Viruca Yebra narra la historia de LA ÚLTIMA CONDESA NAZI, una mujer marcada por la historia que acabó encontrando el paraíso



Editorial Espasa.584 páginas

Rústica con solapas: 19,90€ Electrónico:8,99€


A comienzos de 1945, Clotilde von Havel, una aristócrata alemana casada con un comandante de la Wehrmacht, tiene que abandonar su castillo ante el empuje de las tropas soviéticas, condenada a la pobreza, el exilio y el alejamiento de sus hijos. La miseria convierte a Clotilde en una superviviente, decidida a luchar por su vida, esclarecer el pasado y aprovechar los golpes de suerte. La novela sigue sus peripecias desde el devastado Berlín de posguerra, al glamuroso Nueva York o el cambiante Londres de los años cincuenta. De la mano de su sobrino Ralf, un antiguo oficial de las SS, en los sesenta la condesa se instala en la Marbella de la época dorada y se involucra en la vida cotidiana de los que, al margen de la España franquista, encontraron en la Costa del Sol un refugio: artistas, aristócratas, homosexuales… y nazis camuflados.


Viruca Yebra ha volcado en la novela la verdadera esencia de aquellos años, en los que ser bohemio y transgresor no estaba reñido con el saber estar.


Apuntes narrativos y editoriales


LA ÚLTIMA CONDESA NAZI abarca tres décadas de la historia de Europa y recorre escenarios en tres continentes. Viruca Yebra ha escogido una voz narradora en tercera persona muy dúctil: omnisciente en algunos momentos y focalizada en Clotilde y otros personajes, en otros. De esta manera, la autora combina un espléndido fresco histórico con un retrato apasionado y profundo de sus personajes, de sus motivaciones y sus sentimientos. El libro se divide en tres partes con un total de treinta y cuatro capítulos.


Viruca Yebra ha realizado un magnífico trabajo de documentación que en ningún momento se impone a la acción o a los personajes. Seduce al lector mostrándole la vida cotidiana de lo que luego se llamó la jet set —aristócratas, empresarios millonarios, artistas internacionales y vividores de alto copete— desde los últimos días de la Segunda Guerra Mundial hasta finales de la década de los setenta. La comida, la bebida, la ropa, las relaciones personales, los restaurantes y night clubs… y los acontecimientos más destacados están sutilmente integrados en la narración.


La novela está salpicada de abundantes cameos de personajes de la época, que protagonizan sus propias historias reales; hay políticos, artistas, aristócratas… Esa mezcla de realidad y ficción confiere a la narración una autenticidad que convierte al lector en una especie de voyeur que espía la vida doméstica de todos ellos. También conecta dos temas icónicos de muy distinto signo: el destino de los jerarcas nazis que, tras la derrota, pasaron a una clandestinidad «dorada» en diferentes destinos de Sudamérica y Europa, y la creación de Marbella, uno de los lugares con más concentración de glamour por metro cuadrado del mundo en los años sesenta y setenta.


La condesa Clotilde von Havel


Clotilde von Havel, condesa de Orange, se casó a los dieciocho años con el príncipe Maximiliano von Havel. Tuvieron tres hijos: Amalia, Frank y Victoria, nacida en plena guerra. Durante sus quince años de matrimonio, Clotilde había pasado por momentos de desánimo y hartazgo al sentir que su marido la dejaba sola en demasiadas ocasiones para servir en misiones lejos de casa. Lo superó gracias al amor incondicional que sentía por él, aunque ya en guerra, notaba una rabia incontrolada contra Max, puesto que, a pesar de que ella le insistía en que dejara la carrera militar, este nunca albergó el más mínimo deseo de hacerlo.


Conocemos a la condesa a principios de 1945, cuando tenía treinta y tres años. Era una mujer de ojos azul verdoso, piel blanquísima y rostro perfilado; tenía un atractivo envolvente y cautivador que incitaba al deseo y al mismo tiempo a la protección. Había enviudado unos meses antes, puesto que Max fue fusilado por su oposición a Hitler.


