LA HISTORIA DE LOS VERTEBRADOS, una novela de Mar García Puig sobre la ansiedad, el miedo materno y una herida personal


Editorial Random House: 288 páginas

Tapa blanda con solapas: 19,90€ Electrónico: 8,99€



Es 20 de diciembre de 2015 y España vota en unas elecciones. Una mujer cuenta contracciones en la sala de dilataciones de un hospital barcelo­nés, el país cuenta escaños. Uno de esos escaños es para ella, la mujer que horas más tarde da a luz a una niña y un niño. En el acto de parir entierra el mundo tal y como lo conocía hasta entonces y abre las puertas que conectan la vida y la muerte, la luz y la oscuridad.


El nacimiento de los mellizos, que desata en el padre y las abuelas una euforia que resuena con la del país, se convierte para la narradora de esta no­vela en el inicio de una historia de locura. Porque al parto no le sigue la felicidad espontánea ni aquella plenitud que como por arte de magia debería pro­vocar la maternidad, sino la confusión, la ansiedad, la obsesión y el terror ante la fragilidad de la exis­tencia: la propia y la de unos hijos a los que, domi­nada por una consciencia exacerbada de la finitud, la madre ama tanto como teme. La muerte asoma en el líquido que supura la pequeña lesión que ha dejado la punción epidural, en las bocas ham­brientas de los bebés prematuros, en la leche que no alcanza o en la grieta que se extiende por una pared del hospital, y mientras ella intenta controlar sombras y demonios, en la mirada de los otros ve el reflejo de una loca. Sin embargo, en medio de una marea de pulsiones y pensamientos contradic­torios, debe buscar el modo de sobreponerse para poder cuidar de los recién nacidos y asumir, a po­cas semanas de parir, el cargo de diputada. Llevar adelante esta doble empresa exige la ayuda de mé­dicos, terapeutas, fármacos y un entorno familiar que, cómo puede, intenta poner coto a un trastorno postparto que se manifiesta en crisis de ansiedad hipocondríaca y se retroalimenta ferozmente con cada tos, cada mancha en la piel o enfermedad que los hijos padecen.


Las semanas se parten entonces entre los días pasados junto a su pareja y sus hijos en Barcelona, donde las excursiones a urgencias pediátricas se suceden, y estadías en Madrid en las que, sortean­do el escarnio en las redes y el machismo que aún acarrean muchos compañeros de partido, busca los modos de dar voz a todos aquellos que confiaron en ella. En el ir y venir entre el espacio íntimo de la crianza y la escena política, crecen el remordi­miento, el miedo y otros monstruos internos, pero también, los lazos que anudan lo personal con lo colectivo y abren paso a la sanación. A través de la literatura, el arte y los mitos que cimientan nuestra cultura, la narradora aprende a mirar sus heridas y rendirse a su vulnerabilidad, y encuentra en las figuras literarias de la antigüedad o los testimonios de mujeres victorianas desconocidas el lenguaje para nombrar una sinrazón que sale a superficie de la mano de la maternidad y todos los afectos que confluyen en ella.


CLAVES DEL LIBRO


Las locas, cuenta Mar García Puig, siempre han cantado y declamado versos porque el desenfreno lírico es la única lengua posible para hablar desde el miedo, el dolor y el extravío que gobiernan su existencia y que pueden desencadenarse en apenas un instante: aquel en que una mujer se convierte en madre y nota como un pozo oscuro se abre bajo sus pies. Ante el quiebre mental que supone para ella el nacimiento de sus hijos, García Puig une su voz a la de un coro femenino cuyo canto se remonta a la antigüedad y compone así La historia de los verte­brados, una obra que recoge su experiencia y está escrita para encontrar consuelo, pero ante todo, para conservar la memoria de tantas mujeres que, al igual que ella, han tenido que lidiar con los tras­tornos del postparto. Lo personal ilumina lo colec­tivo, y viceversa, en un debut literario que expone los contrastes de la maternidad a la vez que señala cómo la experiencia íntima pertenece también al orden de lo político.


