Carla Montero recupera en EL MEDALLÓN DE FUEGO a los protagonistas de LA TABLA ESMERALDA para buscar una antigua reliquia que marcará el curso de la Historia


Editorial Plaza & Janés. 608 páginas

Tapa dura con sobrecubierta: 21,90€ Electrónico: 8,99€


Vuelve Carla Montero con la continuación de La tabla esmeralda, que ha conquistado a más de 100.000 lectores. EL MEDALLÓN DE FUEGO reúne de nuevo a sus protagonistas en la búsqueda trepidante por toda Europa de una antigua reliquia que marcará el curso de la Historia y el destino de quien se relacione con ella.


Madrid, actualidad. Ana García-Brest, experta en arte, recibe la llamada de Martin, el joven y misterioso buscador de tesoros a quien conoció fugazmente durante la búsqueda de El Astrólogo en La Tabla Esmeralda. Han asesinado a un magnate italiano y un poderoso tesoro está en peligro: el Medallón de Hiram, una reliquia mágica que perteneció al arquitecto del templo de Salomón. Nadie conoce el paradero exacto de la pieza y Martin necesita la ayuda de Ana para encontrarla. Ambos emprenderán una trepidante búsqueda por toda Europa enfrentándose a infinidad de peligros, pues muy pronto descubrirán que ellos no son los únicos que desean hacerse con la reliquia.


Berlín, 1945. En los estertores de la Segunda Guerra Mundial, los destinos de cuatro personas están a punto de cruzarse con consecuencias imprevistas para el Medallón de Hiram: un sanguinario nazi que rastrea un Berlín en ruinas con la obsesión de hacerse con el medallón; un joven español, estudiante de arquitectura, que se ve envuelto en una intriga insospechada; un ingeniero alemán que está en el punto de mira del servicio de inteligencia ruso, y una francotiradora del ejército soviético que guarda un importante secreto.


MUJERES EN LA GUERRA


Fue después de la caída de la URSS cuando el papel de las mujeres que combatieron durante la guerra de convirtió en objeto de investigación por parte de los historiadores y adquirió relevancia para el público. Hasta entonces, el hecho de que la mayor parte de los archivos soviéticos sobre ese período estuvieran clasificados o fueran de acceso restringido, unido a que la participación de las mujeres en el frente había sido casi un tema tabú dentro de la propia URSS, provocó que se tratara de una cuestión bastante desconocida.


Uno de los casos más mediáticos fue el de la francotiradora Ludmila Pavlichenko, quien, junto a otros jóvenes soviéticos destacados, realizó en 1942 una gira por EEUU como parte de una campaña propagandística para que los americanos abrieran otro frente en Europa. Allí trabó amistad con Eleanor Roosevelt, quien la invitó a dar una serie de charlas para contar su experiencia como mujer en el frente.


«Mientras que en el resto de los ejércitos las mujeres estaban asignadas a puestos administrativos, auxiliares y sanitarios de retaguardia, el Ejército Rojo fue el único que las admitió para combatir en primera línea del frente. Al principio, los mandos se mostraron reacios a contar con ellas, Durante la Guerra Civil, más de 3.000 niños españoles de entre 3 y 14 años fueron enviados por el gobierno republicano a la Unión Soviética para ponerlos a salvo de las calamidades que estaban sufriendo a raíz de la contienda. Sin embargo, al terminar la guerra con la victoria del bando franquista no pudieron regresar a su país, de hecho, cuando a raíz de la invasión alemana de la Unión Soviética en 1941 muchas jóvenes se presentaron voluntarias a filas, fueron rechazadas. No obstante, a medida que avanzaba la guerra y el ejército se vio diezmado por las bajas, se decidió atender las demandas de las mujeres que deseaban combatir. La mayoría de ellas fueron admitidas en el cuerpo sanitario, donde las mujeres representaron el 46% de los médicos, el 43% de los cirujanos y el 100% de las enfermeras. Cerca de un millón de mujeres sirvieron en las fuerzas armadas soviéticas como pilotos, francotiradoras, tripulación de tanques, artilleras, conductoras, partisanas y en multitud de puestos auxiliares desde las cocinas hasta las comunicaciones. Se produjo incluso un problema lingüístico pues el ruso no tenía previsto el femenino de palabras como tirador, operador de tanque, infante, ya que nunca hasta entonces las mujeres habían desempeñados tales ocupaciones. El femenino de esas palabras surgió en la guerra. Al terminar la contienda, doscientas mil mujeres militares habían sido condecoradas, ochenta y nueve de ellas con el título de Héroe de la Unión Soviética, la más alta de las distinciones que se concede.»


LOS NIÑOS ESPAÑOLES ENVIADOS A RUSIA


Durante la Guerra Civil, más de 3.000 niños españoles de entre 3 y 14 años fueron enviados por el gobierno republicano a la Unión Soviética para ponerlos a salvo de las calamidades que estaban sufriendo a raíz de la contienda. Sin embargo, al terminar la guerra con la victoria del bando franquista no pudieron regresar a su país y vivieron en primera persona el horror de la invasión alemana de la URSS.


El gran drama de los Niños de Rusia es que, al contrario que a los menores que habían sido evacuados a otros países (unos 35.000 entre Francia, Bélgica, México…), a ellos no se les per- 3 mitió regresar a España ni reunirse con sus familias hasta después de la muerte de Stalin, en el año 1956. Incluso muchos de ellos, incapaces de adaptarse a la vida en España, un país que apenas conocían, decidieron permanecer en Rusia.