Obligada a huir de la casona familiar ante el avance de los rusos, Clotilde buscó refugio con sus hijos Franz y Victoria en el castillo de su cuñado Gustav, con quien apenas se trataba. Amalia, la mayor, estaba en Berlín con sus abuelos. Gustav von Havel le arrancó de los brazos a los niños y se negó a darle alojamiento, rompiendo la familia.


Exhausta, enferma y desesperada, Clotilde llamó a la puerta del castillo de unos viejos amigos de su familia, los barones Ulm. El nuevo barón, Stefan, se hizo cargo de ella y acabó pidiéndole matrimonio. Movida por el pragmatismo y la amistad, ella aceptó la proposición pese a que no estaba enamorada de un hombre que, como no tardó en descubrir, no sentía una especial pasión por el sexo. Stefan Ulm quería un heredero para su imperio cervecero en Estados Unidos, Reino Unido y Alemania. Y lo consiguió. En 1948 nació Albert, su primogénito y cuarto hijo de Clotilde. Establecida en Londres, 1949 supuso para la condesa el principio de una larga lucha por rehacer su vida y recuperar a sus hijos.


Galería de personajes


Príncipe von Havel. Esposo de Clotilde, a la que conoció en un picnic inglés tras la regata Oxford-Cambridge de 1927. Oficial de la Wehrmacht y comprometido con el cumplimiento del deber, tenía la rectitud de acción y la integridad como valores esenciales. Antes de partir al frente ruso, en 1942, Max instruyó a su esposa para que los prisioneros de guerra que trabajaban en los campos de su castillo recibieran un trato acorde con la Convención de Ginebra. Murió fusilado en 1944. Clotilde intentará descubrir la causa de la ejecución.


Amalia. La hija mayor de Clotilde. Durante la guerra se trasladó a Berlín con sus abuelos y empezó a trabajar como enfermera en el mismo hospital que su tía Erna; se salvó de morir en el bombardeo que los mató a los tres. Fue víctima de una violación en dos ocasiones. La segunda vez fue peor que la primera, ya que varios soldados la agredieron sexualmente, dejándola medio muerta entre las ruinas. Amalia se convirtió en una mujer fuerte, pragmática y algo deshumanizada.


Frank . El hijo mediano de Max y Clotilde. Era un adolescente cuando la condesa se reencuentra con él, de forma secreta, en el internado jesuita en el que estudiaba. En su conversación, Clotilde cree notar señales de la influencia de Gustav en su educación, como un racismo apenas esbozado. Estudió medicina y, asociado con Amalia, montó una clínica en Berlín.


Victoria. Nació en la primavera de 1943 y presentaba problemas de desnutrición por lo que necesitó cuidados extremos. Tras ser arrebatada de los brazos de su madre por su tío Gustav, no nos reencontramos con ella hasta 1955, cuando va a cumplir doce años. En su presencia nadie hablaba de su madre. A lo largo de los años, Victoria fue atesorando datos de ella sin que nadie en el castillo de Gustav von Havel lo sospechara. Con los años, Victoria fue dándose cuenta de que la animadversión de su tío hacia su madre era enfermiza y obsesiva.


Theo. El padre de Clotilde. Antiguo embajador alemán en el Reino Unido. Su pragmatismo y sus principios liberales y profundamente católicos chocaban con la corriente enajenada en la que estaba inmersa la Alemania de Hitler. Su esposa, a la que conoció durante su primer destino en Londres, pertenecía a la aristocracia inglesa. Además de Clotilde, tenían otra hija mayor, ERNA, enfermera en Berlín durante la guerra.


Frau Jutta. Cocinera del castillo de Orange. Tenía un aspecto rudo pero agradable, era lista y resolutiva. Desde el primer momento se convirtió en la mano derecha de Clotilde. Durante la huida hacia Baviera se hizo cargo de la pequeña Sidonia. También consiguió que la condesa llegara viva al castillo de Ulm, donde su suerte empezó a cambiar. Durante la posguerra siguió siendo confidente y amiga de su señora.