El memoir y el ensayo confluyen en una escri­tura híbrida donde el relato de la narradora, que evoca el parto, el estallido de locura y sus prime­ros prime­ros meses como madre y diputada, se entrelaza con mitos, historias bíblicas, tragedias clásicas, y los testimonios que ha dejado la psiquiatría acerca de las mujeres que entre el siglo xix y el xx fueron encerradas en manicomios, lejos de las miradas de una sociedad para la que su sinrazón constituía una manifestación más de lo monstruoso. Con un exquisito bagaje literario y un gran conocimien­to de la historia de la medicina, Mar García Puig examina el tratamiento cultural que ha recibido la locura femenina y, concretamente, los trastornos mentales relacionados con la maternidad, e indaga en una serie de figuras que, presas de la melanco­lía o una ansiedad desbocada, no dan la talla para convertirse en luminosos ángeles del hogar, un rol histórico del cual las mujeres aún no terminan de librarse. Como decenas de damas victorianas apar­tadas de sus hijos y confinadas en un hospital o un ático, la narradora se reconoce como parte de una estirpe de malas madres para las que el amor materno deviene ternura y cuidados, pero también un dolor que se resiste a las palabras y conecta con la muerte y el terror a la pérdida. En los versos de Sharon Olds y Sylvia Plath, en las letras que Franco Battiato dedica a su madre o las desgarradas pa­labras que Eurípides pone en boca de Medea, sin embargo, no hay solo un brutal reflejo del propio malestar, sino también, un hilo precioso que, a la par que conecta generaciones de madres a las que la cordura parece abandonarlas, teje una red sobre el abismo.


Aquella noche del parto en la que todo un mun­do se desploma, se convierte para la narradora en el primer paso de un viaje hacia su propia vulnerabili­dad, y al mismo tiempo, es el puntapié para mostrar una realidad, el trastorno mental, que el silencio no hace más que agravar. En un momento en el que la salud mental es un tema que está logrando entrar con fuerza en el debate público, La historia de los vertebrados ofrece un testimonio personal que se funde en un coro y habla de los estigmas sociales de la enfermedad, del aislamiento, de las redes de cuidado que pueden construirse, de las legiones de Medeas contemporáneas con sus ojeras y su fracaso a cuestas, y de las voces de tantas mujeres a las que los hombres han acallado amparados por siglos de medicina, mitos y política.


LOS PERSONAJES


La narradora

En una misma noche, la narradora de esta histo­ria se convierte en madre y diputada por Barcelona en el Congreso de los Diputados. Tras recibir un diagnóstico de infertilidad a causa de una endome­triosis, y tener un embarazo de riesgo, da a luz a bebés prematuros, pero el esperado nacimiento de los mellizos desata en ella un trastorno de ansiedad generalizada que la arroja a bucles obsesivos e hi­pocondríacos. Bajo el peso de la maternidad y un cargo político que le brinda la oportunidad de dar voz a colectivos de mujeres y luchar por una serie de cambios sociales, se enfrenta a la angustia y un miedo enajenante. En las historias de Medea, Ofelia y tantas otras mujeres arrojadas a la locura encuen­tra los hilos de donde tirar para aceptar y nombrar su malestar.


«Mientras la euforia del nacimiento se desataba entre el padre, familiares y amigos, otra euforia in­vadía el país. Ese mismo día, España votaba en las primeras elecciones en las que participaba un nue­vo partido, uno que quería representar a la gente común, y la esperanza del cambio planeaba sobre la jornada. Al anochecer, cuando yo contaba con­tracciones en la sala de dilataciones, el país contaba escaños. Y ambas cuentas confluyeron en una nueva vida para mí, porque uno de esos escaños iba a ser mío. El mismo día del nacimiento de mis hijos, me convertí en diputada del Congreso».


La pareja

Tomás, el marido de la narradora, vela por los mellizos junto a la incubadora mientras su mujer entra en una espiral de ansiedad y obsesión. Con el correr de los meses, además de cuidar de los be­bés, Tomás debe construir un muro de contención que ponga freno a la hipocondría de la madre, una suerte de adicción que ella no consigue controlar y la lleva a actuar de manera irracional frente al menor indicio de que sus hijos sufren alguna enfer­medad. La tarea resulta desgastante y resquebraja la relación, y él acaba soltando comentarios duros que son la antesala de una ruptura.

«Por la noche le pido a Tomás que hablemos. Quiero contarle que sostengo el mundo en mis ma­nos, aunque él no lo vea, que la vida y la muerte están a la distancia de un pezón seco, un apósito mojado, un cable que se calienta demasiado. Me consta que la psiquiatra ha hablado con él, que le ha contado que lo que me sucede puede ocurrirles a las nuevas madres, que no hay que presionarme, que me recuperaré. Pero él sigue apostado en su glaciar.»


