Los hermanos Muñoz cuentan por primera vez en sus memorias todo lo que han vivido, desde sus orígenes hasta su 20.º aniversario como ESTOPA
Editorial
Espasa, 328 páginas
Tapa
dura con sobrecubierta: 19,90€ Electrónico: 9,99€
En 1999 Estopa logró
hacer historia al vender más de millón y medio de copias de su
primer álbum. En los veinte años que han transcurrido desde
entonces, David y Jose Muñoz han revolucionado el panorama musical
español y latinoamericano, cosechando éxito tras éxito con cada
nuevo disco.
A través de las numerosas conversaciones y entrevistas con el reconocido periodista y crítico musical Jordi Bianciotto, David y Jose Muñoz hacen un completo repaso de su trayectoria profesional, desde sus primeras actuaciones improvisadas en la calle hasta los megaconciertos en los principales escenarios.
Y al rememorar sus comienzos, las dificultades que tuvieron que superar, sus recuerdos más entrañables o las anécdotas más curiosas, van construyendo un autorretrato a pinceladas que muestra el lado más íntimo, y también menos conocido, no de Estopa, sino de David y Jose, dos hermanos «de barrio», que comparten una misma pasión: la música.
«Compartir
y contar nuestra historia es, de alguna manera, una pequeña ayuda
para conocernos un poco más y entender mejor nuestras canciones.
Este libro pretende «solo» eso, nada más, ni nada menos.
Relájense y pónganse en nuestra situación a lo largo de estas
páginas. No olviden que solo somos dos hermanos cualesquiera que
un día atravesaron una puerta que los llevó a vivir un viaje
alucinante».
David
y Jose Muñoz
|
El autor del libro es el
periodista Jordi Bianciotto:
"No les llames
triunfadores (aunque lo son) La historia de Estopa es la de un par de
flipados —así se han calificado a veces a sí mismos David y José
Manuel Muñoz—, dotados del don de conectar con la gente a través
del arte de la canción sin necesidad de forzar nada ni de tramar
ningún plan maestro. Gustar solo tiene sentido cuando uno no hace
ningún intento de simular ser lo que no es, y alcanzar aquello que
se conoce como éxito es más gratificante (y asombroso) si no se
tienen detrás ni sondeos de mercado ni estrategias de dominación
mundial. Veinte años después de que la historia de Estopa comenzara
a caminar con su primer disco, ellos siguen siendo los primeros
sorprendidos —y flipados— por todo ese camino andado. Y el que
les queda.
Los hermanos Muñoz, es
decir, llanamente, David y Jose (el segundo nombre sin acento, porque
es así como se le conoce y como le gusta escribirlo), son tal y como
el lector se imagina que son: gente llana, franca, familiar, que, sin
esperarlo y contra todo pronóstico, ha cambiado el rumbo de su
destino, aquello que se suponía que la vida les reservaba,
valiéndose de su pasión por cantar canciones y contar historias que
pueden ser disparatadas, sentimentales, filosóficas…, o todo a la
vez, o todo lo contrario. Siempre transmitiendo verdad, porque lo
suyo viene de un lugar genuino. Describirlos como personas normales,
aunque tiene su fondo impepinable, podría ser un poco desviado,
porque no es corriente su poder para comunicar a través de la
canción y hacerlo en el punto preciso de equilibrio entre el reclamo
popular y la fantasía, con un pie en el barrio, su imaginario
bautismal, y otro en la abstracción más loca e infinita.
Las canciones de Estopa
se mueven entre el paisajismo urbano y la fabulación, y tienen tanto
de crónica social y emocional como de proyección imaginativa, con
esa debilidad por el mundo de los sueños que envuelve algunas de sus
canciones. Vocación de contar historias, reales o fabuladas, y de
transmitir sentimientos hondos, y debilidad por la historia, y la
ciencia ficción, y lo oculto… Peliculeros de pro, ellos insisten
en que no hay que tomarse sus letras como ejercicios autobiográficos,
lo que es una tranquilidad. Hay algo en algunas de sus canciones,
quizá más en las antiguas, que deslizan algo de ese «tabú» al
que se ha referido cierta admiradora llamada Rosalía. Las
composiciones más recientes, en cambio, reflejan a veces un sentido
interiorismo que contrasta con su imagen de grupo desenfadado. Alegre
no equivale a frívolo, y es grande el espectro de modos expresivos
en que se mueve el repertorio de Estopa.