Gustav von Havel. Príncipe primogénito de la familia Von Havel. Hermano mayor de Max. Para Clotilde, su cuñado Gustav era un ser despreciable que siempre había ninguneado a su hermano, más por envidia que por sentirse el primogénito. A pesar de ser los dos militares, Gustav siempre observó con reticencia la admiración y respeto que Max, quince años más joven que él, recibía de sus subordinados, algo que Gustav, un nazi convencido, despreciaba.


Ralph von Havel. Hijo de Gustav. Estudió ingeniería en la prestigiosa universidad de Cornell, en Nueva York. Los principios que regían en aquel centro infundieron en él un espíritu abierto y tolerante. Pese a ello, Ralf se plegó a los deseos de su padre e ingresó en las SS. En 1935 fue destinado a la Abwehr, la inteligencia militar, que lo envió a los Estados Unidos. En este viaje conoció a CARMEN, con quien se casó al quedarse embarazada de su hija SOFÍA. Tras la guerra, dirigió una fábrica de motores cerca de Stuttgart. En los años cincuenta se trasladó a Chile, donde compró una hacienda. No se hablaba con su padre a causa de cómo había tratado a su tía Clotilde, de quien estaba secretamente enamorado.


Stefan von Ulm. Decimoquinto barón de Ulm. Segundo esposo de Clotilde. En 1945 dio refugio a la condesa tras verse separada de sus hijos. Era un hombre de negocios de treinta y ocho años de edad, dueño de una de las fábricas de cerveza más importantes de Baviera. Su madre era norteamericana, por lo que tenía doble nacionalidad e intereses en los Estados Unidos. Cuando lo conocemos en la novela, hacía solo dos meses que había vuelto a Alemania para reconstruir la empresa familiar. Tenía fama de playboy y de vividor sin intereses políticos. Decía que seguía soltero porque no había encontrado ninguna mujer que alcanzara la cota sublime entre la belleza y la elegancia que él exigía.


Albert. Nacido en 1948, fue el cuarto hijo de Clotilde y el primogénito de Stefan; para este último su nacimiento supuso la continuación del apellido familiar y un éxito personal como hombre. Albert estaba destinado a dirigir las empresas de los Ulm. Su preparación empezó muy pronto, ingresando en un internado célebre y exclusivo, el Ampleforth College. Siempre se entendió mejor con su padre que con su madre.


Lady Violet Stone. Tía materna de Clotilde. Conocía secretos de guerra sobre Max von Havel que su sobrina ignoraba. Pertenecía a la baja nobleza y no era nada snob. Su flema británica le hacía parecer inmune a las emociones, que jamás exponía en público. En soledad, en cambio, el sufrimiento por la pérdida de su hijo WILLIAM, amigo íntimo de Max, y de su hermana la estaban destruyendo por dentro. Aun así, su rígida educación la llevaba a convivir con las dificultades y el dolor sin quejarse. Sus mayores muestras de cariño eran para su perra CHELSEA, una Cavalier King Charles de ojos saltones y mirada lánguida.


Sidonia. Era una niña de dos años cuando Clotilde la acogió junto a su madre enferma durante la huida hacia Baviera. Cuando su madre murió, Jutta se hizo cargo de ella. En 1949, la cocinera quiso cumplir la promesa que le hizo a la madre moribunda: envió a Sidonia a casa de sus tíos en Madrid. Tiempo después, descubrimos que la convivencia allí no fue fácil por culpa de su prima, que tenía su misma edad y unos celos enfermizos.


David Griffin. Químico. Director de los laboratorios Neco en México. Coincide con Stefan y Clotilde en el transatlántico Queen Elizabeth en ruta hacia Nueva York. Aunque está casado, se sintió atraído por la condesa desde que la vio a bordo del barco.