La madre

Al igual que Tomás, y por recomendación de los médicos, la madre de la narradora debe poner coto a la ansiedad de su hija y no dejarse llevar por sus obsesiones. Pese a ello, no cesa de preocuparse por su bienestar, lo que paradójicamente la vuelve blanco de las acusaciones de la narradora, que con­dena la abnegación materna y, al mismo tiempo, se aprovecha de ella. En el complejo tráfico de afectos que supone esta relación, la madre, sin embargo, termina siendo un sólido puntal que ayuda a tran­sitar el trastorno y a repensar la maternidad.


«Con el tiempo he sabido reconocer que mi ma­dre, de algún modo, dio con la tecla de una clari­vidente alegría. Esa que comprende que hay unos al trabajo materno, que la imperfección existe, que el desastre puede desencadenarse en cualquier momento, pero que hay que actuar con el mismo gozo que si no fuera posible. Mi madre volvió el lamento en baile al ritmo de las folclóri­cas que ponía en el tocadiscos los domingos por la mañana. Pero no había inconsciencia en ella, ni un atisbo, solo que decidió que la mayor parte del tiempo prefería dejar el cilicio en el armario.

En cambio, yo, incluso ahora, cuando tengo por fin a mi hija en brazos, sana, recién salida del hospital, no le doy tregua a la flagelación. Miro de reojo a mi madre, que me sonríe, y la odio por no odiarme ni siquiera en este momento».


El terapeuta

Jaime, el psicólogo que trata a la narradora, le enseña a entender su trastorno y le brinda as he­rramientas necesarias para modificar su comporta­miento. En el diálogo con este psicólogo cabe toda la humanidad necesaria para tratar la enfermedad, un factor que los fármacos por si solos no pueden aportar y que le permite a la narradora descubrir la belleza que supone rendirse y dejar de luchar con­tra la incertidumbre.


«Jaime la llama “trastorno por interferencia de la de la guadaña”. Como fármaco me propone la rendición. “Haz uso de ese verbo, que está mal va­lorado, pero en realidad es muy bello”, me acon­seja. A mí, que desafié las reglas de la naturaleza pariendo sin tener trompas de Falopio, a mí, que me presenté de la nada a unas elecciones con la intención de dispensar justicia y amor. No lo veo posible. Pero gracias a los diálogos que entablo con él cada vez aprecio más esa belleza que me perjura que hay en el hecho de rendirse. Lo que él me pro­pone es una rendición terapéutica, que sea cons­ciente de que cuanto más lucho contra la incerti­dumbre más agravo el problema. Rendirse no es pasividad, es sensatez, asegura Jaime».


Sobre la autora


Mar García Puig (Barcelona, 1977) es licenciada en Filología inglesa y tiene un máster en Lingüística. Editora de profesión, ha publicado artículos en me­dios como La Vanguardia, El Periódico, elDiario. es, Público o CTXT. Ha colaborado en los libros LGTBI (Sembra Llibres, 2020), Neorrancios. So­bre los peligros de la nostalgia (Península, 2022) y Más que visibles (Egales, 2022). Desde 2015 es diputada por Barcelona en el Congreso de los Di­putados, donde ejerce como portavoz en la Comi­sión de Cultura.



«Un libro híbrido y maravilloso, tan monumental como íntimo. Sus palabras resuenan simultáneamente en nuestra sensibilidad política y poética: con La historia de los vertebrados todas las locas entendemos las razones de nuestra melancolía y nos ponemos a cantar».

Marta Sanz

«“La libertad es terapéutica”, escribió alguien en la pared de un manicomio clausurado. Aquella inscripción se proyecta sobre el libro extraordinariamente libre, tan bien concebido como ejecutado, de Mar García Puig. Un potente testimonio de su experiencia de “locura puerperal”. Un tapiz delirante y cuerdo que se dispara en varias direcciones».

Enrique Vila-Matas

«Sobre la locura de las madres, sus debilidades y sus fortalezas, a menudo dos caras de la misma moneda. Un libro erudito, tierno y duro, y honesto siempre».

Katixa Agirre

«Un libro único, valiente y asombroso que anuda lo íntimo y lo histórico, lo familiar y lo mitológico, poesía y política, amor y dolor, locura y lucidez, para iluminar con delicadeza una de las caras más oscuras de la maternidad».

Isaac Rosa

«Una historia íntima que es a su vez una historia política de esa estruendosa explosión de afectos que significa la maternidad. Mar García Puig nos regala sus poderosas experiencias como madre primeriza en el Congreso de los Diputados, y con ellas traza un vínculo con las “barrigas llenas” de la literatura, el teatro, la filosofía y el arte a lo largo de los siglos. Leyendo La historia de los vertebrados, se me hace imposible no acordarme de la escritura memorística de Deborah Levy o Maggie Nelson».

Luna Miguel


 

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