El personaje de Katya en la novela está, en parte, inspirado en las historias de algunos de estos niños españoles que combatieron contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, sobre todo como guerrilleros, aunque según avanzaba la contienda se iban incorporando a las unidades regulares del Ejército Rojo hasta llegar a luchar en la batalla de Berlín. También hubo muchos otros que llegaron a ser pilotos y alcanzaron el rango de oficial del ejército.


STUNDE NULL, HORA CERO EN BERLÍN


Hablamos del periodo comprendido entre el final de la batalla de Berlín, el 2 de mayo de 1945, y la llegada de los aliados occidentales para tomar cada uno su zona de ocupación según lo acordado en la conferencia de Yalta. Aunque éstos entraron en la capital el 1 de junio, no terminaron de instalarse en ella hasta el 4 de julio.


Estos meses inmediatamente posteriores a la batalla de Berlín tienen unas características muy particulares, únicas en la historia, las cuales Carla Montero aborda en las introducciones históricas incluidas en los capítulos de la novela ambientados en esta época.


Durante dos meses, los soviéticos acometieron en solitario la tarea de reconstruir Berlín y trataron de reestablecer, en la medida posible, la normalidad. Tuvieron que lidiar con una ciudad que había quedado casi completamente arrasada, con miles de víctimas, centenares de prisioneros y oleadas de refugiados; escasez de agua potable, alimentos y medicinas, suministros de gas, luz y transporte públicos interrumpidos, líneas de abastecimiento cortadas… Y el estigma del nazismo aún presente, no solo entre los miembros de las SS, los funcionarios del gobierno o los militares, sino también entre toda la población civil.


Es el periodo que se conoce como Stunde Null, Hora Cero, ese momento en el que aquellos que habían sobrevivido a la guerra se levantaron aturdidos sobre las ruinas de la llamada ciudad fantasma y, en tanto se enfrentaban a un examen de conciencia personal y colectivo, e intentaban asumir las pérdidas y las responsabilidades de la catástrofe, empezaron a mirar hacia el futuro con cierta sensación de alivio y esperanza.


Berlín tardaría años en recuperarse de las heridas de la guerra y no volvería a ser una ciudad unida y libre hasta noviembre de 1989.


ART CRIME


Este término es con el que se conoce internacionalmente cualquier ataque contra el patrimonio cultural: robo, vandalismo, expolio, fraude, falsificación… En la actualidad, ha cobrado especial interés la relación entre el tráfico ilegal de antigüedades y obras de arte con el terrorismo y el crimen organizado. Se trata de una preocupación internacional que se enmarca dentro de la lucha común contra el tráfico de drogas, de armas o de falsificaciones. Además de mafias locales e inter

nacionales, organizaciones terroristas como Al Qaeda o el Estado Islámico emplean el tráfico de obras de arte y antigüedades como fuente de financiación. El tráfico ilegal de obras de arte y antigüedades se estima que mueve al año miles de millones de dólares. Cada vez son más los países que cuentan dentro de sus fuerzas de seguridad con unidades policiales para luchar contra los delitos del patrimonio cultural. Martin Lohse, uno de las protagonistas de EL MEDALLÓN DE FUEGO, responde a este perfil de policía especializado en dichos crímenes, perfil cada vez más demandado los cuerpos de seguridad a nivel global.


Organizaciones como la Interpol son muy activas en la lucha contra este tipo de delitos. Ellos han creado la única base datos a nivel global en la que se incluyen las referencias de obras de arte desaparecidas. De hecho España, como país con un basto patrimonio cultural, es pionera en la lucha contra el Art Crime y cuenta con una unidad especializada de la Guardia Civil.


Sobre la autora


Carla Montero (Madrid, 1973). En el plano académico, soy licenciada en Derecho y diplomada en Administración de Empresas; también me hubiera gustado ser licenciada en Historia, pero como nunca me he dedicado en serio, me he quedado en una simple aficionada, eso sí, muy aficionada. En el plano personal, soy madre de cuatro hijos y esposa de un solo marido durante veinticuatro horas al día; el resto del tiempo, escritora.


Con mi primera novela, Una dama en juego, gané el Premio Círculo de Lectores de Novela, un premio muy especial para mí, porque un jurado compuesto exclusivamente por lectores, personas ávidas de libros con los que pasar un buen rato, pensó que mi historia merecía la pena ser publicada. Hasta la fecha, con más de 40.000 ejemplares vendidos y alguna que otra traducción, quiero creer que no se equivocaron. Desde entonces, he publicado cuatro novelas más: La Tabla Esmeralda, La piel dorada, El invierno en tu rostro y El jardín de las mujeres Verelli.


Son muchas las ideas que pululan por mi cabeza esperando a convertirse en historias y, llegado el punto de tener que escoger una para una nueva novela, asomaron algunos de los personajes de La Tabla Esmeralda, recordándome que su relato no había terminado, que aún tenían algo más que decir. Durante esta década muchos lectores, libreros e incluso mis editores me lo han ido sugiriendo: «¿Por qué no nos cuentas qué sucedió después?». Pero no soy amiga de forzar las cosas, todo tiene su tiempo y su momento y esa nueva aventura de Ana y Alain no estaba aún madura. Hasta ahora. Ellos mismos me han susurrado que su historia ya estaba preparada para narrar cómo continúa.


Esa es la semilla de El Medallón de Fuego, que da frutos en su justa temporada para mayor deleite de quienes en su día disfrutaron con La Tabla Esmeralda, así como de aquellos que hoy se adentren por primera vez en el universo de una novela que ha enamorado a cientos de miles de lectores. Con esa ilusión y con esa confianza me complace presentarla.


 

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