Barbara Eddam. Viuda americana dueña de una firma de cosméticos. Era una mujer pragmática, libre y desinhibida. Y uno de los personajes más conocidos de la alta sociedad neoyorquina. Coincidió con Clotilde en el Queen Elizabeth. No tardaron en hacerse amigas. «Esta mujer siempre va por delante de mí en todo lo mundano», pensaba de ella Clotilde. Barbara la introdujo en los ambientes más elitistas de Nueva York.


Sabine Braum. La mejor amiga de infancia de Victoria von Haven, era dos años mayor que ella. Acostumbraba a ir al castillo con encargos de su familia de acogida. Los padres de Sabine habían muerto durante un devastador bombardeo. Vivió un tiempo con un primo de su padre, pero cuando murió, Sabine tuvo que volver a ser reubicada. Poseía dos fotos de su familia, que guardaba como auténticos tesoros junto a la cadena de plata que siempre había llevado al cuello y de la que pendía una llave. Pasada la adolescencia decidió investigar su pasado.


Ian Fleming. Ian Lancaster Fleming (1908-1964) era escritor, creador de James Bond, y fue miembro de los servicios secretos británicos. Su cameo es uno de los más importantes de la novela, argumentalmente hablando. Amigo de Stefan von Ulm, pidió al Foreign Office que localizara el paradero de Amalia, la hija de Clotilde, de la que se había perdido el rastro tras la caída de Berlín.


Unas pinceladas sobre el inicio de la novela


Alemania 1945. Clotilde von Havel hacía tiempo que solo era capaz de dormir por agotamiento. La guerra estaba cada vez más cerca y su mundo se desmoronaba. Con Max en el frente, debía afrontar los hechos en solitario. Además, el castillo de Orange había sido ocupado por un destacamento francés al que acababa de sumarse una fuerza norteamericana. Un oficial estadounidense le informó de que su marido había sido fusilado por los nazis unos meses atrás, en julio de 1944.


Gracias al buen trato dispensado a los soldados franceses, le expidieron un salvoconducto para que pudiera huir, con el personal del servicio, hacia el territorio controlado por los Estados Unidos. El castillo estaba en una zona cuya ocupación se había asignado a la Unión Soviética, y los rusos, en su avance hacia Berlín, no tenían piedad con los civiles alemanes. Por fortuna, Clotilde y frau Jutta llevaban meses preparando la huida, aunque debieron dejar atrás casi todos sus enseres y recuerdos familiares.


El objetivo de la condesa era llegar a Baviera, al sur de Múnich, donde solicitarían refugio en el castillo del príncipe Gustav von Havel, el hermano mayor de Max. El simple hecho de pensar en ser acogida por su cuñado le produjo dolor de estómago. En aquella huida podían considerarse unos privilegiados. La vida de quienes no habían podido o querido huir estaba condenada a la opresión, el desprecio y, en muchos casos, a la deportación a Siberia. Más de quince millones de alemanes étnicos sufrieron de inanición, congelación y muerte durante su expulsión de los territorios de Alemania del Este.


La pequeña expedición se hizo lenta y agotadora. las noches eran el peor momento de la jornada. Los ataques de forajidos, fueran liberados o soldados nazis camuflados, eran habituales. En el camino ayudaron a una mujer enferma y a su hija, una bebé llamada Sidonia. La mujer no sobrevivió y la pequeña adoptó a Jutta como su nueva madre. Clotilde también conoció a una familia que vivía circunstancias muy parecidas a las suyas. La encabezada una mujer bondadosa y firme, la condesa María Anna Schönburg. Cuando por fin llegaron al castillo de Gustav von Havel, Clotilde estaba muy enferma. Las cosas no fueron como ella esperaba. Gustav dio refugio a sus sobrinos, Frank y Victoria, y dejó a Clotilde abandonada a su suerte. La condesa empezó así una lucha no solo por sobrevivir, sino también para reestablecer su estatus e intentar recuperar a sus hijos.