Su estilo rompió
esquemas desde el minuto uno: hablamos de un trepidante roce de rumba
enraizada en Los Chichos y Peret con rock de ascendencia urbana y un
sentido poético propio de cantautores. Y todo ello montado en
canciones imprevisibles que en cualquier momento podían acelerarse y
llevarse al público por delante. Los cambios de ritmo de los temas
de Estopa dieron quebraderos de cabeza a algunos de sus primeros
colaboradores y se convirtieron en símbolo de su manera libre de ir
por la vida, sin claquetas ni más reglas que aquellas que
alegremente pudieran saltarse.
David y Jose no llevan
una vida de estrellas del espectáculo, porque valoran más la
cercanía de los suyos que los focos de las cámaras, y maldita la
gracia eso de estar en el ojo del huracán a título permanente. Bien
pueden hacer suya aquella respuesta a la pregunta de qué harías si
te tocara la lotería: «Pues lo mismo que ahora», dice el sabio.
Quizá con mayor tranquilidad material y de espíritu, de acuerdo,
pero sin volverse locos ni creer que la celebridad te ha de situar en
un lugar distinto, alejado de tu mundo, perdiendo la perspectiva y
sin mirar atrás. Una de las pocas veces, durante la elaboración de
este libro, en que David y Jose tuercen un poco el gesto es cuando se
cruza en la conversación un adjetivo recurrente: «triunfadores».
Ese lenguaje no les va. No les gusta que les pongan como ejemplo de
ascensor social, figura que ven más ilusoria que otra cosa. «Es más
fácil que te toque la lotería que beneficiarte de ese ascensor»,
defiende David, crítico con el relato que asocia el éxito al
trabajo duro y persistente y a nada más que eso. La fortuna, el
azar, la alineación de los astros, todo eso juega un papel, subrayan
sin falsa modestia. Una interioridad: entre los posibles títulos
para este libro se contempló uno que basculaba en torno a la idea de
«Estopa, veinte años partiendo la pana», pero no les convenció.
El personaje de Partiendo la pana se inspira en un colega real, un
tipo simpático, camelador y vacilón, «un fiera» que invita a
cañas a medio bar y que tiene a la hija de la dueña «loca,
loquita, loca». Figura medio real, medio mitificada o exagerada al
servicio de la canción. Pero ocurre que ellos no creen que estén en
esta vida «partiendo la pana». Les horroriza ser percibidos como
prepotentes y no podrían asumir como suyo un libro con ese título.
Es más, acceder a sacar adelante esta obra fue un proceso largo, ya
que no sentían que fueran artistas con suficiente trayectoria como
para justificar un libro de memorias. No fue hasta que comenzó a
vislumbrarse el 20.º aniversario cuando les pareció que el momento
adecuado había llegado.
Pero, aunque sean
reservados a la hora de presumir de éxito artístico y comercial, lo
cierto es que pocos artistas en España han vendido, a lo largo de
dos décadas, tantos discos y entradas de conciertos como ellos. Sin
padrinos ni conexiones privilegiadas, sin ni siquiera un manager que
los vendiera en sus inicios. Antes incluso de los fenómenos virales
y sin recurrir a la palanca que suponen los talent shows. Verso a
verso, golpe a golpe y labrando complicidades desde abajo. Y diciendo
«no» cuando se terciaba: los artistas se definen no solo por lo que
hacen, sino también por lo que no hacen, por sus ausencias en
determinados paripés, por sus silencios y por sus retiradas. Todo
eso ayuda a entender por qué han establecido un vínculo hondo con
su público y por qué lo conservan e incluso lo fortalecen año tras
año.
Dice Jose que su
relación fraternal con David, más que una alianza, es «una
aleación», y esa es una de las claves de su historia. Conexión
incorruptible la suya, a salvo de las lacras que tanto se dan en los
grupos: choques de egos, envidias, recelos… Estopa es una entente
orgánica que sale del mismo tronco y que por alguna razón
seguramente cósmica presenta en su interior una compatibilidad de
caracteres perfecta: David, su rama más expresiva, fantasiosa,
extrovertida, dinamizadora; Jose, de talante más discreto y
terrestre, y, a la vez, de una determinación crucial en momentos
decisivos. De trato fácil ambos, tienen la facultad de contarte
historias que a veces pueden tener un trasfondo grave, como si se
tratara de la trama de una película o de las viñetas de un cómic.
No hay gestos pretenciosos ni amagos de falsa profundidad. Les
encanta el humor absurdo, como el de su admirada Amanece que no es
poco, de José Luis Cuerda.
La historia continúa
con Fuego, su octavo álbum de canciones originales, el disco con el
que David y Jose han querido festejar su 20.º aniversario sin
necesidad de ponerse melancólicos con antologías de grandes éxitos.
