Joaquín Camps gana el Premio Azorín con LA SILUETA DEL OLVIDO, una novela que va más allá del thriller psicológico y que demuestra que el dolor siempre deja huella
Editorial
Planeta. 464 páginas
Tapa
dura con sobrecubierta: 20,90€
Joaquín Camps, profesor
de la Universidad de Valencia, ha ganado el Premio Azorín de novela
con LA SILUETA DEL OLVIDO, una gran historia que va más allá del
thriller psicológico. Las debilidades, contradicciones, miserias y
anhelos humanos están tan maravillosamente retratados que es
imposible que el lector no reconozca y ponga cara a sus personajes.
Un espejo nada caritativo, pero al que no podemos evitar lanzar una
mirada de comprensión. Seres brillantes, lucidos, valientes,
tiernos, pero también personajes con aristas y recovecos: la
verdadera jungla humana.
«Todos habían imaginado
a Lara como una flor de estercolero. Una niña preciosa criada entre
la inmundicia. Y ahora la ciencia ha prendido fuego a esa imagen tan
lírica. ¿Es que nadie le puede explicar a este técnico que los
poemas no se queman? ¿Que ante un buen poema, aunque sea inhumano,
la verdad no importa?»
Lara Valls, una bellísima
adolescente, hija de una influyente familia valenciana es secuestrada
sin dejar rastro. Son los presuntos secuestradores los que marcan el
ritmo, escogen a sus mensajeros e incluso parecen manejar a su antojo
las líneas de investigación ¿Nos encontramos ante un psicópata de
manual? No es tan sencillo. Víctimas y verdugos se confunden, nadie
es quién parece, pero todos, absolutamente todos, cargan bajo sus
espaldas una pesada mochila en la que no solo cuenta el pasado.
«Desde el principio tuve
la extraña sensación de que yo no estaba a los mandos de esta nave.
Los secuestradores contactaron conmigo, ¡con la Policía! Eso es
inaudito, ningún secuestrador quiere nuestra intervención. Al
principio creí que sería algún psicópata narcisista al que le
gustaba retar, pero no, es algo más complejo y elaborado... Esa
gente quiere guiarnos hacia algo.»
Claudia
Carreras: coja y poco agraciada. Lo primero por accidente, lo segundo
por elección, se recrea en el recuerdo de una relación fallida.
Hosca de trato y remisa al contacto humano, su adicción al alcohol y
a los antidepresivos no minan su profesionalidad y sus ansias de
justicia. Aunque es difícil mudar a una piel más confortable cuando
se está rodeada de mezquindad, mentiras y venganzas.
«Ahora ella es como una
máquina que concentra toda su energía en una sola cosa: darle
sentido a su intuición. El resto de los circuitos que integran a la
inspectora (el circuito de odiarse a sí misma, el de añorar a
Tomás, el de amar el chocolate...) han dejado de recibir
alimentación eléctrica.»
Subinspector
Ramón Linares: desclasado dentro del Cuerpo, es el más estrambótico
acompañante que podría haber escogido la inspectora Carreras. Tan
desastrado que resulta tremendamente tierno. Un patito feo a punto de
convertirse en cisne.
«Ramón recapacita de
nuevo. No, él no es un hombre precavido: él es un hombre muy
precavido. De esos que en verano siempre llevan zapatos de invierno.
Con calcetines de invierno, porque los resfriados son traicioneros.
De esos que en el supermercado nunca cogen el producto del frontal,
siempre los de la parte de atrás. De esos que en el cajero, cuando
se alejan tras sacar dinero, siempre se dan la vuelta un par de
veces. Ramón es de esos hombres hipocondríacos a los que el miedo a
la muerte los acabará matando.»
Héctor
Santos: ser periodista en estos tiempos es duro. Sobre todo si se ha
alcanzado la gloria y la vanidad nos has hecho tirar nuestra vida a
la basura. Su búsqueda de la noticia lo convertirá en un pelele,
aunque él siga creyendo que puede pergeñar una novela y alzarse con
el Pulitzer. Vanidoso, cínico y sin escrúpulos su humanidad no está
de todo perdida. Indagar en el horror puede salvar a veces.
«Los demás se vinculan a
él, pero a él ellos le dan igual. Cuando termina una conversación,
se olvida del interlocutor al instante, hayan hablado de lo que hayan
hablado. De quien no se olvida jamás es de la gente que le lleva la
contraria, de quien es más gracioso que él, de quien razona mejor,
de quien resulta más interesante. Siente por ellos mucho rencor, no
puede evitarlo.»
Bruno: en la
policía también hay almas cándidas. Posee un físico de calendario
capaz de derribar puertas, pero no ha comprendido todavía que además
de ser duro hay además que parecerlo.
«Es un buen chico, pero
muy pimpollo. Necesita curtirse. Si no lo hace pronto, en esta
jefatura durará dos días, es demasiado atento con todo el mundo.
Cuando acabamos de comer, tengo la sensación de que quiere abrazarme
y golpearme la espalda hasta hacerme eructar.»
Antonio
Valls: anestesista de fortuna inexplicable y arribismo comprobado. La
soberbia y sus ansias de venganza dominan todas sus acciones. Perder
su estatus puede pesar más que perder una hija: ese es su punto
flaco y el que lo convertirá en víctima tras ser verdugo. Sin
justicia poética.
«Tiene pinta de ser un
médico buenísimo. De esos que no necesitan recabar una segunda
opinión. De esos que no saben pedir disculpas. De esos que nunca
reconocen haberse equivocado, y solo por eso te cobran el doble.»
Cristina
Manuela: guapa, elegante y fría. La maldad escoge rostros hermosos y
herméticos para jugar al escondite. Ocultar la inteligencia y la
manipulación son artes infravalorados. Ella es una maestra.
«Cristina Manuela, que
está vacía, hueca, desocupada, y que por eso cuando habla produce
eco, decide que va a romper uno de los diez mandamientos sagrados
que, según Vogue, toda mujer sofisticada debe respetar: no
reprocharás en voz alta.»
Matías:
brillante y atractivo profesor que es acusado y condenado por
violación. Ahora tetrapléjico no puede contar lo que sabe ni
defenderse de las injusticias. Solo sus parpadeos, imperceptibles
para quien no busque desesperadamente la verdad, pueden arrojar algo
de luz entre tanta oscuridad. Un verdugo al que odiar, una víctima a
la que compadecer.
«Él era su profesor de
Biología. En esas edades, en el bachillerato, las chicas se
encaprichan de los profesores guapos..., es normal..., pero esa
muchacha era diferente..., era mala..., esa víbora embaucó a mi
pobre Matías...»
Lara
Valls: extraña criatura de inquietante belleza. Sin amigos y llena
de silencios. La violación que sufrió siendo ya adolescente podría
ser la razón de su comportamiento. Pero no todo es tan obvio. A los
doce años ya era una sombra ¿Por qué?
«Venía a clase y se iba
sin relacionarse con sus compañeros. Siempre sentada en el fondo del
aula, sola. Estuve tentado de llamar a sus padres para hablarles
sobre el tema, pero me pareció que era inmiscuirme demasiado...
—«¿Qué
es lo que has probado?», le pregunté. Y Lara tan solo me dijo:
«Eso. Y es horrible.»
Sobre
el autor
Joaquín
Camps es profesor de la Universidad de Valencia, ciudad en la que
reside. Su campo principal de investigación y docencia es el
comportamiento humano en las organizaciones, y ha publicado numerosos
trabajos científicos en esta área. La última confidencia del
escritor Hugo Mendoza es su primera novela.
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