Los escenarios principales


Castillo de Orange. El castillo y sus campos agrícolas circundantes estaban situados en Sajonia, un estado alemán del centro-este cuya capital es Dresde. Clotilde lo recibió de sus padres como regalo de boda. Era una edificación no muy agraciada de piedra arenisca y grandes ventanales. Enmarcaba la propiedad la gran masa verde del Bosque Teutónico. En 1942 fue ocupado por el ejército nazi, que estableció un campo de trabajo en el que los prisioneros de guerra aseguraban la producción. En la primera parte de la novela también juegan un papel argumental importante los castillos Von Havel y Ulm.


Londres. Hartnell’s House era el petit hotel londinense de lady Violet Stone. La casa familiar, una antigua y preciosa country house en Clifton, a las afueras de Bristol, era demasiado grande y fría como para resultar cómoda en los inviernos de la posguerra. Los barones Stefan y Clotilde von Ulm se instalaron en un edificio residencial de ladrillo rojo y detalles georgianos en James Street. El edificio de las nuevas oficinas de la compañía Ulm en Kensington se terminó de reconstruir en el año 1952. Los barones Ulm se mudaron al ático del edificio. Londres está presente durante casi toda la novela puesto que es allí donde Clotilde y Stefan situaron su residencia familiar definitiva, en la exclusiva plaza de Eaton Place. Además, en el conservador Club Boodle’s, el escritor y agente secreto Ian Flemming comunicó a Stefan el paradero de Amalia von Havel en el Berlín ocupado.


Berlín. En septiembre de 1948, la condesa utilizó el puente aéreo que los aliados occidentales establecieron para abastecer a la población de Berlín oeste. No pudo evitar una enorme pena al apreciar cómo los bombardeos habían reducido a escombros la ciudad de su infancia. Berlín mostraba solares vacíos o llenos de cascotes, andamios, casas en 11 reconstrucción, mujeres, ancianos y niños rebuscando en las ruinas o trabajando en ellas... En todas partes, tristeza y desolación. A partir de 1952 se crearon las vallas que delimitaron el Berlín Este y el Berlín Oeste. En los años siguientes la situación se complicaría mucho más. Clotilde visita la ciudad en varias ocasiones.


Queen Elisabeth. El mayor transatlántico de su época y uno de los más famosos de la historia. En él viajaron Stefan y Clotilde, en 1954, hacia Nueva York con algunos amigos. Iban a permanecer tres meses en la Gran Manzana para que Stefan atendiera sus negocios en Baltimore. Un episodio clave de la novela tiene este barco como marco. No, no les adelantamos nada.


Nueva York. En la Gran Manzana, Clotilde es introducida entre la alta sociedad por su nueva amiga Barbara Eddam. En un almuerzo en el famoso restaurante Sardi’s, en la calle 44, la condesa escucha por primera vez la palabra Marbella. Las escenas situadas en Nueva York tienen un especial interés narrativo porque muestran las diferencias entre la vieja aristocracia europea y los nuevos ricos norteamericanos.


Dusseldorf, Fráncfort y Ginebra. Son escenarios que forman parte de la historia de Sabine Braun, una de las subtramas más emocionantes de la novela. Lamentamos no poderles ofrecer mayor información, ya que reventaríamos una parte muy interesante del argumento.


Tánger. También aparece en un momento fundamental de La última condesa nazi. Era el destino de moda de aristócratas, millonarios y artistas de todo el mundo. A Stefan le encantaba y se compró un riad —una casa con patio— en la Kasbah. Sabine también se instaló allí y fue el lugar en el que su camino se cruzó con el de Clotilde.


El paraíso estaba en Marbella


La condesa Clotilde von Havel oyó hablar por primera vez de Marbella en un almuerzo organizado por barbara eddam en el restaurante Sardi’s de Nueva York. La nombró Jean Guépin, esposa de un vicepresidente de la petrolera Shell:


Tenéis que ir a Marbella; es un auténtico paraíso —comentó entusiasmada Jean Guépin. —¿Dónde queda Marbella? —preguntó Clotilde, intentando incorporarse a la conversación. —En el sur de España. Un compatriota tuyo, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, ha construido un pequeño hotel al que vamos todos.