Para mirar hacia atrás ya está el ejercicio que propone este libro,
en el que se han volcado con entusiasmo para que su historia quede
inmortalizada por primera vez en negro sobre blanco. La efeméride
requería composiciones de estreno con las que recordar que el
movimiento se demuestra andando y como advertencia de que Estopa
tiene por delante todo el tiempo del mundo. La gira consiguiente, que
arrancó a finales de 2019 y que tendrá un largo recorrido, ya
apunta maneras para redondear esta fiesta a lo grande y ante un
público que no solo sigue ahí, sino que se multiplica. Que sea por
muchos años.
Pinchos y patatas
bravas
De camino a la primera
cita con David y Jose, enfilando la Diagonal barcelonesa, recibo una
llamada de Serrat y le cuento que voy a ver a sus amigos de Estopa.
«¡Buena gente! ¡Dales recuerdos!». Le menciono el lugar del
encuentro, el Café Berlín, de Esplugues, y le resulta familiar.
Cómo no. Los hermanos Muñoz son tipos de costumbres estables
que parecen hacer suya aquella máxima de que, cuando algo va bien,
¿para qué cambiarlo? Se sienten cómodos en sus circuitos diarios,
llevando una tranquila vida de barrio, saludando a su paso y siendo
saludados, sin agobios ni recelos, en un ambiente de serena y
discreta familiaridad, donde todo es agradable, cómodo y está más
o menos bajo control.
Dicho café será, en
efecto, el punto de partida de muchas de las entrevistas realizadas
para este libro, siempre fijadas sobre la una y media del mediodía,
que es cuando David y Jose vienen de correr un rato (solo un rato) y
se disponen a proceder al ritual del aperitivo y la distensión. Nos
instalamos en las mesas de la terraza, a la vista de otros clientes y
con sillas disponibles para que en cualquier momento algún
espontáneo se sume a la conversación. No hay problema. Nada de
reservados ni de clandestinidades. Ellos serán muy famosos, pero su
presencia es natural y no da pie a sobresaltos ni, remotamente, a
episodios de escrutinio. Todo lo contrario. Desde el Berlín, algunas
cervezas después, por lo general, hacia las tres (David y Jose
tienden a comer tarde) seguiremos la conversación en el restaurante
El Picoteo, a cinco minutos andando, hasta que hacia las cuatro y
media se levantará la sesión: hora de la salida de los niños al
colegio. ¡Línea roja! Esta será, más o menos, la secuencia de la
mayor parte de nuestros encuentros, si bien se alterará en las
semanas en que Estopa se concentrará en la grabación de Fuego con
sus músicos y sus técnicos.
Otro lugar de encuentro
será el bar La Española, que durante tantos años fue modus vivendi
de la familia Muñoz, traspasado en 2003 a Santi y Mari Carmen
(aunque ya antes Pablo y Paula, los «papás» Estopa, se habían
apartado de la barra) y donde nos citaremos para que me enseñen el
barrio de Sant Ildefons, donde crecieron y que tan ligado está a sus
canciones y sus vídeos. Cuando arranquen las sesiones de grabación
del álbum, los encuentros se trasladarán a su estudio de Sant Feliu
de Llobregat, también a mediodía, y el diálogo seguirá fluyendo
mientras pedimos unos menús en el restaurante Ben-Bo. Lo propio de
David y Jose son los libritos de lomo, el arroz a la cubana, las
albóndigas, el lomo con patatas fritas, los pinchos con huevos
fritos… A veces, uno pide un plato y el otro le imita. «Es muy
Estopa que los dos pidamos lo mismo», desliza David. Bromeamos con
la expresión «hacer un Estopa: coincidir en lo que quieren comer.
«Es que muchas veces comemos lo mismo, y si él pide algo que me
mola, lo cambio», ríe. O, como resume Jose apelando al refranero
popular, «culo veo, culo quiero».
Estamos a 9 de enero y,
aunque hace frío, nos sentamos en la terraza del Café Berlín.
Solecito reconfortante, cervezas, aceitunas, patatas bravas y buen
ambiente. David y Jose hablan con los camareros y con otros clientes,
consultan el móvil, bromean y me comentan sus planes para Fuego, que
será su primer álbum formado completamente por canciones nuevas en
cuatro años, desde Rumba a lo desconocido, lanzado en octubre de
2015. Ya lo han anunciado en las redes: Fuego será su manera de
celebrar el 20º aniversario de la edición de Estopa, su disco de
debut, y por eso se publicará el día en que se cumpla la efeméride,
el 18 de octubre de 2019.
