi todos los físicos atómicos los captó Estados Unidos, aunque los rusos también tuvieron su cuota.


España se convirtió en refugio de nazis huidos por la conocida como ruta de las ratas, la vía de escape de los nazis después de la guerra. Unos anidaron aquí y otros pasaron camino de Sudamérica. Hubo varios miles de refugiados con la connivencia del régimen. España fue una de las rutas principales de huida. Las otras fueron la nórdica y la italiana o vaticana, con apoyo de algún obispo y varios conventos y monasterios, y por la que huyeron nazis tan destacados como Eichmann, Mengele o Klaus Barbie.


Y más,y más


Eslava no se olvida de nada por raro, curioso o excepcional que sea. Como los judíos delatores, que algún caso hubo; el negacionismo, en el que ha destacado el pseudohistoriador David Irving, del que se ha probado que utiliza pruebas falsas (a sabiendas); la débil oposición al nazismo, en la que tienen un lugar de honor los jóvenes católicos de la organización La Rosa Blanca, guillotinados por repartir propaganda; el caso del sastre Hugo Boss, que se afilió al partido nazi y destacó entre las empresas que fabricaron uniformes (había una gran variedad) para el régimen (hoy el negocio ya no está en manos de la familia). O el origen de la famosa frase “cuando oigo la palabra cultura echo mano a mi pistola”, que no es de Göring ni de Goebbels ni de Himmler, sino de una obra de teatro; de propaganda nazi, eso sí.


Son las múltiples caras del horror y la miseria del Tercer Reich. Por cierto, que esa expresión no era muy popular en el nazismo; ellos preferían hablar de “Gran Reich alemán”. Quizá por eso, el mayor Strasser le reprochaba al capitán francés Renault que enfatizara el término “Tercer Reich”, como si esperara otro. (“Personalmente, me adaptaré a lo que venga”, era la irónica respuesta del francés).


Sobre el autor


Juan Eslava Galán es doctor en Letras. Entre sus ensayos destacan Historia de España contada para escépticos (2017), Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie (2005), Los años del miedo (2008), El catolicismo explicado a las ovejas (2009), De la alpargata al seiscientos (2010), Homo erectus (2011), La década que nos dejó sin aliento (2011), Historia del mundo contada para escépticos (2012), Cocina sin tonterías (2013), junto con su hija Diana, La primera guerra mundial contada para escépticos (2014), La segunda guerra mundial contada para escépticos (2015), La madre del cordero (2016), La familia del Prado (2018), La conquista de América contada para escépticos (2019) y La tentación del Caudillo (2020). Es autor de las novelas En busca del unicornio (Premio Planeta 1987), El comedido hidalgo (Premio Ateneo de Sevilla 1991), Señorita (Premio de Novela Fernando Lara 1998), La mula (2003), Rey lobo (2009) y Últimas pasiones del caballero Almafiera (2011), entre otras.

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