La mejor definición de la Marbella de finales de los cincuenta la dio Ralf en una conversación con Clotilde en el emblemático hotel Adlon, de Berlín. Ralf llevaba años disfrutando de sus vacaciones marbellíes: «Es el paraíso oculto donde personas como nosotros podemos encontrar a los nuestros. Un lugar sencillo y casi virgen en el que se dan cita las familias nobles de Centroeuropa, y en el que nuestro estilo de vida de siglos se ha adaptado a una nueva era sencilla y desenfadada, pero sin perder el abolengo de siempre».


Para algunos aristócratas, como Stefan, el nombre Marbella todavía no tenía el peso que alcanzó muy poco después. Era, en todo caso, una escala a uno de los destinos más cosmopolitas del mundo, Tánger, en el norte de Marruecos y a tiro de piedra de España.


Clotilde llegó a Marbella en 1963. Viruca Yebra nos describe con precisión y afecto aquel paraíso todavía por explotar, con inmensos pinares que bajaban hasta el mar. Es en los capítulos situados en Marbella en los que destacan los cameos más interesantes de la novela. Aparecen, entre otros, el MARQUÉS DE IVANREY, ALFONSO DE HOHENLOHE, el MARQUÉS DE VILLAVERDE, la actriz AUDREY HEPBURN… y el conde RUDI SCHÖMBURG, al que Clotilde conoció cuando él era un niño y sus familias compartieron una noche de amistad durante la huida de Sajonia.


Aunque, como ya se ha señalado, en la novela el marco histórico está al servicio de la narración, Viruca Yebra aborda diferentes cuestiones sociales y políticas de calado, algunas de las cuales resumimos a continuación.


Expulsión de Alemania del Este: Entre 12 y 14 millones de ciudadanos alemanes y de alemanes étnicos de otros estados se vieron forzados a migrar entre 1945 y 1948. Un gran éxodo de civiles movidos por el temor al avance de las tropas soviéticas, primero, y a la venganza tras la derrota, después.


Oposición al nazismo en el Ejèrcito: La historia de Max von Havel nos recuerda que una parte del pueblo alemán, incluidos aristócratas y oficiales del ejército, se opusieron a Hitler y, en algunos casos, lo pagaron muy caro. Sobre la muerte de Max se cierne la duda desde el principio: ¿por qué lo mataron los suyos? Además, a lo largo del libro nos encontramos con ejemplos de ayuda desinteresada de alemanes a judíos que permanecían huidos y ocultos.


El exilio dorado de jerarcas nazis: Paul Manning, un periodista de investigación especializado en la Segunda Guerra Mundial, calculó que unos 10.000 jerarcas y militares nazis lograron escapar hacia Sudamérica a través de las vías de escape creadas por algunas organizaciones secretas. En España, muchos de ellos se instalaron en la costa mediterránea.


Los estragos de la posguerra: La crisis alimentaria que se produjo al acabar la guerra dio lugar a una gran mortandad. Incluso en los países vencedores, como Francia y el Reino Unido, la población soportaba grandes carencias en lo más básico. Las cartillas de racionamiento eran fundamentales; incluso más que durante la guerra. El pan y la carne eran bienes muy escasos.


La homosexualidad como riesgo: No daremos nombres, pero en LA ÚLTIMA CONDESA NAZI aparecen varios homosexuales que ocultan su condición, puesto que la homosexualidad estaba penada en muchos países, como España o el Reino Unido —hasta 1967—. Esta clandestinidad llevaba pareja la presencia de canallas que hicieron del chantaje a los homosexuales un modo de vida.


Sobre la autora


La periodista Viruca Yebra (Sarria, Lugo) desarrolló su carrera profesional en el diario ABC. Ha sido delegada de la Xunta de Galicia en Madrid, fundadora del Club de Periodistas Gallegos y directora del Club Internacional de Marbella. En 2016 publicó su primera novela, El fuego del flamboyán, una crónica histórica de la emigración gallega a Cuba.



 

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