Vamos conversando,
sobre todo ellos, y de vez en cuando se les despista la mirada hacia
algún vecino o amigo que pasa por allí y al que saludan. Como
Cisco, el padre de un compañero de colegio del hijo de David, que se
sienta y sigue durante un rato nuestra conversación en silencio. En
cierto momento, David nos advierte de que una mujer se dirige hacia
nosotros. «Ya verás, es encantadora». Sonríe y saluda. Es su
amiga, nos dice él. Me cuenta que hay un hospital psiquiátrico
cerca y que a los pacientes que están mejor les permiten salir a dar
una vuelta por el barrio. David se ha hecho amigo de varios. «Regala
pulseras y es muy simpática».
Pero hemos venido aquí
a hacer un libro. Trato de entrar en materia, pensando en alimentar
los contenidos, y la conversación comienza a fluir de un modo muy
vivaz, a su estilo: respuestas rápidas, concisas, abiertas a un
diálogo despierto. Ni David ni Jose son de esa gente que habla para
sí misma sin contar con el interlocutor. No les va el monólogo
largo ni la teorización farragosa, ni siquiera cuando entremos en
materias de cierta seriedad, portadoras de reflexión. Tampoco son
muy dubitativos y, por lo general, la respuesta a cualquier pregunta
sale disparada con gracia y de tal modo que no hace falta insistir. A
menudo, David comienza una frase y Jose la termina, o uno la cuenta
en serio y el otro la remata con una broma o un juego de palabras.
David, como observará el lector, habla bastante más que Jose. Los
dos suelen referirse el uno al otro con la fórmula de «mi hermano»,
sin mencionar los nombres, y lo mismo hacen cuando hablan de sus
padres. David y Jose hablarán con frecuencia de Pablo como «mi
padre», y no como «nuestro padre». Peculiaridades familiares, de
esas que se perpetúan sin saber bien por qué. Las risas estallan en
cualquier momento, pero, si tienen que ponerse serios por imperativo
editorial, lo harán. Se advierte su compenetración natural. Es así.
Es real.
El libro de Estopa
seguirá un hilo narrativo alrededor de las voces de David y de Jose,
con aportaciones ocasionales de sus padres, Pablo y Paula, y de
algunos colaboradores de su actividad musical. El lector verá que
está estructurado en tres grandes bloques. El primero pone el foco
en los orígenes de su historia, en el imaginario sentimental de Sant
Ildefons, en Cornellà, en el entorno familiar, en las raíces
extremeñas, en los años de escuela y en el inicio de su pasión por
la música y las canciones, que los llevará a grabar una maqueta
decisiva, a participar en concursos de nuevos talentos y a
presentarse a las compañías discográficas. El segundo comienza con
el radiante fichaje por la industria multinacional y es un repaso por
etapas a todos sus álbumes, desde Estopa (1999) hasta Fuego (2019),
recordando las grabaciones y las historias relacionadas con las
canciones, así como las intensísimas experiencias de las giras. Y
el tercer bloque, «Planeta Estopa», se desliza hacia el universo de
las cosas que les gustan, sus aficiones y costumbres, cómo han
vivido y viven la fama y su relación con el show business, así como
reflexiones existenciales sobre el modo en que se toman la vida y
algunas sensaciones y opiniones sobre el momento de plenitud en el
que se encuentran en la actualidad.
El esquema puede sonar
un poco formal, pero transcurrirá de un modo muy de Estopa,
recorriendo cada episodio de su mano, asombrándonos con sus
ocurrencias y disfrutando de su lenguaje espontáneo, sin dobles
fondos, diáfano y directo. En torno a los sucesivos encuentros se
irá trenzando el relato en las páginas que están por venir. David
y Jose, tal cual son, con su naturalidad innegociable, en las
antípodas de las ínfulas de las celebridades, sin darse más
importancia (ni tampoco menos). Queda mucho de aquellos chavales que
crecieron alrededor del bar familiar, receptivos a la gente,
sociables e incluso se diría que con ánimo de servicio. Nos
conocemos desde hace cerca de veinte años. Muchas entrevistas,
muchos conciertos, pero la de ahora es otra clase de misión. Ellos
la asumen con una disciplina serena, con buena voluntad, sin
estresarse, de modo que cada encuentro resultará fácil, agradable y
divertido. Allá vamos".
Sobre
el autor
Jordi Bianciotto es
un reconocido periodista y crítico musical, autor de numerosas
biografías y libros relacionados con el ámbito del pop-rock.
Colabora desde 1995 con El Periódico de Catalunya y
escribe habitualmente en publicaciones especializadas
como Rockdelux y Enderrock.
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